domingo, 26 de junio de 2016

CONTRA TODOS

Leía en una red social la reflexión de un fulano, que defendía que la homosexualidad siempre ha estado perseguida. No lo oculto, mi reacción fue la de costumbre: crea progres ignorantes y manipularás el mundo a tu antojo, pues la izquierda se zambullirá en esa miseria intelectual y moral, no suponiendo un problema para el neoliberalismo. ¡Pedazo imbécil! No debes haber leído ningún diálogo de Platón, ni tampoco habrás oído hablar de la tropa de élite tebana, que combatió con tal ferocidad a Filipo II (padre de Alejandro Magno), que el propio Filipo mando que se erigiera un monumento en su honor. El problema no son las tendencias sexuales y afectivas de cada uno, muy respetables y por las que yo no pregunto (suelo valorar a las personas por sus actos), el problema radica en la estulticia.



Hace poco recordé una obra del marxista Bertolt Brecht, Los fusiles de la Madre Carrar, ambientada en la Guerra Civil español. Como el lector recordará la obra teatral narra como la Madre Carrar se niega a dar los fusiles de su marido, muerto en la lucha contra los militares, para que se continúe con dicha lucha. Tras la muerte de su hijo mayor, pescador, a manos de los golpistas la mujer cambia de idea y aporta el armamento a la causa de la lucha antifascista. En este mundo hay demasiadas Madre Carrar, personas que mientras no les toquen a ellas hablan de pacifismo y son muy flower power, pero, por desgracia, existen locos genocidas organizados, estoy pensando en ISIS, a las que se debe combatir por tierra, mar y aire. A todos aquellos que consideren que su un belicista, les diré que repasen las consecuencias del Acuerdo de Munich del 38. Unos acuerdos que, a cambio de dar Checoslovaquia a la Alemania nazi, sólo consiguió aplazar un año la II Guerra Mundial. Unos acuerdos en los que Mussolini apareció como el gran bruñidor de la paz. Todo dicho.



Imagino que el lector habrá escuchado la expresión. "Arden las redes sociales". En realidad se suelen referir a Twitter. Como el lector conoce, dicha aplicación permite enviar mensajes, a lo sumo de 140 caracteres, que, de inmediato, aparecen en la pantalla de las personas que sigan al emisor de dicho mensaje, y en la de los que no siéndolo, indaguen en la etiqueta (hashtag) que pueda llevar el mensaje. Lo curioso del asunto es la expresión arden las redes sociales. Para que ardan la redes sociales un hashtag tiene que ser utilizado a la vez por mucha gente, convirtiéndose en trending topic (algo así como la lista de éxito del momento). Con cincuenta mil personas que utilicen la misma etiqueta durante unas horas basta para que se situé un hashtag en lo más alto. Como resulta obvio, no todos los tuits enviados comparten opinión. Incluso los que critican algo lo pueden hacer por distintos motivos. Sin embargo, para los medios la existencia de unos tuits, por lo general de los mismos tuiteros, sirven de referencia para asegurar que mucha gente está posicionada en contra de algo o alguien. Por casualidades del destino la postura de los tuiteros suele coincidir con la que defiende ese medio.  



Siguiendo con los medios de comunicación y las redes sociales, no hace falta estudiar Periodismo para darse cuentas que "indagando" y haciendo público lo que aparece en las Redes Sociales, Twitter, los medios consiguen llenar programación con menos personal, lo que ayuda a mitigar la gran cantidad de despidos de trabajadores de dichos medios. Menos información, menos investigación, más efectismo. En realidad, se trata de hacer pasar por fiable algo que carece de toda fiabilidad. Las personas que escriben en las redes sociales no tiene que saber nada de los asuntos de los que tratan. De hecho, cuando uno domina un asunto y ven lo que escriben algunos de los tuiteros más seguidos te dan ganas de arrancarte la piel a tiras. 



Escuchaba en la radio a Alfonso Rojo, un tipo que me parece un estómago agradecido, capaz de aparecer en cualquier medio, hablando sobre lo que sea, sin tener ni idea en muchos casos de los que dice. Cuando andaba en estas disquisiciones me acordé de aquel momento en que llamó a Ada Colau "gordita" para defender su punto de vista sobre el asunto de los desahucios. En mi modesta opinión, con esta argumentación Rojo demostró su falta de capacidad. Sin embargo, lo que me llamó la atención fue lo que ocurrió después. Alguien puso en marcha una campaña tildando a Alfonso Rojo de machista por haber dicho eso. De nuevo los modernillos haciendo de las suyas: ante una imbecilidad, otra aún mayor (de nuevo la estulticia). Vamos a ver, personas de poco seso, si queremos igualdad, yo sí, debemos considerar que debaten personas con argumentos, más o menos elaborados. Si alguien llama gordita a otra persona demuestra su cortedad. Ni más ni menos. En realidad los machistas son los de la campaña, que piensan que a una mujer no se le puede decir nada por el mero hecho de ser mujer, tratando a las mujeres poco menos que de seres indefensos y de escasa inteligencia. Machismo, queridos imbéciles, es cuando alguien dice a una mujer que, por ser mujer, no puede hacer lo que fuere. Para saber si algo es machismo basta con aplicar en sentido inverso lo que se dice. En otras palabras, si yo le dijera a un hombre que por ser hombre no puede hacer cualquier cosa sería una majadería. ¡Ah, espera! Que eso ocurre de manera continua, con los estereotipos de género que defienden algunos de estos personajillos del feminismo. 



Siento frustración cuando escucho o leo a gente de derechas y progres que todo lo importante de la Historia gira en lo ocurrido desde la II República hasta aquí. No siento frustración porque la gente hable desde la rabia o el desconocimiento. Lo que me molesta es que Franco se salió con la suya: quería gente inculta, incapaz de articular una respuesta intelectualmente coherente contra él y contra lo que había de venir después de él y lo consiguió. 

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