lunes, 8 de julio de 2013

DE NUEVO ANTE EL TECLADO

De nuevo puedo garrapatear, aún con alguna dificultad, todo tipo de incoherencias y bellaquerías, que ya había ganas. ¡Para qué ocultarlo!
Estas dos últimas semanas, de dolor y pausa bloguera, no han impedido que mi cabeza siga dando vueltas a diferentes temas, más o menos actuales, pero, sobre todo, han servido, o eso creo, para distanciarme del día a día, contemplando la estulticia y el empozoñamiento moral de unos pocos, los que nos dirigen. En el fondo uno no puede evitar pensar que el clasismo. la discriminación y la criminalización del más débil, que intentan ocultar con florituras verbales, alimentan su existencia. No les importa mentir, humillar, falsear lo evidente, con tal de extender su misérrimo mensaje. Y este aspecto, la falsedad de los mensajes que nos lanzan, va a servir para desarrollar esta rentrée, espero que con buen pìe.


Uno de los grandes embustes, no se puede llamar de otra manera, de los seguidores de la Economía Patológica se sustenta en la persecución de modelos implantados, o presuntamente implantados, en países, más o menos remotos, que proporcionan, en teoría, unos mejores niveles de vida a los ciudadanos de esas naciones. Lo truculento del asunto radica en que ofrecen macrocifras, su forma de distorsionar la realidad favorita, para sustentar sus mentiras. Sin embargo, a pesar de su empeño por pintar de rosa la injusticia, la realidad acaba deshaciendo el artificio ornamental. Nos proponen seguir "modelos" como el alemán (en torno a un tercio de los berlineses necesitan ayudan de las administraciones para llegar a fin de mes) o como el brasileño (hemos comprobado hace bien poco lo "contentos" que se encuentran los ciudadanos brasileños con el reparto de la riqueza en su país), llegando en algún caso a proponer que sigamos el ¿¿¿ejemplo??? de China.


Sea como fuere, existan o no esos modelos beatíficos, que no existen, la estrategia que plantean los políticos, los economistas patológicos y demás recua, compuesta por mamporreros mediáticos, sigue el ya manido camino recorrido por las diversas religiones: el sacrificio de hoy dará como resultado el paraíso futuro. Paraíso sobre el que no pueden ofrecer más pruebas de su existencia que la mera fe que nos deberían merecer sus palabras.
No, no existe ese edén, ni nada parecido. Lo que realmente ocurre resulta evidente: los que ofrecen esos milagros, que surgirán tras sacrificios sin cuento, lo único que pretenden es seguir en lo más alto de la pirámide social, disfrutando de privilegios sin cuento, a costa del sufrimiento de un cada vez mayor número de personas.


La única realidad, les guste o no, se basa en que la economía ha dejado de ser, si alguna vez lo fue, la gestión de unos recursos limitados, puestos al servicio de la sociedad, para que sus ciudadanos alcancen un nivel de vida que le permita tener, al menos, lo mínimo para vivir sin problemas. A fecha de hoy, la economía se trata de un montón de números sin sentido alguno. Números que sirven para justificar el alto nivel de vida de unos pocos. Números, que como si de la Cábala se tratase, sólo pueden ser entendidos e interpretados por una casta sacerdotal, que como toda casta sacerdotal, se inventa los rituales para impedir el acceso a la misma de cualquier extraño.
Ni los germanos, ni los brasileños, ni el modelo chileno o chino suponen panacea alguna. La única panacea a la que debemos esperar, y exigir, es el reparto justo de la riqueza, que generará una disminución de las desigualdades y un nivel de vida digno para todos los habitantes de este planeta casi esférico. Cualquier otra cosa supone una distracción, cuya finalidad es alargar esta situación, indigna e inhumana, en la que la acumulación de riquezas de unos pocos supone la desgracia de la mayoría.
Un saludo.

3 comentarios:

Loam dijo...

Pues nada más que añadir sin caer en la redundancia. Como en el cuento de Christian Andersen, sólo que en este caso "el rey" no va desnudo, sino "forrado".

Me alegro de tu patente mejoría.

Salud!

Piedra dijo...

Vaya, ¡hombro nuevo! :)

No hay demasiada diferencia entre la economía de ningún país, ni la ha habido desde hace décadas.
Cierto que unos ofrecen más ventajas o menos y mejores o peores condiciones, pero solo de forma puntual y transitoria unas y otras.
En lo básico todos los países funcionan igual puesto que todos persiguen los mismos fines: el progreso de sus estados para prevalecer ante el resto. Todo lo demás son las consecuencias de esto que nos arrastra de forma involuntaria.

Salud, (que falta hace)

PACO dijo...

Hola a ambos.
Nada que añadir sobre lo que habéis escrito, excepto mi gratitud por seguir ahí.
Un saludo.