Para cualquier observador imparcial la Guerra Civil (1936-39) constituye un fracaso de la convivencia del conjunto de los ciudadanos de un país, en este caso España. Con independencia de a quien se pueda atribuir la responsabilidad de tal hecho (sobre el golpe de estado no hay duda: los responsables fueron los militares y civiles que acabaron con la legalidad vigente), parece claro que la fractura ideológica del país condujo a aquel desastre.
A este desastre contribuyó de manera poderosa que los partidos más moderados fueran perdiendo importancia en favor de otras opciones menos extremas. El descalabro de los radicales de Lerroux (que años antes preconizaba la idea de "levantar las faldas a las novicias para hacerlas madres") constituye el mejor ejemplo. Aunque a fuerza de ser sincero Lerroux y compañía se lo buscaron a pulso con el caso del estraperlo y algún otro que vino después.
La importancia de ciertos grupos extremistas como Falange o el P.C.E. (juguete estalinista, como todos los partidos comunistas de la época) era muy poca, al menos en lo referido a su representación parlamentaria. Teniendo mucha más importancia la CNT, el mayor sindicato español de la época, por delante de la U.G.T.
Respecto a la situación de violencia en las calles mucho se ha hablado. La historiografía moderna (la de verdad, no la de César Vidal) defiende que la extrema derecha fue mucho más virulenta que la extrema izquierda en los años previos a la Guerra Civil, cometiendo más atentados y provocando más muertos.
Si a ello le unimos el resentimiento de los militares africanistas, que vieron cercenados sus privilegios por Azaña al principio de la 2ª República y la oposición del clero al a 2ª República, fueron los primeros en organizarse contra la misma, tenemos un cóctel nada apetecible para un país, que sufría ls consecuencias de una crisis mundial que no acabaría hasta años después de la 2ª Guerra Mundial.
Sea como fuere, la guerra estalló con las consecuencias que todos sabemos. El bando ganador, el de Franco, adoptó la estrategia de uno de los cabecillas del golpe de Estado, el general Mola. Adoptó la política de exterminar al enemigo. Llevándola Franco hasta el paroxismo, alargando la contienda de forma innecesaria (la estrategia del carnero que dijo uno de los generales afines y amigos del dictador) con la finalidad de acabar con toda resistencia, ayudando de esta manera a consolidar su poder.
Esta politica de exterminio del enemigo produjo como resultado una infinidad de asesinatos y de enterramientos clandentinos de defensores de la República, que fueron ejecutados por defender la legalidad vigente.
El nacionalcatolicismo del que se tiñó el ŕegimen del dictador, especialmente tras ver como Alemania iba claudicando ante los soviéticos en el Este y los Aliados en Occidente, tampoco perdonó a los "enemigos" y las ejecuciones sumarísimas, asesinatos, siguieron produciéndose con total normalidad, especialmente en los años inmediatos a la guerra. Con enterramientos clandestinos de los asesinados.
A fecha de hoy siguen existiendo en nuestro país miles de personas enterradas en lugares ignotos para sus familiares, que fueron asesinados en aquellos años.
Uno, aficionado a la historia, por lo que intenta verla de manera desapasionada, no puede evitar sentir asco cuando escucha a un fulano pepero, el tal Hernando, hablar de dinero y de avaricia cuando se refiere a los familiares de los asesinados. Entiendo que la cultura en la que está inmersa: Bárcenas, Gurtell... le lleve a pensar de esa manera miserable y piense que todo el mundo tiene motivaciones similares. Pero no, querido estómago agradecido, hay gente que sólo quiere recuperar a sus seres queridos, que fueron ejecutados por personas que hace casi ochenta años militaban en partidos de una idea similar a la tuya.
Es de justicia que todas las personas enterradas de manera clandestina (hace falta ser cobarde para, teniendo el poder absoluto, ocultar sus criminales actos) sean rescatadas de su olvido y entregadas a sus familiares. No se trata de realizar un acto de fe, ni nada parecido. Sólo se debe procurar que estas personas, como cualquier otra, tenga una sepultura donde sus familiares les puedan recordar o llorar. Para ello las administraciones deben poner todo su empeño en que ciudadanos españoles asesinados en un brutal contienda reciban la dignidad de la que se les privó. No embarcarse en este tipo de actuaciones significa, al menos desde mi punto de vista, que se sigue siendo cómplice de la atrocidad que nos separó y nos masacró.
