miércoles, 20 de julio de 2016

EL SILENCIO DE LOS SIN VOZ

"No subestimes nunca la estupidez humana"

Robert Heinlein


Leía en un grupo de Facebook de docentes quejarse a un fulano sobre la actitud de un partido que criticaba una actividad dirigida a concienciar al personal docente sobre el sexismo del lenguaje. Como el lector sabrá opino que el lenguaje no es sexista. Lo sexista, o no sexista (sea eso lo que sea), es la intención del emisor o la percepción, muchas veces errónea, del receptor. 
Hecha esta aclaración creo necesario decir que el asunto del día no va por los derroteros de la intención y la percepción de unos y otros. Me gustaría abordar otro asunto bastante más complejo y cruel, tapado a menudo por estupideces como la tratada con anterioridad: la carencia de voz de los marginados reales. Para aclarar de lo que hablo voy a exponer una situación, real o no, pero con muchos visos de ser cierta, que muchos docentes hemos conocido. 
Imaginemos un niño de corta edad, seis, siete u ocho años, cuya familia se encuentra vinculada a la delincuencia. Este tipo de pequeños ya apuntan maneras, pues el modelo que observan en su hogar no resulta el más recomendable para desarrollar todas las capacidades del alumno, incluidas las emocionales, de la mejor manera posible. Sin embargo, la intervención de los servicios sociales en estos casos suele ser superficial. Se intentan poner parches, pero la cosa no suele pasar de consejos, buenas intenciones y poco más. Paños calientes para carne de cañón. Estos chavales, que suelen dar mucha pena (todos necesitamos sentirnos bien con nosotros mismos), no parecen interesar mucho a los medios de comunicación, ni al resto de la sociedad, excepto cuando generan problemas, bien para que el resto de alumnos sigan las clases, bien por haber cometido pequeños o, no tan pequeños, delitos. Entonces sí, medios, padres, expertos y demás tropa empiezan a verter opiniones. Unas en plan enrollado y modernillo, incidiendo en el contexto desfavorable. Otras centrándose en lo punitivo y la predeterminación. En todo caso, un tema de conversación pasajero, como si de la eliminación de España en la Eurocopa se tratase. A diferencia de la Eurocopa, hablamos de personas, de niños en concreto. De cuestiones que requieren una solución o, al menos, un intento serio de solucionar una problemática no elegida por el pequeño. Sin embargo, él no tiene voz en los medios. Sólo interesa cuando en torno a él aparecen noticias desagradables y/o morbosas. Diría más, viven en una sociedad paralela a la nuestra, que no nos interesa lo más mínimo. No sólo no nos interesa, además tenemos especial cuidado en que su vida no converja con la nuestra, por la cuenta que nos trae.
Sin embargo, parece que casos como el expuesto (sea real o no), preocupan menos que la estupidez del lenguaje sexista. Tal vez todo se deba a que un centro de menores resulte menos vistoso que una Dirección General de Igualdad o menos productivo que la publicidad institucional de la que se benefician los medios de comunicación, que no de información, sobre el asunto. Y esto da mucho que pensar. 
Da que pensar, en primer lugar, sobre la moral de cierta gente. No cabe duda que apostar por algo tan difuso, y absurdo por lo general, como el lenguaje sexista (he puesto este ejemplo, pero existen otras muchas cuestiones similares) lava conciencias y, sobre todo, no presupone que se han de presentar resultados sobre el grado de consecución de objetivos. Apostar por mejorar la calidad de vida y las posibilidades futuras de un niño sí supone un reto. Complejos abstractos y esnobs no conllevan la necesidad de cambiar algo. Al contrario, los que viven de ese constructo teórico, mantienen la necesidad económico y/o moral de que siga existiendo esa problemática. 
En segundo lugar, resulta curioso que los que se erigen en defensores de causas nobles, obvien a los marginales, a los sin voz. Al final son ellos los que intentan alumbrarnos sobre los temas que resultan relevantes, y los que no, para alcanzar nuestra paz interior. Es lo bueno de vivir con un alto grado de confort, no necesitas cambiar las cosas, sólo lavar la conciencia. En el fondo se trata de no cambiar nada; eso sí, dando la impresión de que la lucha por la igualdad es el estandarte que rige cada paso a dar.
Este segundo punto trae aparejado un tercer punto: privar a otros colectivos de la palabra. Monopolizar el discurso se convierte en necesario. Aunque les cueste reconocerlo se trata de una dictadura. Una dictadura basada, como todas las dictaduras, en mantener o mejorar el estatus socioeconómico de los afines al régimen. 
Por último me gustaría reseñar la hipocresía de estos tipos que alardean de defender causas nobles. Tal vez nada mejor que una conversación en la que  hace cierto tiempo participé para mostrar la vacuidad del discurso de estos estultos de sillón frente a un televisión de 42 pulgadas. Hablando sobre una niña resultó sorprendente, y dramático, llegar a la conclusión de que lo mejor que puede pasarla es que cuando en pocos años se case, sin estudios, y antes de llegar a la mayoría de edad, su pareja sea un buen tipo y, a ser posible, con una mentalidad como la suya. Sí, existen niñas/adolescentes, que no aprovecharán sus estudios obligatorios, con muchas posibilidades de tener su primer embarazo antes de que pueda abandonar sus estudios obligatorios (dieciséis años), con unas expectativas bastante... Ponga el lector lo que desee. ¿Acaso les importan esas niñas a esos descerebrados que defienden el sexismo del lenguaje? No les importan una mierda. De hecho, muchos de ellos piensan que eso sólo ocurre en África o en barrios de España marginales, muy lejos de de sus cómodos hogares.
A nadie le importa aquél que no tiene voz. La voz la tienen aquellos que pueden beneficiarse de ello y todos la corte de personajes con un cierto poder adquisitivo, que necesitan buscar en causas "nobles" una forma de aliviar sus conciencias de pequeño burgueses. Pero lo que más preocupante del asunto, sin duda, es aquello que nos parece prioritario y secundario. Los valores que transmitimos a nuestro hijos. Resulta más importante elucubrar que ayudar a quien lo necesita, destinando, de paso, los fondos de todos, limitados, aunque no tanto como parecen, a teorías y no a necesidades reales. Tal vez todo consista en eso: taparnos los ojos ante las necesidades de los otros, creando causas lejanas y difusas, que nos permitan seguir viviendo en nuestro mundo sin grandes zozobras. Tal vez sea más fácil intentar cambiar un mundo lejano y/o inexistente que ayudar a quien tenemos al lado. 
Un saludo.

