jueves, 20 de mayo de 2021

LO OCURRIDO, LO QUE PUEDE OCURRIR

 Esta entrada llevaba tiempo en mi mente, pero por motivos personales, que no vienen a cuento, se ha ido demorando su escritura. Hoy, por fin, ha llegado el momento de plasmar mis pensamientos sobre diversos aspectos de la vida política, y no tan política, de este país.

Creo imprescindible comenzar por lo ocurrido en Madrid el 4 de mayo (parece que ha pasado una eternidad desde esa fecha) y la victoria apabullante de alguien con mucha ambición, pero no especialmente brillante en la faceta intelectual.

Existen interpretaciones de todo tipo y vendettas verbales, absurdas e inapropiadas, de los perdedores hacia los votantes, que les han dado de lado. Yo, por mi parte, voy a hacer una interpretación algo distinta del asunto, que puede explicar parte de lo sucedido.

Por un lado, parece obvio que el desplome de Ciudadanos (la marca blanca del PP, impulsada por el poder económico para suplir o ayudar a un PP, que no hace mucho era sinónimo de corrupción) ha contribuido al ascenso del Partido Popular; pero dicho ascenso no se explica solo por esa captación de votos provenientes del partido naranja. La mujer que dirigía y dirige los destinos de la Comunidad de Madrid tuvo un regalo maravilloso de la progresía patria, que sus asesores supieron explotar de manera admirable: el enconamiento con los madrileños que los partidos progres, y sus medios afines y no tan afines, pusieron sobre la mesa para intentar desgastar a Ayuso. Los madrileños se iban de puente durante el confinamiento, se pasaban el día en los bares (el mismo argumento que los nacionalistas catalanes usaban con extremeños y andaluces) y otro tipo de patrañas similares que, y lo digo con conocimiento de causa, tocaban mucho las narices a mucha gente de Madrid. Los asesores de Díaz Ayuso recogieron este caramelo y la presidenta de la comunidad comenzó a hablar del modo de vida de los madrileños como algo bueno. 

Alguien puede alegar que este argumento es absurdo. Puede ser, pero España ens roba es una falacia y ha calado hondo en muchos votantes de otro lugar del país. Las proclamas que van a las tripas no necesitan excesiva reflexión.

Esto, junto a los votos que recibió por mantener ciertos negocios abiertos en plena pandemia(votos que, en su mayoría, provenían de los dueños de esos locales, muchos de ellos proclives per se al PP), contribuyó a aumentar aún sus ya de por sí buenos resultados.

Por otra parte, los resultados de los partidos progresistas reflejan bien a las claras lo que es ese sector político en este momento. El PSOE de Gabilondo, hasta la bufonada del debate en la SER, proponía no subir impuestos, no cerrar bares... En otras palabras: lo mismo que Ayuso. Si una cosa parece clara es que los votantes suelen preferir al original, enviando al ostracismo, con el paso del tiempo, al sucedáneo. Si los socialistas, de nombre solo, plagian el programa del PP, o parte de él, para que votarles, si encima sus gerifaltes nacionales no hacen más que cargar contra Madrid. 

Lo de Unidad Podemos es el resultado de una gestión de un partido calamitosa, lo que es muy preocupante porque dicha agrupación está dirigida por un profesor universitario de Ciencia Políticas. Tal vez bastaría reseñar para ilustrar lo acaecido la evolución de un partido que nació asambleario y terminó rindiendo culto al líder. Sin embargo, me voy a explayar un poquito más sobre el asunto.

Además de las purgas internas ocurridas en el partido, con el beneplácito de las bases, de demostrar que todo lo que decían cuando empezaron, o cuando les convenía, era solo un trampantojo: abandonaron Vallecas para irse a vivir a un casoplón (cosa que dijeron que nunca harían), las fuerzas de seguridad del Estado les protegen día y noche (unos pocos años antes defendía Pablo Iglesias que dichas fuerzas solo protegen a los poderosos). El jarabe democrático parece que solo es bueno si lo reciben los otros. Los insultos solo resultan adecuados si van dirigidos a los otros... Unidas Podemos ha caminado hacia la especialización en ciertos sectores, minorías según ellos, llegando a caer en representaciones esperpénticas, esperpénticos y esperpéntiques, que han alejado aún más al votante de dicho partido. Cualquier partido con vocación de gobernar debe dirigir su mensaje al mayor número de votantes posible (no se trata de orillar a las personas que necesiten ayuda, se trata de abordar los problemas diarios de la mayoría de los ciudadanos). Estos teóricos expertos en Política han hecho todo lo contrario. Lo cual dice mucho sobre su incapacidad y/o conocimiento de la realidad de los ciudadanos de este país. 

