Evitemos la muerte en suaves cuotas,
recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo
mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Pablo Neruda.
Ruido. Ruido por todas partes en la mayoría de medios de comunicación, defendiendo a los suyos y vilipendiando a los ajenos, mientras la vida de las personas sigue, ajena al complot palaciego continuo de la Villa y Corte. ¡No hemos aprendido nada!
Tal vez lo peor del asunto es que la gente se una a esos saraos interesados, como si la vida les fuese en ello. Al final, este Motín de Aranjuez mediático del siglo XXI, lo que refrenda es que nos gustan las "caenas" y los sátrapas que nos encadenan.
Sin embargo, pese a la estulticia de los seguidores de unos y otros, esta tragedia ha dejado ver ciertos problemas, preexistentes, a los que no se ha dado importancia hasta ahora, por la buena marcha del negocio en algunos casos (literalmente) y, en otros, porque no parece oportuno desvelar que esta sociedad postindustrial sigue regida por pensamientos mágicos.
Lo que ha escandalizado a la gran mayoría, en España y en otros países, es el elevado número de personas ancianas muertas en las residencias de ancianos. Los unos, siempre enzarzados en los tejamanejes de la Corte, han cargado contra la privatización de las residencias. Los otros contra la nula gestión de Pablo Iglesias, que el 19 de marzo se hizo cargo de la coordinación nacional para dar respuesta a esa situación. En ambos casos solo demostraron su falta de interés real por lo ocurrido y por dar soluciones a corto, medio y largo plazo.
En Extremadura, cuando escribo esta entrada, han muerto 469 personas por este virus, de ellas unas 75 en una sola residencia de ancianos, El Cuartillo, en Cáceres, de titularidad pública, (Junta de Extremadura).
En Valladolid, las dos residencias de ancianos con mayor problema son propiedad de la Diputación Provincial.
Imagino que si el lector indaga encontrará, por desgracias, más casos similares.
No, no es un problema de pública o privado, es un problema del modelo de atención, asistencial, obviando el sanitario y, sobre todo, de que la esperanza de vida de las personas es bastante alta, afortunadamente, y se debe dar una respuesta a este envejecimiento de la población. Por supuesto, la sociedad neoliberal, basada en producir y consumir, ve un problema en estos ancianos, que solo consumen y no producen. Les interesa como consumidores, de ahí el negocio de las residencias, pero intentan orillarlos, porque no son productores. Los productores, sus hijos, sus nietos, deben centrar todas sus energías en trabajar y en consumir.
Por supuesto, Pablo Iglesias no podía hacer nada en esta crisis cuando asumió la coordinación. Primero porque era tarde, el mal ya estaba muy extendido y segundo porque, desde mi punto de vista, es un tipo que, fuera de la retórica, es incapaz de gestionar nada relacionado con la res pública de manera efectiva y, mucho menos, de proponer en serio la colectivización de los medios de producción.
Este esquema de pensamiento expuesto hace un par de párrafos: la importancia de que quien pueda producir debe producir y quien solo pueda consumir no debe interferir en que la gente trabaje, es aplicable a los niños. La urgencia en el Gobierno, y en ciertas comunidades autónomas, así como en otros países, por abrir los centros educativos (con consecuencias previsibles) se debe a que la fuerza del trabajo debe producir a toda costa y los que solo pueden consumir no deben, ni pueden, interferir en ello. No importa las consecuencias ni la finalidad, solo producir. ¿Para qué tener tiempo para criar a nuestros hijos?
Algún lector, con acierto, podrá alegar que la paralización de la Economía sufrida durante estos meses nos puede llevar a la quiebra y muchas personas ya están sufriendo las consecuencias de ello. Cierto. Pero, como se dijo al principio, la intención de esta entrada va más allá de lo que acontece en un momento dado de crisis. Se pretende exponer que lo que ocurre ahora es el efecto de una forma de funcionamiento generalizada mucho antes de que el maldito virus entrase en nuestras vidas. De hecho, las manifestaciones de la derecha lo único que intentan es movilizar a sus fanáticos y, de paso, intentar hacer creer que la única forma de vivir es como hasta ahora: viviendo, o malviviendo en muchos casos, para producir y consumir. Y, ¡ojo!, los progresistas tampoco se oponen a eso.