lunes, 18 de julio de 2016

LUGARES E IMPRESIONES (I)

Cuando volví a la estación, tras más de veinte años, comprobando que unos tipos de una compañía de seguridad privada me impedían acceder a los andenes, intuí que el bucle había saltado por los aires. La primera vez que posé mi pie en ella me llamó la atención por su luminosidad casi infinita del Mediterráneo; lejos de la sobriedad de la irradiación solar castellana. Pero, tras media vida, la magia se había disuelto. La tecnología y el terror hacían imposible recrear un paseo despreocupado por los andenes. Arcos de seguridad y detectores de metal cerraban el acceso. 
 Acudí allí impelido por una fuerza interna que me obligaba a pasar página y salí con la certeza de que de que se trataba de una necesidad imperiosa. 
No descarto volver, sería absurdo, pero, creo, que bajo mi mismo cuerpo habitará otra persona. 
En esos días redescubrí, una vez más, la necesidad imperiosa de movimiento que me permita aprehender el mayor número de experiencias y lugares. No se trata de correr sin sentido, ni de coleccionar etiquetas o fotografías. Hay un impulso que me empuja a andar, deambular, pensar por y en los lugares distintos que mi tiempo puede abarcar. Utilizar diferentes medios de transporte, que faciliten pensar acorde a su compás. La diferencia entre llevar y ser llevado resulta transcendental.
Por ejemplo, mientras permanecía parado el autobús en el que viajaba una pareja de jóvenes, sentados en un banco, dejaban caer la cabeza uno sobre otro. Su expresión indicaba, sin lugar a dudas, que les importaba una mierda la existencia del mundo, se estaban amando uno apoyado sobre el otro, sin más. 
Resulta notable reconfortante, casi envidiable, encontrar por azar a dos personas amándose sin otra necesidad que sentirlo.

"Y si de repente se cayera la luna,
Y si de repente no te volviera a ver,
De manera urgente caería en la locura,
Y, de manera urgente, tendrías que volver".