Por otra parte, su entrada en el Gobierno, casi de manera testimonial (con la excepción de Yolanda Díez, poca o ninguna capacidad de decisión real tienen sobre lo que ocurre en el país), les ha llevado a la irrelevancia (no hace falta ser muy listo para saber que la jugada era apoyar la investidura desde fuera del Gobierno de Sánchez, apoyando aquellas leyes más progresistas o de izquierda, desmarcándose de las políticas de derechas/neoliberales). Cabe reseñar también que las cuestiones de su programa que se han implementado han sido un desastre o una farsa. La Renta Vital Mínima, que realmente prometió el nada progresista ministro Escrivá la misma tarde que prometió su cargo, ha sido un desastre. La derogación de la reforma laboral ha sido otra entelequia (de hecho los ERTEs son parte de esa reforma) y el único artículo que ha cambiado de dicha reforma ha sido una farsa: se ha pasado de considerar el despido por enfermedad procedente (20 días de indemnización) a improcedente (33 días de indemnización, pero sin obligatoriedad por parte de la empresa a readmitir al trabajador). Si en la reforma del artículo se hubiese escrito que el despido por esta causa es nulo la empresa no podría despedir al trabajador. 

Se debe reconocer la contribución por parte de Unidas Podemos a la subida del Salario Mínimo Interprofesional y alguna otra medida que ha redundado en el bienestar de los ciudadanos, pero, en líneas generales, su acción de Gobierno es pobre e ineficaz.

Para finalizar con el análisis sobre este partido, decir que la campaña en torno al fascismo que se montaron solo sirve para movilizar a sus votantes, alejando a otros muchos que buscan soluciones y no problemas fingidos.

Sobre el partido de Errejón decir que ha sido el segundo en la carrera en todos los sentidos. Los votantes buscan opciones que aún no les hayan decepcionado y Más Madrid supone una alternativa relativamente reciente a los partidos establecidos, que además ha hecho propuestas nuevas como, por ejemplo, indagar sobre la posibilidad de la jornada de cuatro días laborales. 

Parece oportuno concluir con VOX, partido de extrema derecha, que no fascista, recoge, al igual que Más País, el voto de aquellos descontentos que han votado o militado en otros partidos y que no han encontrado respuesta a sus necesidades. No comparto el mensaje neoliberal, vacío en muchos sentidos y retrógado en lo social de los de Abascal, y jamás optaré por un partido de derechas o de extrema derecha, pero entiendo a esa gente desilusionada que busca respuestas dentro del sistema. Porque, nos guste más o nos guste menos, VOX, como tampoco gusta EH a los de derechas, son partidos que están dentro del sistema y la gente busca alternativas a, cada vez peor, calidad de vida en muchos casos.

Y esto debe hacernos reflexionar. Por un lado, muchos votantes siguen buscando dentro del sistema, no queriendo destruirlo, solo cambiarlo. Por otra parte, los partidos progresistas, que no de izquierdas, han sido incapaces de articular una respuesta al neoliberalismo, porque todos lo aceptan como un hecho consustancial al sistema, y, por mucho que hagan propósito de acabar con sus tropelías, no son más que unos cómplices necesarios para que siga existiendo.

Lo ocurrido en Madrid no se puede desligar de lo que acontece en Cataluña, que supone otro problema para el PSOE. A pesar de que el PSC ha sido el partido más votado, el gobierno de esa comunidad autónoma seguirá en manos de los nacionalistas. Esto implica que ERC, uno de los puntales sobre los que asienta el gobierno de Pedro Sánchez, puede hacer lo que le dé la gana, apoyando al PSOE cuando le venga bien o "castigándolo" cuando les venga bien. Además, la unión de los republicanos catalanes con la derecha nacionalista catalana (no hay tanta diferencia entre ERC y los de Puigdemont) va a conllevar una serie de acciones, gestos, de cara a la galería (votantes separatistas), que van a poner, más de una vez, en un brete al gobierno de España. 

Si a eso le unimos que la desaparición, o casi, de Ciudadanos, cuyos votos, en su mayoría emigrarán al Partido Popular, lo que implicará un aumento significativo del número de diputados, entre otras cosas gracias a la Ley D´Hont, parece que la cosa no pinta bien para el PSOE a medio plazo. 

Un saludo.

viernes, 7 de mayo de 2021

TRAMPANTOJO

 Era la decimosegunda pregunta del concurso. La que marcaba la diferencia entre los que aspiraban a llevarse a casa un dinero respetable y los que, por sus cualidades, aspiraban a engrosar su cuenta corriente, tras impuestos, con una cantidad de seis cifras. Y allí se encontraba ella, tranquila, sin ninguna duda sobre la respuesta que correspondía a la pregunta que el presentador acababa de formular. Sin embargo, el protocolo no escrito, que obligaba al conductor del programa a alargar el tiempo entre la cuestión planteada y la solución del participante en el programa televisivo, impedía que ella dijese aquella palabra que la impulsaría a la antepenúltima prueba, antes de alcanzar la redonda cifra final: 1.000.000 euros, antes de impuestos.

