jueves, 14 de abril de 2022

EL ETERNO RETORNO

Solo veía sus ojos verdes, que penetraban en él con la dulzura de lo que conmueve, porque la mascarilla tapaba el resto de su rostro. También cabe la posibilidad de que se fijase en ellos, casi en exclusiva, por su belleza. Jamás se lo planteó. No lo necesitaba. Nadie reflexiona sobre aquello que resulta más poderoso y placentero que la lógica de los hechos.

Varias veces se había armado de valor para hablar con ella, pero nunca encontró la situación adecuada. Bien porque la osadía se había diluido en el intervalo de tiempo que discurría desde que él se lo propuso hasta que tuvo ocasión de hablar con ella; bien porque no encontró la situación adecuada o bien porque se sentía tan feliz junto a ella, hablando de temas baladíes o importantes, que le resultaba suficiente con disfrutar de esos momentos, que con casi total probabilidad resultarían los mejores del día.

A pesar de sus dudas, inseguridades y demás cuestiones relacionadas con un posible fracaso, consecuencia de algo parecido a una declaración de sus poderoso y confusos sentimientos hacia ella, no podía obviar que ella había cambiado su forma de actuar, mostrándose cada vez más cercana a él. Mucho más cercana, implicase esto lo que pudiese implicar. Desconocía sí solo buscaba paliar la soledad que sabía sentía ella, o había algo más profundo. Tampoco había realizado cábalas sobre esta nueva situación, simplemente la aceptaba y la disfrutaba, ni tenía la más mínima intención de hacerlas. Sólo sabía que se había entreabierto una puerta.

No recordaba el momento en que se sintió atraído por ella, ni tan siquiera si en un principio solo existió atracción física o hubo algo más. Sí tenía conciencia, con la nitidez del relámpago que asalta la oscuridad de la noche, del momento en que haciendo el amor con su expareja se la imaginó a ella, con sus caderas voluptuosas, ocupando el lugar de la persona con la que se encontraba en esos momentos  practicando sexo. Lo rememoraba casi tan diáfanamente como la excitación que eso le supuso. 

Desde ese momento, con vaivenes debidos a diferentes cuestiones, siempre pensó de manera regular en ella como algo más que una amiga. De hecho, esa parecía ser la única certeza que tenía sobre la cuestión. Podía asegurar que la deseaba, casi de manera irracional. A veces tenía dificultades para no confesarla en voz alta todo lo que despertaba en él su pequeño y a la vez rotundo cuerpo. Sus caderas, sus no muy grandes pero bonitos pechos, su aparentemente duro y bonito trasero... Pero, en otras ocasiones sentía la necesidad de que ella estuviese cerca, como si se tratase de  un creyente que está perdiendo la fe y necesitase una señal de su dios. Precisaba de ella con la vehemencia de quien no quiere que su mundo se desmorone.

En ese estrecho margen, entre lo carnal y lo platónico se movía él...hasta el día que él, con otras palabras, le contó todo lo anterior y sintió, a la par, alivio y vergüenza, amor y deseo, fracaso y valentía, invierno y verano, el universo y un átomo y silencio... El de ella.

A partir de eso momento todo aconteció con la naturalidad de aquello que, desde hace tiempo, solo hace falta ensamblarlo para que tome sentido. Robaron a Cronos tiempo para sellarse el uno al otro, para mirarse, para acariciarse, para hablarse palabras propias, para quererse por sus imperfecciones o para hacer el amor de nuevo, ya que ambos hacía tiempo que habían olvidado lo que suponía esto, aunque hubiesen practicado sexo en muchas ocasiones desde aquel la última vez que sintieron algo más que placer junto a otra persona. Después, él acariciaba su pelo negro y la abrazaba y ella se dejaba abrazar, haciéndose un ovillo, sintiéndose protegida y amada  y él sentía el aire de su respiración lenta sobre su pecho, mientras la besaba la frente. Hasta que ella, poco después, huía hacia su otra vida. 

Él volvía a su cama tras acompañarla y cerraba los ojos, dejándose llevar por el olor del perfume de ella, uno, único e inconfundible, aún presente en la habitación , a la par que rememoraba lo ocurrido hacía no más de una hora. No se lamentaba de no poder disfrutar junto a ella más tiempo. Al revés, daba gracias por saber que se sentía correspondido y poder disfrutar de su atención, de sus sentimientos compartidos, de su cuerpo, de su respiración cuando la abrazaba.

Y allí, en su cama, escuchó de improviso: "Pick me up been bleedin too long. Right here, right now..." y, tras un primer momento de desconcierto, comprendió que en el despertador de su móvil sonaba Alone i break de Korn. En ese instante una nube de frustración descargó sobre su aún abotargado cerebro y maldijo todo lo que había soñado o, tal vez, haber despertado. Despertar de nuevo solo o, al menos sintiéndose solo, a pesar de que a su lado dormía una mujer, a la que la voz de Jonathan Davis no había conseguido desvelar de su profundo sueño. 

El sentimiento de vacío y de frustración le hizo plantearse que no se trataba de un sueño lo que su mente pergeñó hacia unos minutos, más bien se podía considerar una pesadilla. Como una pesadilla había sido la noche anterior practicar sexo con la mujer que yacía al otro lado de la cama, mientras él pensaba en una mujer morena, de ojos verdes...