Tal vez impulsado por el Terral, o por el sentido de aprehender del que hablé antes, me moví de aquí para allá; un poco al buen tuntún y, en ocasiones, de manera planificada. Mar y prehistoria. Mar prehistórico. Pinturas de veintiocho mil años de antigüedad y túmulos, bastante más modernos, asaltados por los políticos de turno y su cohorte de aduladores y periodistas. Los figurantes deben hacer notar su alegría por el nombramiento como Patrimonio de la Humanidad de los movimientos megalíticos que siempre han estado allí, aunque ellos no lo supieran.
Un enorme pez paleolítico, pintado en la pared de una cueva, o una cámara neolítica, en ambos casos de carácter ritual o propiciatorio. Plasmar la necesidad fuera del ámbito intrapersonal. Lo mismo que estoy haciendo yo en estos momentos. 
Una cueva en mitad de la nada actual, utilizada durante más de diez mil años como refugio, santuario, y museo, antes de que existiesen los museos. La necesidad de plasmar la realidad; de sobrevivir y de contarlo; de intentar entender lo inexplicable. Un pequeño recipiente de nuestra historia. Una pileta de imágenes. 
Cerca de allí, otra maravilla, en la que el hombre poco o nada tiene que ver. Un tajo en la roca de proporciones descomunales. El costumbrismo decimonónico y la virulencia de la naturaleza. Un coso asimilado a lo goyesco (y a la desproporción del ansia recaudatoria) y un río que ha vencido a través del tiempo. Puede parecer paradójico que el lugar que los viajeros ilustres de antaño identificaban con la España atrasada y pintoresca fuese el lugar de nacimiento del creador de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Ríos. Idear el lugar donde crear el futuro, alejado varios siglos del lugar de procedencia. 

"Le estoy buscando explicación
¿Será el eje de rotación
Que hace que esté torcido
El mundo en que vivimos?"

El mar, ese formidable ser que se balancea rítmico sin cesar. Idas y venidas de tranquilidad o cólera. El mar, que nace todas las mañanas en el este, tras dormir entre los acometidas de un sueño incierto y misterioso. El mar, que se cubre de luz en el Mediterráneo y de melancolía en el Cantábrico. 
El mar, que volví a considerar como ese lugar al que acudir para olvidar que sólo existen planicies y montañas lejanas u holladas. El mar, que a sus orillas genera la misma rutina y desidia que la jornada laboral. 
Viajar paralelo al mar. Correr paralelo al mar. Andar paralelo al mar. Vivir paralelo al mar. Sentir y sufrir paralelo al mar. Las mismas historias de superación y de miseria que tierra adentro. La misma esencia humana que en cualquier otro lugar. La mayor diferencia: desayunar contemplando la línea que separa el agua casi infinita del cielo inabarcable. Una licencia de tranquilidad, explotada durante estos días. Aunque si he de elegir desayunos, permítanme la merced de elegir el que realicé lejos de allí. Buscando, deambulando, llegué donde deseaba y encontré algo nuevo entre lo conocido. Buen café, solo y doble, por supuesto, buen pan, mejor aceite y tomate. Un respiro antes de encontrar a Lorca, al Equipo Crónica o a Eduardo Arroyo. La España cañí y el arte crítico ante la sociedad embrutecida. El señorito brillante y la lucha contra la barbarie que lo asesinó. Arte encapsulado en un viejo palacio ganado con la entrepierna, tan bien vista en nuestro país por políticos y bufones varios, que siempre anhelan arrimarse al dinero y al poder. 

"Yo que pensaba,
 Yo que creía firmemente en el amor,
Hoy ya sé que no.
Que ya no importa 
Y que a la vida hay que buscarle otra razón
Y busco en los colores del atardecer
Y no lo encuentro".

