miércoles, 16 de marzo de 2016

DE PROFUNDIS



No sé si al lector le habrá sucedido, pero el que suscribe se encuentra en uno de esos periodos en que las convicciones que antes resultaban firmes, y creía inamovibles, se tambalean de forma evidente. Intuyo que esto sucede como parte de un proceso de maduración de una experiencia vivida hace bastante tiempo atrás. O tal vez, fruto de la edad. ¡Vaya usted a saber! En todo caso, lo que si puedo constatar es que en mi forma de entender el mundo se están produciendo una serie de cambios. No se trata de renunciar a credos ni a de derribar coordenadas morales básicas, No. Más bien el proceso me lleva a pensar en la estulticia, e incluso en la inmoralidad, de personas y organizaciones que dicen luchar por unos ideales, y que sólo se permiten alzar la voz para hacerse notar. Desde hace mucho tiempo no considero que existan personas a las que se pueda admirar en todas sus facetas. Los seres humanos somos un cúmulo de bondades e iniquidades, que incluso pueden variar en función de quien considere cada actuación o cada código de conducta. Sin embargo, consideraba que existían ideas loables, eso lo sigo pensando, así como personas y organizaciones que luchaban por conseguir hacer realidad esos planteamientos. Por desgracia he comprobado que una gran mayoría de ellos no son más que parte de un sistema, que no desean cambiar en realidad. No tienen intención de alterar todo para que sufra una transformación radical. 
Lo que más me molesta del asunto, sin duda alguna, es la necesidad de estos actores de pontificar sobre aspectos que desconocen, intentando convencernos de la bondad de sus ideas. Bajo su apariencia, en ocasiones, de gente tolerante, todo su afán se centra en imponernos su forma de pensar. Me resulta vergonzoso escuchar a botarates, (y botaratas, no se me vaya a enfadar la tropa- y el tropo-) hablar sobre ciertos temas, desvirtuando la realidad, bien de manera intencionada (muchas veces), bien fruto de su ignorancia. En el fondo se trata de arañar las superficie, tampoco mucho, sin acercarse, ni por error, a los cimientos de la sociedad.
Como divago en exceso voy a poner algunos ejemplos, sobre ámbitos variados, para que el sufrido lector (siento mi tendencia a irme por las ramas) pueda saber de lo que hablo.
Uno escucha hablar a todo tipo de personas sobre Educación. Para empezar sería más correcto hablar de sistema educativo o de Educación formal, pero no vamos a entrar en sutilezas que nada aportan a lo que pretendo exponer. Existen pontífices, fachas y  progres, que dan recetas mágicas sobre cómo y qué se debe hacer en la Educación. Desde volver al aprendizaje memorístico, hasta la bufonada de la importancia de Educación para la Ciudadanía para cambiar valores (ya hablé en otra entada sobre lo absurdo del planteamiento). En medio encontramos todo tipo de propuestas que van desde educar sobre hábitos alimenticios, a crear programas informáticos, pasando por todo tipo de propuestas e ideas, a cuál más... sugerente. Todo ello se va aliñado por la necesidad de los medios de elevar a categorías casos anecdóticos, sangrantes, que deben ser erradicados, de acoso o discriminación. Cuando la prensa no tiene con qué llenar minutos o páginas bombardean con cuestiones puntuales, creando un estado de alarma social. 
Pues, queridos señores, desde mi modesto punto de vista, bastaría con que esos botarates, iletrados en este asunto, supiesen que un buen docente debe saber hacer tres cosas:
- Enseñar a hacer. Desmenuzar los procedimientos para conseguir los aprendizajes.
- Enseñar a aplicar. Generalización de lo aprendido. 
- Aprender a ponerse en el lugar del alumno. 
Sencillo, ¿verdad? No se trata de asignaturas, ni de deberes, ni de docentes interinos o de docentes de religión contratadas a dedo y expulsadas de igual manera. Mucho más sencillo: la cuestión es cómo conseguir que nuestros hijos aprendan más y mejor. Sin embargo, el lector habrá escuchado disertar a "expertos" llenar espacios hablando sobre... Hablando.
