martes, 4 de enero de 2011

¡QUÉ OS DEN!

El sistema de alianzas entre países ha pretendido ser útil para defenderse mutuamente de enemigos externos, intentando que la unión de voluntades sirviera de freno a las posturas agresivas del enemigo, real o supuesto, que amenazaba con acabar con el ideal de vida que las clases dirigentes de los estados consideraban la mejor para sus pueblos o ciudadanos (tómese la palabra pueblo o ciudadano a voluntad, en función de lo poco o nada que escucharan esas élites dirigentes a las necesidades de los ciudadanos que representaban).
En todo caso, estas alianzas, siempre buscando el beneficio propio, se han utilizado desde tiempo inmemorial para vencer, convencer y, siempre, para que las élites en el poder lo mantuvieran.
Los resultados de estos pactos interestatales han sido dispares. Desde la alocada reacción en cadena que llevó a la 1ª Guerra Mundial, hasta la política de bloques de la Guerra Fría que dirimía sus diferencias en terceros países, que no pertenecían al núcleo duro de las alianzas formales (se pueden observar algunas excepciones a este hecho, pero son eso, excepciones).
Es también reseñable que, generalmente, los diversos bloques hacían concesiones, en mayor o menor medida, para evitar la confrontación directa. Tal vez el ejemplo más claro lo podemos observar en 1938, cuando se le permite a la Alemania nazi ocupar los territorios que desea para evitar la guerra (unos visionarios los políticos británicos y los franceses).
Ésta ha sido la tónica general del último siglo y de siglos anteriores también, respecto a como luchar contra los enemigos. Sin embargo todo ha cambiado. Dejando de lado a enemigos como Bin Laden y lo que representa (tal vez mucho menos de lo que nos quieren hacer creer), desde el punto de vista de este humilde bloguero, el auténtico enemigo actual es la avaricia de los magnates de la economía y sus movimientos para depauperar a los ciudadanos occidentales y, por supuesto, no paliar las necesidades, agónicas en muchos casos, de los ciudadanos que han tenido la fatalidad de nacer en países asolados por la miseria y/o la guerra.
Esta vez el enemigo carece de un nombre definido. El más usado para denominarlo es mercado, pero esto es lo mismo que si alguien tiene un cáncer y el médico utiliza constantemente la palabra enfermedad para definir el tumor que le corroe las entrañas. No existe, especialmente por parte de los gobernantes, interés en poner nombre y apellidos al enemigo de los ciudadanos. Tal vez si se le pusiera nombre o nombres a esta tumoración el nombre de muchos de nuestros "representantes" aparecería como tercer o cuarto apellido a la hora de definir el virus o bacteria que corroe nuestra sociedad. Seguramente sea por ello que no muestren excesivo interés en ubicar al enemigo y presentarlo con nombres y apellidos.
El lector se podrá preguntar a cuento de qué todo este rollo, mezclando políticas bélicas o prebélicas y economía. Muy sencillo, al menos desde mi punto de vista. Teóricamente, las alianzas entre países se realizaban para salvaguardar la integridad de los mismos y con ello la de sus ciudadanos. Uno concibe que el empobrecimiento generalizado de las personas de un país o de una zona, especialmente si éste es debido al interés de unos pocos, es poco menos que un casus belli, la seguridad de los ciudadanos, la económica también, es lo que debe regir las actuaciones políticas de los gobernantes y un ataque contra esta seguridad debe ser motivo de alarma y defensa de la dignidad de los ciudadanos de ese país o esa zona del planeta.
Pero hete aquí que ésto no ha ocurrido. Más bien al contrario.
Para demostrarlo voy a remontarme al año 2008, año en que explotó todo este embrollo en el que nos vemos inmersos a fecha de hoy, de mañana, de pasado mañana y, con total probabilidad, de muchos pasados mañanas.
Cuando los políticos, que habían dejado hacer a los especuladores con total libertad, se encuentran con el pastel de que el sistema creado desde los años 80, nunca estaremos lo suficientemente agradecidos a Reagan y a Teacher por implementar políticas ultraliberales, y consolidado en la década pasada por lumbreras como Bush se viene abajo, las voces de estos mismos políticos, con Sarkozy como tenor estrella, clamaban contra un sistema desajustado, falso y que, por supuesto, sólo repartía la riqueza entre unos pocos, generando un gran número desigualdades sociales, proporcionales a la riqueza que amasaban unos pocos en nombre del libre mercado.
Como dije anteriormente corría 2008 y todos parecían saber quien era el enemigo. Se habló de limitar la especulación, de luchar contra los paraísos fiscales... Bla, bla, bla.
El tiempo pasó y todo cambió: el enemigo paso a convertirse en nuestro aliado necesario, nadie sabe bien porqué, y se culpabilizó de todo a los ciudadanos. Los ciudadanos eran derrochadores, ganaban mucho dinero, eran poco competitivos, requerían demasiados servicios, se querían jubilar a una edad muy temprana...