Empiezo a seleccionar con verdadero interés a quien doy mi dinero. La voracidad confiscatoria de religiosos, particulares y administraciones para evitar que las ciudadanos contemplemos el arte con mayúsculas me horroriza. Pagar por disfrutar nuestro patrimonio, contribuyendo con ello a la ignorancia de lo que somos, me parece una forma más de separarnos de nuestra esencia, de nuestra libertad para crearnos desde nuestras raíces. Por un momento pensé en lo que se denomina I.V.A. cultural y las quejas que suscita entre los mamporreros de la industria del entretenimiento. El verdadero terrorismo consiste en pagar por lo que es nuestro y, sobre todo, de nuestros ancestros.
Sin embargo, paseando por el mero placer de pasear, se pueden encontrar patios del sur, remansos de tranquilidad y frescor, que invitan a quedarse. El tiempo parece ingrávido en aquellos espacios, mientras el calor se parapeta tras las paredes, claudicando de manera extraña en pleno mediodía.
Por todos los sitios se observan huellas del paso sucesivo del mismo hombre, revivido mil veces en su ansia de conquista. Restos romanos reconstruidos a mayor gloria del político de turno, fortalezas musulmanas con arcos prestados de herradura, usados por los conquistadores precedentes, cruzados peninsulares, que llegaron en el último momentos, genes que transportan pelos y ojos británicos, llegados al sonido de la riqueza minera. Un maremágnum de vida, que no necesita recordar de dónde viene. ¿Para qué lo iban a necesitar? ¿Quién necesita conocer la Historia bastarda cuando sólo tiene ganas y necesidad de vivir?

"Incendiario,
Todos dicen que soy un incendiario,
que enciendo hogueras sólo con hablar
Y que morir no me importa, y me da igual".

Pescado de nombres saboreados de manera previa o no. La necesidad de probar los frutos de esa mar tan distante de mi punto de origen. Cocinados en brasas, enharinados, rebozados o de cualquier otra forma, saciando la gula del hombre de interior, que ansía ese momento de reencuentro con lo que cada lugar ofrece.
El placer recuperado de vagar por lugares nuevos y viejos, planificando e improvisando, me hace más libre.
La vuelta, una gran bandera media asta. Nuevos muertos de la vieja barbarie. Una visita prometida a ese período de tiempo que me fascina, sostenido sobre arcos de herradura. Una iglesia, redescubierta hace apenas tres décadas, ideada por esos bárbaros que se enseñorearon de estas tierras. Santa Lucía, ya en mi provincia de destino, arquitectura entre brumas. Las mismas brumas que envuelven a sus creadores.
Unos kilómetros antes me doy cuenta de que he perdido la costumbre de conocer a alguien, del que ya sabía, a la vuelta de mi viaje. Tal vez todo se deba a que en realidad he cambiado. O, tal vez, todo se deba a que presienta que perdí una buena oportunidad la última vez. Nunca lo sabré.

"Quédate en silencio
 Y oye el ruido de mis tripas soñadoras,
Que sueñan con comerte a todas horas.
Ruge el deseo contenido."


Nota aclaratoria: Todas los textos en cursiva pertenecen a canciones del disco "Lo que aletea en nuestras cabezas" de Robe.

