He intentado aplazar, a ser posible sine die, esta entrada, y no precisamente por no carecer de interés. A fuerza de ser sincero, reconozco que me producía una tremenda pereza indagar, por aquí y por acullá, para poder ofrecer algo digno del amable lector (cuestión que debe decidir tras la lectura de todo, o parte, de lo que aquí podrá encontrar). Reconozco que no se trata de la mejor de las excusas, pero sólo puedo alegar lo comentado con anterioridad para no abordar temas como el de la guerra civil que tiene lugar desde hace, aproximadamente, dos años.
Con propósito de enmienda, y con la mejor de las voluntades, me dispongo a abordar la cuestión, con el mayor rigor posible, y sin ánimo de encontrar buenos y malos, cuestión que dilucidará el lector, si así lo considera oportuno.
En 2011,más conretamente a partir de marzo, durante la conocida como Primavera Árabe, determinados sectores de la ciudadanía siria protestaban en las calles contra el sistema, y contra el líder del sistema, Bashar Al-Asad, un dictador más en una zona donde esa forma de gobierno ha constituido la forma de gobierno preferida de sus "líderes" políticos.
Volviendo al caso sirio nos encontramos con la fuerte, fortísima, represión a la que fueron sometidos los ciudadanos que clamaban por un cambio de sistema. Dicha forma de abordar el asunto acabó generando un movimiento armado, el Ejército Libre de Siria, que intentaba conseguir por las armas lo que la protesta pacífica no parecía estar en disposición de alcanzar: la caída del dictador y todo su régimen. En este ejército podemos encontrar en un primer momento a ciudadanos, militares que abandonaban el ejército de Al-Asad y se pasaban con armas y bagajes a los que empezaron a denominarse rebeldes.
No mucho tiempo más tarde empezaron a aparecer, al igual que en Irak, Libia, Afganistán o Yemen, los fundamentalistas islámicos, fuertemente armados y organizados, dispuestos a entregarse en cuerpo y alma a la tarea de derrocar al último representante en la zona de un tipo de ideología que no consideraba a la religión, ni tan siquiera a la musulmana, como eje de la vida política del país (realmente el eje de la vida política del país era el propio Al-Asad). Este aspecto, desde mi modesto entender, posee una gran importancia, pues los integristas encontraron un nuevo campo de batalla, donde mandar a luchar y morir a sus fieles fanáticos. Una vez más surge en un país islámico la lucha política, y/o militar, entre un bando más o menos aconfesional y las fuerzas ultramontanas que amparan su actuación en las palabras de Mahoma, o en su interpretación. En Egipto, Turquía, Irak... se está produciendo este pulso entre estas dos formas antagónicas, al menos hasta este momento, de entender la vida, y por ende la política.
Este aspecto, que pudiera parecer menor, creo que da una idea clara de las tensiones que rigen la zona, y los intereses que en ella se cuecen. La lucha entre los partidarios de una sociedad laica, generalmente con un fuerte tendencia neoliberal, y los seguidores de las corrientes más extremas del Islam, con opciones intermedias que igualmente generan rechazo en unos y otros, parece ser una constante en aquellos países donde el poder no se encuentra firmemente asentado, como ocurre en las dictaduras del Golfo, donde la represión cercena cualquier tentativa, que existen y han existido, de derrocar las teocracias imperantes. Por tanto, parece que algo se descompone en una región convulsa, pero en la que durante décadas no hubo grandes cambios en los liderazgos políticos (tal vez sí de persona, en algunos casos por atentados, pero no tanto en los cuadros de mando) , al menos hasta el derrocamiento, y posterior asesinato, de Sadam.
Hace meses dediqué una entrada al juego de poder en la zona, la lucha soterrada entre Arabia e Irán, así como el papel de Israel, por lo que no considero necesario extenderme más sobre el asunto. Salvo cuando trate el tema de los suministros de armas, cuestión en la que alguno de éstos países aparece como proveedor de armas.
Para entender el conflicto parece oportuno recordar que Siria ha sido un aliado tradicional de los rusos (anteriormente también lo fueron de los soviéticos), de hecho el puerto de Tartús puede considerarse la única base militar rusa fuera de su territorio y, como es evidente, se encuentra sita en el país mediterráneo. Desde el ascenso al poder del padre del actual jefe de estado sirio, el general Hafed Al-Asad, en 1970 los lazos entre la U.R.S.S. y Siria se estrecharon de manera progresiva y firme, especialmente tras la Guerra del Yom Kippur. Por tanto, Rusia, al igual que China, que busca ampliar su campo de influencia política y económica, cada día un poco más, no desean la pérdida de un aliado fiel, que les permite una mayor influencia en la zona. Como resulta evidente por el transcurso de los acontecimientos de los últimos días, los de Moscú y los de Pekin parecen no tener interés alguno en dejar caer a la persona que mejor parece defender sus intereses en Siria.
Hemos hablado de potencias mundiales y potencias de la zona, y entre estas últimas no hemos citado a Turquía, con su gobierno islámico, elegido de manera democrática, que ha encontrado una fuerte contestación en la calle, debido a su deriva que pretende islamizar una sociedad fuertemente laica desde la época de Atatürk.
Turquía, el vecino de arriba, tiene fuertes intereses en la zona, como es obvio, y además tiene un conflicto "compartido" con Siria, el del pueblo kurdo. Mientras en Siria vive entre ell 5% y el 8% de la población kurda (resulta muy difícil obtener datos fiables de la población kurda), en Turquía el número de personas de origen kurdo es muy superior, cercano al 45% de los kurdos del mundo. Merece la pena recordar que el total de seres humanos que pertenecen al pueblo kurdo ronda los 60 millones. Curiosamente encontramos kurdos luchando contra Al-Assad, en el bando rebelde, y a la par nos encontramos con la ayuda que el régimen sirio proporciona a los kurdos del PKK, contra el enemigo común: Turquía (los enemigos de mis enemigos son mis amigos). Si nadie pensaba que se podía rizar aún más el rizo no andaba acertado. Los kurdos se enfrentaron a sus "compañeros" de fatigas, los islamistas fundamentalistas por el control de una zona, mientras que a su vez el Ejército Libre Sirio, los rebeldes, se vanaglorian de haber expulsado en 2012 a los kurdos, sus presuntos aliados, de zonas recientemente conquistadas en ese momento.
En definitiva, una galimatías de tres pares de narices.
Obviamente, para complicar un poquito más el asunto, Irán juega su papel, proporcionando armas al régimen sirio y el apoyo, bastante más que apoyo, a un grupo considerado como terrorista por Occidente y que consiguió detener en fechas recientes al hasta ese momento invencible ejército israelí. Hablamos, como resulta obvio, de Hezbolá.
Hezbolá, que sigue las proclamas chiitas de Jomeini, se mueve también por principios religiosos islámicos, por supuesto, y para muchos ciudadanos árabes constituye ante todo un grupo de resistencia frente al opresor extranjero. Hezbolá, que nadie lo dude, constituye un pequeño estado dentro de otro estado, como se pudo comprobar en Líbano.
De nuevo el fundamentalismo religioso aparece y, en este caso, para apoyar a Al-Assad. El puzzle es tan complejo que creo necesario dar un descanso al amable lector y dejar el resto de la información y opinión para un segundo post, que aparecerá a continuación de éste.
Un saludo.