- Elena, ¿sabes la respuesta? - inquirió el fornido hombre, que se encargaba de poner cara y ritmo al programa.

- Creo que sí. Casi seguro que sí - respondió ella.

- ¿Estás segura? - cuestionó el presentador.

Y en ese tira y afloja, que, a medida que avanzaban las pruebas, era un poco más largo; bien para transmitir una mayor emoción a los espectadores, bien para alargar el programa, bien para ambas cosas, ella desconectó del verbo fluido que, el sujeto que se encontraba frente a ella, dirigía esta vez al público y pensó en lo ocurrido hace más de diez años. Recordó como se enteró de que aquel que ella consideraba el hombre de su vida le engañaba con una de sus amigas. Rememoró los rostros de ambos cuando les sorprendió en su cama y las absurdas excusas que Antonio, su pareja en ese momento, acertó a articular. Tampoco pudo evitar volver a dar forma al dolor que sucedió a ese doloroso descubrimiento. Unos primeros días de aturdimiento a los que siguieron meses de dolor íntimo, entrelazados con una sensación de traición. De una traición llevada a cabo por la persona por la que había apostado para construir su proyecto vital. De una traición que la dejaba vacía de convicciones y de afecto hacia nada y hacia nadie.

- ¿Entonces, no deseas variar tu respuesta? - dijo el presentador dirigiéndose a ella, lo que la sacó de aquella remembraza.

- No, mi respuesta sigue siendo la misma...

Tras unos segundos, que al espectador le podían parecer interminables, el conductor del programa dijo la palabra mágica: ¡Correcto!, y se sumaron varias decenas de miles de euros a la cantidad ya ganada por Elena. 

Un poco más de charla insustancial, dirigida hábilmente por el afamado actor que conducía el concurso y, de nuevo, una complicada pregunta que ella debía contestar de manera correcta, para poder seguir participando en aquel programa. Sin embargo, a pesar de lo que pudiese parecer, ella rebosaba tranquilidad. Parecía que las cuestiones planteadas no supusiesen un reto para el intelecto y los nervios de aquella atractiva mujer, que frisaba los cuarenta años. No dudó ni un segundo en lo que debía replicar a aquella enrevesada cuestión que le había lanzado el fornido cincuentón que se situaba frente a ella. 

De nuevo se repitió el mismo proceso de alargar el tiempo entre la respuesta de la concursante y la validación de esta por parte del conductor del programa, y, de nuevo, ella se sumergió en su vida pretérita, aunque esta vez pensó en Andrés, ese amor imposible, al que conoció meses después de romper con Antonio. Andrés era un compañero de trabajo, casado y con dos hijos, del que ella creía estar perdidamente enamorada. Ella tardó en darse cuenta de que cuando no se encontraba junto a él tampoco le echaba de menos. También en darse cuenta que él no constituía más que un remedo de lo que había ver en Antonio. En realidad, había idealizado a su compañero, esperando de esa manera conseguir un antídoto para la soledad que sentía. Esa soledad que no creía sentir junto a su expareja, hasta que descubrió que todo lo que ella creía tener solo era un artificio. Se dio cuenta de que el flirteo en la oficina se había convertido para ella en una falsa pasión, en un trampantojo, con el que intentar esquivar su realidad. Y fue a partir de ese momento donde aprendió a negociar y a convivir con ese sentimiento de soledad, que acabó constituyendo un compañero tan fiel y predecible como su trabajo. Y fue a partir de ese instante donde se dio cuenta de que idealizar a alguien para llenar oquedades afectivas solo podía definirse como una forma de engañarse. También fue ese instante donde comprendió que resultaba más fácil para ella renunciar a encontrar alguien a quién amar, que vivir con la incertidumbre del miedo al engaño. al fracaso.

- Elena, ¿no deseas cambiar tu respuesta? Nos jugamos mucho dinero - dijo el presentador, dirigiéndose a la concursante, que pareció retornar de un mundo lejano. 

- Creo, estoy segura casi al cien por cien, de que ese es el título de la novela - repuso ella con una serenidad difícil de ver en este tipo de situaciones.

Se repitió, una vez más, el ritual en el que el hombre utiliza argumentos que intentan llevar al espectador, y también al concursante, al terreno de la duda, alargando el veredicto sobre la idoneidad. o no, de lo aportado por la participante en el programa. 