Como se puede comprobar la alianza primigénea entre países para luchar contra el enemigo común, la ruina generada por un sistema agonizante, deshumanizador y basado en artificios de todo tipo, entre ellos los contables, se ha convertido en una nueva Santa Alianza: la alianza para no molestar al enemigo, culpando y haciendo pagar a los ciudadanos los desmanes cometidos por los especuladores y por qué no decirlo, por los políticos que les dejaron actuar tranquilamente.
Creo necesario refrescar los datos de 2008 para que no perdamos la perspectiva de donde estamos situados y porqué hemos llegado hasta aquí.
Los acontecimientos y los políticos complices han ido virando la carga de la prueba para no apuntar a los responsables de tales desmanes, terminando por culpabilizar al ciudadano de a pie de todo aquello en lo que no ha tenido arte ni parte; al menos el ciudadano de a pie no ha pergeñado ni impulsado unas políticas neoliberales carentes de toda base científica (aspecto éste importante, pues muchos "economistas" buscan fórmulas mágicas para explicar los comportamientos humanos, que sigan buscándolas que tendrán trabajo toda la vida, aunque sea no haciendo nada productivo) y por supuesto humana.
Es evidente que la miopía de esta élite gobernante no es tal. Más bien pretenden no cambiar nada o casi nada de aquello que les ayudado a auparse al poder, lanzando para ello una serie de mensajes que adulteran la realidad de los últimos años. Ellos son parte del sistema podrido en el que estamos sumergidos y no pueden, ni quieren, reconocer sus errores, porque saben que son parte del problema.
La respuesta está empezando a llegar, con cuentagotas es verdad, pero movimientos resistentes se están organizando y actuando en la calle: estudiantes, trabajadores, funcionarios sin ir más lejos en Murcia y, por qué no decirlo, otros de cariz más agresivo, como los movimientos anarquistas que envían bombas en Grecia e Italia.
Los políticos que rigen nuestros destinos están aplicando una política de hechos consumados, aderezados con una propaganda mediática torticera y bastante chapucera en muchos casos (muchos contertulios tienen que comer y se venden por un plato de lentejas), pero, desgraciadamente para ellos y para nosotros, esta historia de la crisis es algo más que un resfriado pasajero y la gente aguantará un tiempo, todos lo hacemos cuando esperamos un beneficio, un premio o algún tipo de refuerzo a medio/largo plazo, la cuestión es: ¿serán capaces de proporcionar a los ciudadanos un beneficio, un premio o algún refuerzo dentro del plazo necesario?
Por supuesto les queda otra opción. Intentar que los ciudadanos vivamos en lo que Seligman denominó indefensión aprendida. Es decir, hacernos sentir que hagamos lo que hagamos los ciudadanos, estas actuaciones no servirán para nada. Es evidente que esto funciona con un número de personas limitadas, pero entre millones de ciudadanos siempre habrá un grupo de ellos, mayor o menor, resistente a estas políticas y que arrastrará a otras personas, pocas o muchas, no lo sé decir, a actuar contra el miedo y la impasibilidad.
Me gustaría terminar con algo que, a priori, no tiene nada que ver, pero que a uno sí le parece en cierta forma relacionado.
La persona que actualmente ocupa, creo que ocupa es el verbo adecuado, el cargo de Ministra de Sanidad (sí, esa que no ha hecho nada más que pertenecer a un partido durante toda su vida laboral), la tal Leire Pajín, ayer se despachó con una declaraciones en las que incitaba a los ciudadanos a denunciar a otros si incumplían la ley sobre el no fumeteo de reciente entrada en vigor. Uno, no pudo evitar que le viniera a la mente la historia de ese niño "modelo" que, durante la época de Stalin, denunció a sus padres ante las autoridades por despotricar contra el régimen, con el resultado consabido para los progenitores.
Señora, señorita, en todo caso miembra del aparato del gobierno: váyase a la porra. Métase su política de delaciones, así como aquella otra feliz idea que tuvo sobre los "padres maltratadores" (por supuesto estoy en contra del maltrato), aquella en la que sin demostrar que habían existido malos tratos por parte del hombre, se podía privar a los acusados de criar a sus hijos (hágase el favor de leer la Constitución, donde nadie es culpable a no ser que se demuestre ante el poder judicial y éste lo decida así) por donde le quepa.
Política de delaciones, respuestas inmediatas ante denuncias no probadas ante un tribunal. ¿Eso es todo lo qué podemos esperar de nuestros políticos? Me temo que sí: represión, confusión, delación. Cualquier cosa antes que luchar realmente por los derechos del ciudadano cuando hay que plantar cara al poderoso. Cuando hay que plantar cara al que os ayudado a llegar y manteneros en el poder. Y tiparracas como la Pajín, de cortas luces y gran ambición, no se molestan en disimular que ese es su ideal y su forma de entender la sociedad que dicen construir.
¡Qué os den!
Un saludo.

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