Otra cuestión que me enerva es el asunto de los refugiados. Para comenzar debemos situar el asunto. En estos momentos existen más de cincuenta millones de refugiados en el mundo, la mayor cifra desde la II Guerra Mundial. Los refugiados sirios, o los que aspiran a serlo, son unos más de un conjunto de personas que han debido huir de sus hogares fruto de guerras, dictaduras... Respecto a los refugiados sirios, países como Jordania, Líbano, Irak o Turquía han acogido a una cantidad ingente, superior a la que pretende dar cobijo el conjunto de la Unión Europea. Sin embargo, lo que más me llama la atención es que, tras cinco años de guerra civil, hasta que Rusia ha intervenido nadie ha hecho nada sensato para intentar que millones de personas no deban abandonar sus hogares o para que el número de muertos en dicha contienda, unos 300.000, no siga aumentando. Somos tan correctos que mantenemos unos ejércitos con Eurofighters, tanques Leopard, blindados Pizarro, buques multiusos de nueva generación... y permitimos que unos bárbaros genocidas, que dicen actuar según no sé que ley religiosa, asesinen a personas de manera industrial e inmisericorde. En el fondo se trata de curar la herida de los que sufren lejos, porque resulta impensable que los nuestros mueran, ayudando a acabar con el calvario por la que pasan esos que sufren lejos. Con que mueran los que viven a miles de kilómetros y acoger a los que huyen cuando llegan a nuestra zona de influencia parece suficiente. Por supuesto, acogerles es hacer muchas alharacas cuando llegan y olvidarnos de ellos a los cuatro días. Sigo diciendo lo mismo, que he repetido en otras ocasiones: pensemos si nos hubiese gustado que Reino Unido y, sobre todo, Francia hubiesen ayudado a la II República en su combate contra los golpistas fascistas, evitando la salida de una multitud de exiliados republicanos. Intervenir militarmente buscando aprovecharse los recursos económicos de un país resulta una atrocidad, que debería estar penado por las leyes internacionales (que deberían haber sufrido personajes como Bush, Blair, Aznar o Durao Barroso). Intervenir en un caos, donde una parte de los contendientes son unos salvajes, cuya única ley, en caso de triunfar, sería una vulneración de los derechos humanos, debería constituir una obligación.
Aprovecho que he mencionado el golpe contra el gobierno legítimo de la República para hacer referencia a otro asunto que demuestra lo absurdo de todo aquello que intento plantear. Ciertos medios utilizan noticias sobre el atroz franquismo para encabronar a su grey. Uno, considera que esta forma de funcionar demuestra a las claras, de nuevo, como se intenta manipular a la gente como a borregos y, ¡ojo!, existe mucha gente, de uno u otro bando, que se presta a ese juego. El período en que el dictador genocida fue el mandamás de este país es una época negra de nuestra historia, que todos deberíamos conocer con cierta profundidad. Conocerlo para saber de dónde venimos, quiénes son algunos de los que siguen en nuestras vidas (por ejemplo, Juan Luis Cebrián, el Consejero Delegado del grupo PRISA -la SER, El País...- fue subdirector de Pueblo, el diario del Movimiento, o director de Informativos de RTVE en 1974) y, sobre todo, para hacernos una idea de conjunto. Si, por ejemplo, el papel de la Iglesia fue criminal durante la guerra y en los primeros años del franquismo, en la última década una parte de la Iglesia fue una formidable fuerza de oposición al franquismo.
Valga como prueba que CC.OO. se gestó en movimientos católicos, que el gobierno de Franco estuvo a punto de ser excomulgado por un problema con un obispo contestatario o que en Zamora existía una cárcel para curas. Por eso creo que resulta necesario que en vez de "incendiar" las redes sociales cuando un programa de televisión habla del trabajo semiesclavo de los prisioneros "polílticos" durante el franquismo, la gente mueva el culo y se entere de lo que ocurrió en realidad. En el fondo, cuando se habla de hechos puntuales se busca tener al personal entretenido, focalizando su atención ante el enemigo. Tal vez mucha gente se sorprendería que un coronel del ejército republicano, Casado, un socialista, Prieto, y un coronel anarquista, Cipriano Mera, fueran los responsables, por su acción nefanda contra Negrín, y por su entrega de la República sin condiciones a Franco, de que muchas personas, entre ellas las Trece Rosas, cayeran en manos del sanguinario ejército franquista (que ya había demostrado en lugares como Badajoz o Málaga cual era su modo de proceder).
Tal vez mi desilusión venga de que los que dicen representar unos valores no representan nada más que el desconocimiento y que todos vivamos sumergidos en el caldo espeso de lo superficial. Tal vez todo se deba a que me hago viejo. Tal vez todo se deba a que en este mundo triunfan las personas acomodaticias. Tal vez toda la entrada sea algo absurdo. Espero que sea usted, amable lector, el que lo juzgue.
Un saludo.

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