jueves, 6 de octubre de 2011

EL HOMBRE QUE PREGUNTÓ

La entrada de hoy narra una historia, imaginaria o no, eso lo decidirá el lector, que aconteció en un tiempo y en un lugar... Invitó al lector a que lleve a cabo un ejercicio de imaginación, decidiendo el lugar en el que van a transcurrir los hechos, él que más le apetezca.  De igual manera, le animo a que ubique en el tiempo lo que va a leer a continuación, pudiendo datarlo antes o después de iniciar el relato, eso lo dejo, como no podía ser de otra manera, al libre albedrío de cada uno. 
Una vez conocidos los parámetros temporales y espaciales comenzaremos nuestra narración. 
En un lugar... sucede/ha sucedido/sucederá lo que ha continuación paso a narrar con este mi torpe lenguaje, esperando que a quien lo lea al menos haya de interesar. 
En la habitación de las resoluciones trascendentales siguen reunidos unos tipos a los que a simple vista sólo parece unir que todos se encuentran sentados en torno a una mesa de mastodónticas dimensiones y que, sin excepción alguna, todos visten trajes realizados en telas exclusivas, de precio prohibitivo para el común de los mortales.
Cabe destacar que la única finalidad de toda aquella congregación de oropeles en las que se enguantan sus eminencias, no es otra que decidir sobre lo que más  conviene a todos en estos momentos de incertidumbre y desasosiego, que nos acompañan desde hace tiempo y que no se han podido trocar en  ese estado de felicidad y bienestar que hasta hace poco parece inherente a la existencia misma.


Si indagáramos un poco, no hace falta un exceso de celo tampoco, comprobaríamos que los próceres ahora mismo congregados en aquella magna sala, y de los que tanto espera la gente arracimada en las inmediaciones de aquel recinto semisagrado, no eran reconocidos por sus iguales, e incluso por sus inferiores, como genios o autoridades inigualables en cuestiones de organización y ordenamiento de este sistema aquejado de achaques impredecibles, que se reproducen sin causa aparente. Entonces, ¿por qué los tipos de la habitación son éstos y no otros más altos o bajos, más guapos o más feos, más listos o más tontos? Nadie lo sabe, ni nadie nunca ha tenido intención, de indagarlo. Las cosas vienen así. Impuestas, regladas prefieren decir algunos, por una tradición que se pierde en el inicio de los tiempos, o tal vez no, pero a nuestros protagonistas, ahora enfrascados en deliberaciones trascendentes, les gusta creer que sí, que su legitimidad se ha forjado en tiempos de héroes patrios que defendían a su pueblo del ataque de hordas  sanguinarias desprovistas de toda noción de humanidad.
Pero no nos distraigamos y retomemos el hilo de la narración,  evitando  perdernos en detalles nimios, que en nada ayudarán a mejorar esta historia.
Tras horas y horas de reunión uno de los hombres trajeados, él que parece llevar la voz cantante, vestido con un espléndido traje cruzado de color gris marengo,  presenta las conclusiones de este sustancial cónclave. Con voz potente y tranquilizadora transmite a todos congregados a la espera de novedades lo siguiente:  "Tras arduas y duras deliberaciones, en las que cada uno de los participantes en esta reunión que nos ha de conducir a todos y cada uno de nosotros a una mejora sustancial en nuestra vida, han dado lo mejor de sí mismo, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que lo mejor que puede acontecer es que todo continúe exactamente igual. Por tanto, invitamos a todos los habitantes de nuestro país a que se despreocupen y se dejen llevar por lo que ha de llegar, que consideramos que ha de ser mejor que el presente que nos ha tocado vivir", todo ello dicho con un ligero acento francés colándose entre el  inglés gramaticalmente perfecto que utiliza para realizar dichas declaraciones.
La gente asiste perpleja a tan sabio dictamen, aunque en realidad nadie sabe como interpretar dichas palabras. Parece que todo el mundo busca en la persona de al lado o en la de enfrente como ha de reaccionar. Lo que ha declarado tan ilustre y sabio personaje ¿es bueno? ¿es malo? ¿es mediopensionista? El desconcierto campa a sus anchas entre los receptores de tan elaborado discurso.