Tras un par de minutos interminables, de nuevo aparece la palabra deseada: ¡Correcto! y todo parece cobrar otro cariz. La tensión se desvanece, la alegría parece aflorar en el plató de televisión y el actor que da vida al programa parece preocuparse más por el estado de Elena y por su vida personal.

- ¿Nerviosa? No lo pareces.

- Un poco - aclaró ella.

- Creo que no estás casada ni tienes hijos. ¿Perteneces a esa nueva generación de mujeres emprendedoras, que tanto están haciendo por cambiar la imagen de la mujer? - cuestionó él.

- Sí, mi trabajo es algo muy importante para mí - expresó la aludida, sin profundizar mucho más.

- ¿Estás preparada para la penúltima pregunta? 

- Sí, claro. He venido a concursar.

Tras lo que el presentador leyó una nueva cuestión que Elena debía resolver. Ella no dudó y emitió una contestación que, por la seguridad que emanaba, no dejaba lugar a dudas sobre la idoneidad de la misma para solucionar lo planteado por el representante del programa unos segundo antes.

Como en ocasiones anteriores, el hombre se enzarzó en un monólogo, que parecía generar más tensión en los espectadores que en la concursante, que no parecía escuchar la parrafada del presentador. De hecho, había vuelto a su mundo interior y a rememorar otro pasaje de su vida. Un episodio que podía haber acabado muy mal para ella, pero que se solventó con el mínimo daño. Cuando ingresó en la empresa en la que trabajaba pasó a engrosar la plantilla selecta encargada de las inversiones del capital gestionado por dicha compañía. Al principio todo discurrió bien, muy bien; pero ese buen hacer devino en confianza y en la asunción de riesgos, en muchos casos innecesarios y desmesurados, que acabaron como era previsible: con perdidas significativas para los dueños del dinero invertido. Lo ocurrido hubiera acabado, o al menos detenido momentáneamente, la carrera profesional de cualquiera, pero el currículum de Elena pesó bastante a la hora de afrontar responsabilidades y todo se solucionó, al menos para ella, con cambio de sección en la sociedad: pasaría a encargarse del área de relaciones sociales. A nadie, ni tan siquiera a una importante compañía de inversión, le interesaba despedir al vástago de una de las familias que más poder ha acaparado durante los últimos siglos en el país. El desastre económico se remedó con contabilidad ficticia y con dinero oculto en paraísos fiscales.

- ¿Completamente segura de tu decisión? - fue la última frase que dirigió el tipo cincuentón a la mujer que tenía frente a él.

- No tengo duda alguna - respondió con determinación ella.

- Veamos si tiene o no tiene razón...

- ¡Correcto! - Gritó el conductor del programa, provocando el aplauso del público presente en el plató. - ¡Increíble la seguridad de Elena! Se nota que estás acostumbrada a tomar decisiones importantes en tu vida. Imagino que tu trabajo de ejecutiva conlleva tomar este tipo decisiones y  que habrás vivido situaciones tan estresantes como esta. ¿No te parece que ser mujer hace que abordes este tipo de retos con una perspectiva diferente y mejor que la de los hombres?

- Sí, creo que ser mujer ayuda a sortear este tipo de situaciones estresantes, aportando soluciones nuevas e imaginativas, que conducen a una respuesta más adecuada.

- A veces me gustaría tener esa perspectiva femenina para abordar ciertos hechos de mi vida - apostilló el presentador, antes de volver a centrar la atención sobre el concurso y sobre la que iba a ser la última pregunta del mismo. - Resta acertar esta pregunta para que te lleves a casa un millón de euros. ¿Estás preparada?

- Vamos a ello

Y el actor que conducía el programa procedió a leer la cuestión postrera.

Elena, tras unos segundo donde parecía dudar, dijo con mucha calma la contestación que consideraba apropiada. 

El presentador parecía no salir de su asombro ante la tranquilidad que emanaba la concursante en una circunstancia tan trascendente y así lo expresó ante las cámaras, elogiando el comportamiento de la participante. Sien embargo, y a pesar de los halagos, la mujer seguía impertérrita, parecía que lo que estaba sucediendo en ese momento no iba con ella. 

Tras unos largos e interminables segundos el hombre volvió a preguntar a la concursante si estaba segura de su respuesta, a lo que replicó con un escueto sí. 

Mientras el conductor de aquel concurso elogiaba a Elena, como representante de una nueva generación de mujeres emprendedoras, capaces y triunfadoras por su capacidad y esfuerzo, la aludida pensó que resultaba fácil estar segura de que esa era la respuesta correcta, pues media hora antes de comenzar a grabar el programa el director del mismo, junto con el hombre que en estos momentos está alabándola, le habían proporcionado un listado con lo que debía responder a cada pregunta para ganar, por primera vez en toda la historia del concurso, un millón de euros.