martes, 12 de julio de 2016

BIOGRAFÍA

Existen varias formas de morir. En estos momentos yo me encuentro a un paso de una de ellas. Los médicos intentan reanimarme por todos los medios. Pero yo he decidido acabar. Acabar con todo, de una vez, incluido conmigo misma. Mi corazón está a punto de detenerse para siempre. En realidad mi corazón se detuvo hace mucho tiempo, justo cuando se empeñaron en no dejarme vivir. 
No recuerdo si tuve una infancia feliz. Ni tan siquiera recuerdo si tuve infancia. Sin embargo, a raíz de una enfermedad psicológica, una muy frecuente y de la que sale un porcentaje muy elevado de gente, el mundo, mi mundo, se empeñó en que yo fuese un juguete sin capacidad para decidir. El desconocimiento, la superstición religiosa, en forma de castigo divino a soportar, la avaricia y la enfermedad ajena, se construyeron mi ataúd en vida.
Poco a poco se me despojó de todo lo esencial para crecer: mi autonomía legal, mi juventud, mi libertad (si alguna vez la tuve) y todo se convirtió en una gran institución, diseñada para mantener en un estado perpetuo de infantilismo.
Algunas personas, las más clarividentes, se revelaron, pero chocaron con la necedad. La necedad de un sistema creado para dar más importancia a un enfermo capaz de engendrar hijos, que a personas con las suficiente preparación y sensibilidad, capaces de poner las cosas, mi vida, en su sitio.
Esas personas existieron, como también existió el proceso a través del cual yo me convertí, casi sin enterarme, en aquello que habían querido convertirme. Acabé siendo asidua de las instituciones de todo tipo y condición. Pero ése no era mi lugar. Mi impotencia, en forma de violencia, lo clamaba a gritos.
Cuando podía estirar las piernas por la calle, en total libertad, carecía de los recursos suficientes para desarrollar una vida normal. Ni mis hábitos de salud, ni mis interacciones con el mundo exterior podían considerarse las mejores. En este sentido mi forma de abordar a las personas seguía anclada en el momento en que enfermé de verdad.
Descubrí que el dinero eliminaba esa frontera y el consumo se convirtió en mi forma de comunicarme con el exterior. No existía la posibilidad de error o de frustración; mientras pagase nadie, al menos a la cara, consideraría mi actitud deplorable. El dinero ayudó a que mi autoestima no se derrumbase del todo. Sin embargo, en mi interior existía la voz de alarma que insistía en repetir: "Esto no es lo que deseas. Estas vacía",  pero llegó un momento en el que no supe que más hacer para acallar ese mensaje. Mis días se reducían a comprar, autodestruirme, fustigar a quienes me destruyeron y manifestar, de aquella manera, mi insatisfacción conmigo mismo. Entraba y salia en instituciones diversas, pero nada servía.
La novedad acallaba mi desorden interno, pero, tras el paso de ésta, volvían las viejas costumbres. Costumbres eficaces, pues nadie veía la violencia como llamada de atención, sino como un problema institucional, y me largaban de un sitio y del siguiente. A salto de mata en una existencia que avanzaba y se consumía entre las brumas de medicamentos, que un caso a punto estuvieron de matarme, y de los que ya era adicta. No necesitaba psicofármacos, necesitaba alejarme de todo y que alguien supiese que me habían convertido en una persona incapaz de aceptar retos, porque desde hacía años se habían empeñado en ello.
Cuando ingresé en la última institución se impuso la rutina de siempre: novedad, frustración, violencia, ingreso en otra institución y, de repente, surgió la novedad: me estoy muriendo. En este momento, el último, me doy cuenta de que nadie me preguntó lo que debía: ¿estás sufriendo mucho

domingo, 10 de julio de 2016

SIN TITULAR

Bajo la piel siempre subyace nuestro ser real. Ése que pocos conocen y que, en ocasiones, nosotros mismos tampoco tenemos gran interés en saber de él. Por fortuna, esos aspectos menos agradables suelen hibernar largos períodos en un rincón muy recóndito.
A veces, estos demonios, constitutivos de nuestra esencia, afloran sin pedir permiso, acompañando a nuestro estado de ánimo, o confomándolo, no le tengo claro. Entonces, sin remisión, todos nuestros miedos, nuestras debilidades, reales o creadas para el momento, adquieren nombre y, casi, casi, vida a través del tiempo que construimos para esta situación. 
No creo necesario poner nombre, o describir de manera más prolija, aquello de lo que hablo en este momento.


Somos animales y somos costumbre. A pesar de estar dotados de eso que se denomina inteligencia, parecemos vivir en círculos. Círculos de confort o de indigencia vital, no lo tengo claro. Intuyo que un nómada paleolítico poseía un mayor factor de incertidumbre en su vida que la gran mayoría de nosotros. Puede parecer una afirmación negativa, pero no tiene que serlo; al menos siempre que las personas no sientan la necesidad de hacer algo diferente.


Hace unos días vi parte de una película en la que aparecía Leonor Watling y volvía a pensar en ese tipo de belleza que se caracteriza por serlo, sin que parezca haber nada especial que conduzca a ella. Tal vez un cúmulo de intangibles: la mirada, la manera de sonreír, incluso la forma de andar contribuyan a ensalzar algo que trasciende a lo que se puede describir mediante rasgos físicos. También existe ese halo de cotidianidad. La sensación de que en cualquier calle, en cualquier tienda, en cualquier bar, puedes encontrar a esa persona.


Acumular cansancio, fatiga intelectual, tras escuchar las mismas boutades sobre aspectos sociales y sentir la necesidad de tejer un mundo propio, sin estridencias, en  el que volcar todo aquello que nada tiene que ver lo social. Sólo sentimiento. Invertir cada segundo en crecer, hacer crecer y que te hagan crecer. Comienzo a tener la certeza de que el tiempo no lo poseemos para dedicarnos a construir almenas desde las que atizar a los demás. Volcar lo que tenemos en ese pequeño círculo que hemos construido resulta una labor titánica y, desde un punto de vista emocional y afectivo, e incluso humano, lo mejor que podemos hacer como seres humanos.