Por fin, un tipo bajito con cara de despistado, o de algo peor, se atreve a alzar el brazo y, tras ser invitado a hablar por el hombre políglota, espeta, casi a quemarropa: "¿qué narices significa que todo debe seguir igual?". Murmullos que van escalando en intensidad hacia griterío, suceden como un coro de ecos a las palabras del curioso.
El orador que representa a los expertos hace un gesto con ambas manos, cruzándolas una sobre otra, que consigue apaciguar en parte el conato de algarada en que prometía convertirse la inicial manifestación de aprobación o negación, eso está por determinar, por parte de los asistentes. Una vez restablecido un cierto orden verbal , el domador de multitudes, con voz condescendiente, se apresta a explicar lo siguiente: "Significa que todo lo que ocurre nos conduce a algo mejor. Si las cosas permanecen igual todo funcionará bien. Aunque ahora parezca lo contrario", aseveró con la contundencia de aquel que posee la verdad, o, al menos, de aquel que parece poseerla.
Nuevos murmullos y gestos de asentimiento por parte de los escuchantes de tan digno discurso parecieron corroborar la veracidad de lo que acababa de exponer el portavoz de los tipos trajeados y, de paso, servían para tranquilizar a esos mismos asistentes que parecían encontrar el norte tras escuchar las palabras del representante de los representantes.
Pero el mismo tipo que anteriormente no mostró pudor alguno a la hora de preguntar volvió a insistir, alzando la voz entre toda aquella muchedumbre, aparentemente convencida de la bondad de aquello que les acababan de transmitir. "Me gustaría saber por qué si las ruedas dentadas que accionan toda la maquinaria funcionan defectuosamente de manera constante, con los consiguientes perjuicios que conlleva para todos cuando se estropea una de esas preciosas piezas, hemos de creer que no cambiar nada es bueno para todos nosotros, que somos los que realmente sufrimos las averías y debemos contribuir, en todos los sentidos, a la reparación de dicha maquinaria", argumento el curioso personaje, que causaba por igual admiración y rechazo entre los asistentes a aquel magno y previsiblemente transcendental acontecimiento.
El rostro del sabio portavoz dibujó un gesto que igual podía significar desagrado o enfado, pero, en todo caso, nada bueno se escondía tras aquella circunspección, recién instalada entre la variedad de arrugas que jalonaban su faz.
Con ese mismo rictus, sin intento de disimularlo, contestó el aludido por aquel hombre de escasa estatura  y curiosidad inmensa de la siguiente manera: "Querido amigo, usted ha de saber sin duda que nuestras sentencias se basan en grandes conocimientos contrastados con la implementación de estos mismos conocimientos teóricos en supuestos reales, que han generado una poderosa fuente de conocimiento y una herramienta imprescindible para guiar nuestras actuaciones de manera certera y ajustada a las necesidades reales de todos y cada uno de los supuestos posibles que las diferentes coyunturas puedan generar, aún en las situaciones más adversas imaginables", argumentó el portavoz, en un inglés aún más perfecto que el usado en la primera alocución.