El ruido de los partidos políticos, y de sus medios cómplices, sirve para movilizar a esos hoolingans y, sobre todo, para tapar la ineptitud de unos y otros ante esta crisis. Se trata de desviar la atención de los propios y de los ajenos hacia aspectos que, poco o nada, van a mejorar nuestra calidad de vida.
Personalmente, estoy harto de gente de derecha y de progres que lo único que cuentan es lo malos que son los otros. ¡No! Se os ha elegido en el Estado, en las CCAA, en los ayuntamientos para dar soluciones, no para meteros con el otro.
Esos fanáticos mancillan el dolor de toda esa gente que ha visto como los suyos morían, como han sufrido la virulencia de la COVID-19 en sus carnes. Esos hoolingans ningunean el horror que han vivido y protagonizado esos sanitarios tomando decisiones que en su vida habían tenido que tomar. Esos acólitos del líder que priorizan las siglas políticas sobre el miedo y la angustia de sus conciudadanos.
Y este aspecto, el del líder, es crucial. No se defienden ideas políticas, se defienden líderes. Todos los políticos han demostrado su ineficacia, cuando no su estulticia, durante esta situación, pero los suyos les siguen arropando de manera incondicional. Si de verdad defendiesen ideas políticas, en vez de defender un discurso del pelamanillas ambicioso de turno, comprobarían si sus actos se corresponden con su ideario y, sobre todo, su eficacia a la hora de gestionar lo ocurrido. No se trata solo de ideas. En estos momentos tiene mucha más importancia la capacidad de gestión. Si esta ha sido nefasta, como la ha sido en la mayoría de los ámbitos políticos, se deberá pensar que personas resultan las más adecuadas para poner en práctica, de manera eficaz, esas ideas.
Pero esto último es muy complicado para las mentes cerriles de derechistas y progres, acostumbradas a embestir contra el contrario como única forma de interpretar la realidad. No quieren construir, solo permanecer.
Tras esta reflexión parece oportuno dar una giro y acabar la entrada hablando sobre el pensamiento mágico, del que hablaba al principio de esta entrada, que durante estos meses tanto ha estado presente en medios y redes sociales. Para ello vamos a hacer un poquito de historia.
Durante la Peste Negra, siglo XIV, una pandemia que acabó con la vida de una tercera parte de los habitantes de Europa, surgió la idea de que los culpables eran los judíos. Por toda Europa, la Península Ibérica incluida (España aún no existía), los pogromos (la persecución a los judíos, llegando en muchos casos al asesinato) fue un hecho. Ellos eran los "culpables" de este castigo. Ante la impotencia, el miedo y el terror, se buscan culpables, sin ningún fundamento.
En nuestros tiempos sucede lo mismo. Se ha atribuido la aparición del virus al 5G, a un experimento de laboratorio fallido o premeditado, a un castigo, casi divino, por hollar la Naturaleza...
Por supuesto, la explicación es mucho más simple, y tiene que ver con un hecho tan sencillo como que somos parte de esa Naturaleza y que los virus mutan aleatoriamente y, en algunos casos, afortunadamente pocos, esas mutaciones son letales para nosotros. Se trata de darwinismo puro. Los virus mutan cada vez que se replican, algunos mucho, como el VIH, lo que lleva a que no exista una vacuna, pues las mutaciones la hacen inútil y otros mutan mucho menos, como parece que ocurre con el que nos tiene confinados.
En otras palabras, si existe este tipo de cuestiones es porque somos parte de la Naturaleza y, de vez en cuando, nos toca la china. Lo que debemos aprender es a prevenir, a actuar con prontitud, para evitar dramas como el que estamos viviendo.
Achacar lo que ocurre a unas antenas, a un plan preconcebido para sembrar el mal o cualquier otra cuestión indemostrable no difiere en mucho de culpar a los judios o a los dioses.
Un saludo.
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