Antes de acabar esta entrada me gustaría hacer referencia a la cobardía de cierta gente.
En Argentina se ha abierto un procedimiento contra personajes siniestros del franquismo, que torturaron y en algún caso mataron, a ciudadanos que nos pensaban como ellos. Todo ello en la brutalidad del régimen, que necesitaba personajes tan siniestros como éstos para seguir existiendo. Estos tipos, como los de cualquier otra dictadura, muestran su calibre moral cuando se les intenta hacer rendir cuentas por parte de cualquier tipo de tribunal democrático. Si durante los regímenes dictatoriales se autoproclaman los defensores de la esencia patria, cuando la justicia les reclama se convierten en ratas, que huyen abandonando todo, y se olvidan de que, según ellos, todo lo hacían por el bien de la patria. Parece que su espurio concepto de patria se basa en imponer el sufrimiento y el dolor a todos aquellos que no entran dentro de sus cánones patrioteros.
Un saludo.
Sea como fuere, la guerra estalló con las consecuencias que todos sabemos. El bando ganador, el de Franco, adoptó la estrategia de uno de los cabecillas del golpe de Estado, el general Mola. Adoptó la política de exterminar al enemigo. Llevándola Franco hasta el paroxismo, alargando la contienda de forma innecesaria (la estrategia del carnero que dijo uno de los generales afines y amigos del dictador) con la finalidad de acabar con toda resistencia, ayudando de esta manera a consolidar su poder.
Esta politica de exterminio del enemigo produjo como resultado una infinidad de asesinatos y de enterramientos clandentinos de defensores de la República, que fueron ejecutados por defender la legalidad vigente.
El nacionalcatolicismo del que se tiñó el ŕegimen del dictador, especialmente tras ver como Alemania iba claudicando ante los soviéticos en el Este y los Aliados en Occidente, tampoco perdonó a los "enemigos" y las ejecuciones sumarísimas, asesinatos, siguieron produciéndose con total normalidad, especialmente en los años inmediatos a la guerra. Con enterramientos clandestinos de los asesinados.
A fecha de hoy siguen existiendo en nuestro país miles de personas enterradas en lugares ignotos para sus familiares, que fueron asesinados en aquellos años.
Uno, aficionado a la historia, por lo que intenta verla de manera desapasionada, no puede evitar sentir asco cuando escucha a un fulano pepero, el tal Hernando, hablar de dinero y de avaricia cuando se refiere a los familiares de los asesinados. Entiendo que la cultura en la que está inmersa: Bárcenas, Gurtell... le lleve a pensar de esa manera miserable y piense que todo el mundo tiene motivaciones similares. Pero no, querido estómago agradecido, hay gente que sólo quiere recuperar a sus seres queridos, que fueron ejecutados por personas que hace casi ochenta años militaban en partidos de una idea similar a la tuya.
Es de justicia que todas las personas enterradas de manera clandestina (hace falta ser cobarde para, teniendo el poder absoluto, ocultar sus criminales actos) sean rescatadas de su olvido y entregadas a sus familiares. No se trata de realizar un acto de fe, ni nada parecido. Sólo se debe procurar que estas personas, como cualquier otra, tenga una sepultura donde sus familiares les puedan recordar o llorar. Para ello las administraciones deben poner todo su empeño en que ciudadanos españoles asesinados en un brutal contienda reciban la dignidad de la que se les privó. No embarcarse en este tipo de actuaciones significa, al menos desde mi punto de vista, que se sigue siendo cómplice de la atrocidad que nos separó y nos masacró.
Antes de acabar esta entrada me gustaría hacer referencia a la cobardía de cierta gente.
En Argentina se ha abierto un procedimiento contra personajes siniestros del franquismo, que torturaron y en algún caso mataron, a ciudadanos que nos pensaban como ellos. Todo ello en la brutalidad del régimen, que necesitaba personajes tan siniestros como éstos para seguir existiendo. Estos tipos, como los de cualquier otra dictadura, muestran su calibre moral cuando se les intenta hacer rendir cuentas por parte de cualquier tipo de tribunal democrático. Si durante los regímenes dictatoriales se autoproclaman los defensores de la esencia patria, cuando la justicia les reclama se convierten en ratas, que huyen abandonando todo, y se olvidan de que, según ellos, todo lo hacían por el bien de la patria. Parece que su espurio concepto de patria se basa en imponer el sufrimiento y el dolor a todos aquellos que no entran dentro de sus cánones patrioteros.
Un saludo.
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