martes, 4 de febrero de 2014

HISTORIA INCONCLUSA

Desde un principio vislumbró que no resultaría empresa fácil. Convergían dos mundos destrozados, con diferente pronóstico sobre el tiempo necesario para resurgir de sus propias cenizas. Pero no podía evitar sentirse atraído por la posibilidad de encontrar un bote salvavidas en aquel naufragio  personal que le tocaba vivir.
Todo transcurrió con una celeridad inaudita, por lo menos inaudita hasta ese momento de su vida. Aquella vida que parecía anclada de manera firme y que, en un suspiro, acabó desarraigada, como un árbol en medio de un huracán. Se conocieron sin conocerse; lo que le hizo recordar aquellos matrimonios concertados , típicos de lejanos lugares y no tan lejanos tiempos en nuestra propia sociedad. Pero en realidad nada hubo de concertado, ni  de pactado. Todo se debió a la palabra y, de forma más que plausible, a la propia necesidad mutua. Sabía que se encontraban en situaciones bien diferentes; aunque en los dos existía la necesidad de sentirse arropados, tanto de manera afectiva como a través del contacto físico.
En poco tiempo se estableció un juego construido sobre el apoyo a la otra persona, los miedos propios y la entrega. Ambos presentían que todo aquello, maravilloso por otra parte, tenía fecha de caducidad. O, al menos, así querían creerlo. Pero en esa provisionalidad tortuosa él se desenvolvía con soltura y diluía su otra lucha en aquel verde inabarcable que definía su mirada.
Jugaban a sentirse adolescentes a ratos. Mientras en otros momentos sopesaban el peso de sus respectivas existencias y se animaban para seguir avanzando en pos de sus intereses personales. Extraña conjunción que saltaba por los aires, sin aparente causa, en el momento más inesperado. Él sentía, cuando todo sucedía, que el tiempo que tenían destinado se escapaba entre las manos, sin razón alguna.
Era consciente de que el miedo de ella y la situación actual de él, la que le tocaba vivir, lastraba todo. Pensó en varias ocasiones que si todo esto hubiese ocurrido un par de años después las cosas habrían sido bien distintas, pero, como hace tiempo aprendió, se trataba de vivir el presente y hacer castillos en el aire sólo sirve para pasar el momento.
En estos momentos, bloqueado en muchos aspectos, no se encontraba con excesivas fuerzas para saltar la valla que había aparecido de nuevo entre ellos, aunque le apetecía intentarlo. En realidad dudaba entre esperar, dejar transcurrir el tiempo (¿tal vez esos dos años?) o abordar la cuestión con firmeza.  Se sentía desconcertado y dudaba entre imitar al cazador del Paleolítico,  en su territorio y con su gente de siempre ,  o al agricultor del Neolítico, que con paciencia conseguía su cosecha.
Tal vez, sólo tal vez, lo que más le desconcertaba del asunto radicaba en  a pesar de mimar la tierra, utilizar la mejor simiente, y  de seguir todas las pautas para conseguir los frutos deseados, algo,  inesperado, pudiera  acaecer y volar todo por los aires como si le descerrajasen un tiro a quemarropa,  acabando con todo lo que se ha construido con paciencia. Él deseaba construir, envolverse en una mirada o en sus brazos. Por desgracia, la destrucción ya le acompañaba sin necesidad de buscarla.
Él era consciente de que era alguien importante para ella. También ella lo era para él. Mucho. Pero el miedo ajeno y las ganas de vivir cada segundo fuera del torbellino que constituía su vida parecían chocar con una violencia desmedida que se llevaba lo mejor de ambos.
¿Cazar? ¿Sembrar? ¿Vivir lo conocido? ¿Aventurarse a realizar algo nuevo?...

Ahora, como estoy un poco desentrenado en el arte de escribir, tras más de un mes apartado de él, le propongo que finalice el relato como desee. ¿Qué haría usted en el lugar del protagonista? Si lo desea puede escribir el final en los comentarios. Cualquier idea será bien recibida.

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