¿Es cierto que alguien se puede acostumbrar a la soledad? No lo sé con seguridad, pero lo dudo. La soledad supone un vacío por el hecho de sentirte solo, aún gozando de compañía. No, no creo que alguien se pueda acostumbrar a la soledad. Sí que se puede vivir sin atarte a alguien, pero sentirse abandonado resulta algo muy distinto.


Tengo en mi mente la imagen de la muerte, que, desde hace unos meses, siempre es la misma. La aparente placidez esconde el secreto de lo vivido y lo que, en algún caso, debería haber sido vivido. La muerte tiene un rostro de mi sangre dentro de un sudario. Hace unos días estuve en un funeral y me chocó escuchar un par de veces la voz de un bebé. La vida siempre recuerda que estamos de paso y que ella lucha por permanecer, plantando, si es menester, cara su antagonista en su propio campo de juego.

jueves, 7 de julio de 2016

EL TU, EL JU Y EL VERDADERO PROBLEMA

Un suceso como el acontecido en la planta de Palencia de la empresa Renault supone una muestra maravillosa del estado de las cosas. 
Supongo que el lector conocerá el asunto: un jefe de unidad llama a un trabajador para recriminar que haya cometido un error y la charla acaba derivando en amenazas de todo tipo. El trabajador, que conocía el percal, tuvo la feliz idea (o alguien le aconsejó) que grabase la conversación con el móvil todo lo que iba a ocurrir. 
El audio íntegro se puede escuchar en este enlace:


En el momento que se conoce el audio, en el transcurso de un juicio, se desencadena de la tormenta. Uno y otro acaban despedidos y todo el mundo opina. 
Por cuestiones biográficas entre mis mejores amigos de toda la vida tengo alguno que trabaja para esa empresa o para otras auxiliares de ella, que utilizan los mismos modos de trabajo. Es más, algo de lo que voy a narrar está contado por un amigo que ocupa un puesto similar al que profiere amenazas en la grabación que aparece en el link de arriba.
Para comenzar este tipo de conducta, tal vez no tan extrema, no resulta infrecuente (antes de ayer estuve tomando cervezas con uno de mis amigos de toda la vida que ha subido un par de veces a que le "aleccionen" sobre lo correcto y lo incorrecto). Otro amigo, de los de toda la vida, me ha pasado este enlace , donde un trabajador de la citada empresa confirma lo que cuento:


Y aquí viene el quid de la cuestión: el papel de unos y otros en este asunto y en las relaciones laborales. Lo que voy a contar a partir de aquí no va a dejar títere con cabeza, incluido Alberto Garzón, que también tuvo a bien opinar.
Para comenzar voy a contar una anécdota que me contó en su casa un amigo que tiene un cargo igual, o parecido, al del fulano que se creía Chuck Norris. En una ocasión, antes de la reforma laboral de Rajoy, mi conocido tuvo que pedir algo a los trabajadores que no era lo mejor para ellos. Unos transigieron y otros no (con toda la razón, según mi interlocutor), pero él debía conseguir que todos aceptasen la propuesta. Adivine lo que hizo mi amigo: dirigirse a los enlaces sindicales para que mirasen por el interés de la empresa, en vez del de los trabajadores. Un rato después, tras la intercesión de los sindicalistas, la persona que me contaba el asunto tuvo el problema solucionado.
El papel de los dos grandes sindicatos en esa empresa y en las auxiliares que trabajan para ella me la resumía un amigo: cuatro horas en un puesto de puta madre y otros cuatro con la carpeta paseándose de un lado para otro. Otro colega me lo describía de manera más brutal, pero creo que el lector ya se ha hecho una idea clara del asunto.
Los enlaces sindicales afines a los requerimientos de la empresa suelen tener, casi seguro, por casualidad buenos puestos en un lugar donde el trabajo en la cadena resulta agotador.
Existen otros sindicatos como el TU (Trabajadores Unidos), que han apoyado al trabajador, o la CGT, que no comulgan con ruedas de molino, cuyos representantes, por lo general, no suelen tener la suerte de tener buenos puestos de trabajo.
Un amigo me pasó el comunicado del tu sobre el asunto que nos ocupa y creo que resulta clarificador:


