viernes, 10 de diciembre de 2010

BUSCANDO ENEMIGOS

¿PARA CUÁNDO LA VERDAD SOBRE EL ASESINATO DE COUSO Y DE  LA MASACRE SOBRE LOS SAHARAUIS?

Un problema se puede abordar de diferentes formas: buscando la solución definitiva, dejándolo enquistarse, poniendo un parche, ocultándolo... Imagino que el lector conocerá casos en que las diferentes opciones barajadas han sido las elegidas para afrontar situaciones problemáticas en sus vidas o en las de personas conocidas. 
Lo curioso del asunto tiene lugar cuando el problema afecta a una administración, un gobierno o una gran corporación financiera o industrial. En estos casos la prioridad no es siempre abordar el problema para solucionarlo de inmediato, como parece lógico. El manual de uso común en este tipo de organismos viene a decir que tras el escándalo inmediato hay que aprovechar la coyuntura para sacar algún rédito propagandistico, con la finalidad de fortalecer la imagen de los responsables (especialmente de las cabezas visibles que han originado el problema) y, si ésto no es posible, y a veces siéndolo, crear un enemigo al que cargar las culpas de la situación, consiguiendo con ello desviar la atención del gran público y diluir responsabilidades.
Ejemplo de libro de lo anteriormente expuesto: WikiLeaks.
Veamos porqué.
El asunto de WikiLeaks demuestra que la seguridad de EE.UU. falla más que una escopeta de feria. La filtración de información secreta, muchísima información secreta,  revela que existe un agujero en algún lugar de la administración estadounidense, que permite la salida de manera impune, o casi, de comunicaciones de carácter privado con destino a medios de comunicación. Lo normal es buscar al culpable, que parecen tenerlo, y revisar el sistema para que ésto no vuelva a ocurrir. La revisión del sistema, vulnerable como ha quedado demostrado, conlleva la destitución de las personas encargadas de que el mismo funcione, cuestión que no ha ocurrido. Es aquí donde empieza a funcionar el mecanismo de distracción expuesto en párrafos anteriores. Una vez se tiene una cabeza de turco, o un responsable verdadero, generalmente un elemento del engranaje anónimo y fácilmente sustituible, ya no se sube más en el escalafón y comienza el acoso y derribo del enemigo creado. En este caso el malvado responde al nombre de Julian Assange, creador y cara visible de WikiLeaks.
Sobre la movida del australiano creo que no hace falta escribir nada, es de sobra conocida la surrealista historia que está viviendo. 
Sin embargo, a este humilde bloguero si que le apetece profundizar, mínimamente, en los objetivos perseguidos y conseguidos por EE.UU. con esta maniobra.
Desde mi modesto entender los objetivos perseguidos y, en cierta forma, conseguidos han sido básicamente dos:
  1. Diluir el efecto de las informaciones generadas por las filtraciones. En este momento es tan importante, o más, lo que le está ocurriendo al fundador de WikiLeaks que las noticias que se derivan de los cables secretos de las diversas embajadas. Véase como los ataques cibernéticos a diferentes páginas web, generados como respuesta a los problemas que esta teniendo la página del australiano y él mismo, ocupan tanto o más espacio que la información que produce la desclasificación no autorizada de los cables diplomáticos.
  2. Avisar a futuros publicadores de secretos, especialmente si éstos se publican en gran cantidad y desde medios de comunicación que no son los de toda la vida de Dios, de lo que les puede suceder.
En este caso parece claro lo que está sucediendo y no creo descubrir nada nuevo con lo descrito hasta el momento. Pero en otros casos esta manipulación puede no ser tan clara. Veamos un ejemplo.
Hace unos meses, en Chile se desmorronó una mina y quedaron atrapados varias decenas de mineros, imagino que el lector se acordará del caso. Afortunadamente, todos ello fueron rescatados con vida.
Uno podría pensar que las actuaciones tras la catástrofe, concretamente durante el rescate, fueron un ejemplo. Sí, pero con matices.
El rescate en sí, la logística principalmente, se puede definir como admirable. Sin embargo, la actuación de los políticos, especialmente de Sebastián Piñera, fue detestable.
Aunque Sebastián Piñera hacía poco que había accedido al poder, en ningún momento anterior al accidente se mostró preocupado por las condiciones de seguridad de los mineros chilenos. De hecho la mina, parece ser que no tenía una segunda salida de seguridad, como ocurre en otros muchos sitios y de ahí derivó todo el problema. ¿Qué hizo el fulano en cuestión? Dos cosas, una correcta y otra no tanto.
  1. La correcta, priorizar salvar a los mineros.
  2. La incorrecta, arroparse en la bandera chilena, apelar al orgullo chileno y otro serie de añagazas de similar calado para hacer olvidar que a esa situación se había llegado por la falta de seguridad en las instalaciones mineras y por el poco interés de los gobiernos, los pasados y el suyo, en mejorar tal situación.  A fuerza de ser sincero, reconozco que tras todo el embrollo comentó que había que mejorar tal situación. Desconozco cual es el grado de cumplimiento de sus palabras.
Como se puede observar, el apelar al orgullo nacional para tapar una neglicencia es un buen remedio para diluir responsabilidades. Por supuesto se buscaron enemigos, los dueños de la mina. A los que se criminalizó, posiblemente con razón, pero a los que se había dejado con total impunidad, hasta el momento del accidente, que mantuvieran su explotación abierta en tales condiciones,; sin exigirles que tuvieran un fondo económico previsto para sufragar un posible rescate o, en su defecto, un seguro que cubriera tal circunstancia y, más importante,  no preocupándose de fomentar una mejora de las condiciones de seguridad de los trabajadores. Digo yo que alguna responsabilidad tendría el gobierno en este hecho.
No quiero enrollarme más, últimamente lo hago mucho. Sólo me queda despedirme.
Un saludo.



No hay comentarios: