NADA IMPORTANTE
Te reconocí en el carmín de una camarera,
en el sabor del pan de maíz
y en la ausencia, que por momentos, aplasta.
Me reconocí en la toma de decisiones,
en la duda de los días corrientes
y en el cansancio que, en ocasiones, asfixia.
Me siento, inestable,
sobre la pulsión de estos caminos bifurcados,
segmentados por la distancia a tus labios,
a tus senos voraces y reconfortantes,
transitando ese espacio entre tú
y miles de relatos imposibles
trufados de victorias improbables,
contrapuestas a la realidad
de las vidas corrientes,
ancladas a sueños ocultos
en las profundidades de océanos domesticados,
exangües tras cada claudicación.
Ahora, detenido en este lugar desgastado,
las mañanas aúllan una tras otra.
Nada importante.
Quizás no eras tú,
quizás no era yo,
quizás sólo se trataba confusión
o de un sentimiento real
yaciendo en algún lugar sin nombre,
en un lecho oxidado;
hibernando en un cuarto de ventanas acenagadas
donde la carcoma de la esperanza
no encuentra su itinerario,
y todo lo abarcable se transforma en un habitáculo interior,
iluminado de luna nueva
sin resquicios al viento de la mañana,
creador de caricias,
de la colisión de los cuerpos,
y del sonido de los bailes.
Mientras, amanece hoy también,
nada importante.