Parece que lo que dije el trabajador en el audio de la cadena SER es lo mismo que se defiende en este escrito de un sindicato de la empresa.
Pero el empleado que denuncia la dejadez de los sindicatos también denuncia algo: la empresa sabe lo que ocurre y no hace nada... Al menos hasta que este tipo de actos aparezcan en los medios de comunicación. En el siguiente enlace puede leerse como el acusado acudió la juicio con dos abogados pagados por la empresa, así como con seis  trabajadores (parece ser que entre ellos alguno pertenecía a esos sindicatos mayoritarios), que pretendían ser testigos del Jefe de Unidad (JU).

http://ultimocero.com/noticias/2016/06/28/te-quedan-cuatro-putos-meses-que-te-los-voy-a-hacer-que-vas-a-desearte-morir-te-pillo-de-puertas-para-fuera-y-te-enteras-vale-esto-lo-vas-a-firmar-por-las-buenas-o-por-las-malas/

Tras aparecer el audio durante el juicio, la empresa despidió a su empleado y se lavó las manos. Aunque, como se escucha en el segundo audio, este tipo de conductas, aunque tal vez no tan extremas, no resulten infrecuentes. La mala publicidad no vende y, en el fondo, todos estos salvapatrias resultan peones desechables en la partida de ajedrez que supone la ganancia sin límite a costa de lo que sea.
Por otra parte, como era de esperar, las fuerzas que se proclaman de izquierdas, y que no llegan a ser ni socialdemócratas en muchos casos, pusieron el grito en el cielo. Prueba de ello lo tenemos en Alberto Garzón.


Vamos a ir por partes, ¿quieres saber lo que ocurre en FASA Renault y sus empresas auxiliares? Mira este documento que el pasado tres de junio los sindicalistas del TU entregaron a Felipe, el Borbón, cuando visitó sus instalaciones de la empresa en sus instalaciones palentinas.



Sé, de primera mano, que este funcionamiento se puede aplicar en empresas auxiliares que trabajan en exclusiva para la multinacional francesa.
Respecto al explotador, sí, es cierto, algunos trabajadores, entre ellos sindicalistas apesebrados, son cómplices de los que dirigen los hilos desde arriba. Si quieres saber quiénes son los que han implementado estas políticas te puedo dar alguna pista.
Uno de ellos llegó a ser el jefe del grupo tras despedir en Brasil a miles de trabajadores. Otro ascendió desde Valladolid para dirigir todo el grupo en este país...
Esos, querido Alberto, son los que trabajan para que las condiciones del trabajador sean cada vez peores, muchas veces con la aquiescencia de ciertos sindicatos, para que la empresa gane más. Sabes cuál es el problema: los que nos debéis representar vivís en un mundo distinto y distante. Yo no trabajo en ninguna fábrica, pero tengo a bien juntarme con todo tipo de personas, amigos como en este caso, y escucho lo que me cuentan. No me sorprende escuchar que en la cadena el trabajo cada vez se debe hacer en menos tiempo, para producir más. No me sorprende que los lamerones (palabra de un amigo) se vendan a dios y al diablo por unos cientos de euros, no muchos, más que un currito de a pie.
Tal vez, todo se resuma en una frase que escuche a los líderes extremeños de Unidos Podemos cuando sellaron su pacto que sonaba algo así como: "vamos a hacer una nueva fuerza feminista y animalista". Tal vez por eso hayáis perdido más de un millón de votos, entre ellos el mío. Hace mucho tiempo que no os levantáis (si lo habéis hecho alguna vez) a las cinco de la mañana para currar y no conocéis como viven y como sienten a los que decís representar. Tal vez habéis olvidado lo que es la izquierda y os habéis dedicado a creer que luchar contra las corridas de toros o por hablar a todas horas de la mujer seáis de izquierda. Ya lo dijo Gustavo Bueno, ese filósofo marxista, hace más de veinte años: "Eso es otra cosa". No vale con una nota en Facebook, aunque resulte más cómodo, para solidarizarse, se debe bajar a la calle y ser la calle.
Antes de concluir me gustaría terminar agradeciendo a un par de amiguetes, y a la pareja de uno de ellos, la información que me han aportado para montar esta entrada. En especial debo agradecer a D. los enlaces que me ha invitado y sugerido para documentar este post.
Un saludo.