El silencio se adueño de todo. El motivo no estaba claro, pero ninguno de los presentes articulaba palabra. Bueno, sí. El hombre que consiguió cambiar la expresión facial del miembro del comité de expertos ya sobradamente conocido por el lector, esta vez sin pedir autorización de su interlocutor para hablar, se expresó de la siguiente manera: "Me ha dejado impresionado, especialmente porque no he entendido nada de lo que ha dicho, por lo que le rogaría que contestara de otra manera, inteligible para el común de los mortales, a lo que le he preguntado con anterioridad", alegó con un tono de voz neutro que le confería una seguridad incuestionable ante el resto del auditorio.
El interpelado hizo aparecer una sonrisa, tampoco excesiva, en su rostro, lo que no evitó que el gesto delator de la incomodidad que le generaba su interlocutor, presente desde que fue preguntado por este misma persona anteriormente, desapareciera del mismo. La sonrisa, casi tan natural como su encandilador tono de voz, acompañó las palabras que utilizó el elegido como cara visible del comité de expertos durante su respuesta, que fue como sigue: "Comprendo que el lenguaje utilizado puede parecer complejo, pero el funcionamiento del sistema es igualmente complejo y genera la necesidad de un lenguaje igualmente complejo que abarque el casi infinito universo que genera el sistema. Pero, a pesar de todo, intentaré contestarle de manera sencilla, de manera que le resulte accesible lo que la compleja realidad sobre la que tratamos en este momento conlleva", dicho lo cual procedió a beber un sorbo de agua de un vaso excesivamente grande para la cantidad de líquido que contenía, para, tras posar el recipiente en la mesa, proseguir así: "El caso es que algo tan complejo como el asunto que nos traemos entre manos no resulta tan fácil como para poder explicarlo en breves palabras, por lo que le conmino a que deje su dirección a mi secretario, aquí presente, y recibirá cumplida respuesta a todas y cada una de sus dudas. Todo ello, por supuesto, en el menor tiempo posible", contestó sin perder la sonrisa que ahora parecía consustancial a su persona y a su personaje.
Un ¡oooooh! contundente y rotundo surgió al alimón de todos aquellos que asistían al diálogo entre el trajeado portavoz y el anónimo interrogador, que parecía haberse contagiado de su interlocutor y ahora ostentaba una sonrisa evidente, mucho más evidente que la de la persona que acaba de responder a sus requerimientos, y diríase también que mucho más franca, o eso le pareció a una gran mayoría de los espectadores de aquel acto protagonizado por el representante de los sabios y un tipo desconocido, que hasta hace unos instantes era uno más de una multitud dispuesta a escuchar la certera visión de la realidad de aquel conjunto de sabios se dignaban a transmitir a toda esa grey, desconocedora de los fundamentos mínimos que conforman todo aquello que nos rodea.
El hombre del terno impecable se llevó las manos al chaleco y siguió sonriendo, satisfecho, había manejado la situación con extremada habilidad, saliendo airoso, una vez más, del duro trance creado por aquella persona minúscula y discordante. Parecía evidente que aquello que ocurriría tiempo después, auspiciado en parte por la desconfianza que había generado entre el cambiante público asistente aquella negativa a contestar inmediatamente a la pregunta de ese hombre anónimo, no cabía en ese momento, ni por asomo, en la victoriosa e íntima forma de festejar la derrota absoluta, al menos en teoría, sobre ese incómodo tipo tan preguntón. Nunca entendió como el silencio final de aquel hombre desconocido acabó convirtiéndose en un huracán que derribó las más firmes estructuras de esa organización de la que creía conocer hasta la última puntada de la costura más recóndita.


Desde entonces algo ha cambiado, era inevitable, en la forma de actuar de aquellos que representan, por fas o nefás, a las personas que habitan en aquel lugar. Efectivamente, ahora, cuando se reúnen con sus representados, jamás aceptan preguntas espontáneas. Si alguien siente la necesidad de indagar sobre alguna cuestión que afecte al funcionamiento de la organización debe dirigir, por escrito, sus inquietudes a una dirección que figura en letras grandes, casi kilométricas, en cualquier organismo público del país y, con la calma necesaria, se responderá a toda duda planteada sobre cualquier cuestión, por intrascendente que esta sea. Eso sí, tras un tiempo pertinente de reflexión por parte del comité de sabios, para no errar en la contestación ni generar incertidumbre entres sus conciudadanos.
Así, de esta manera tan simple,  el sistema funciona sin grandes sobresaltos, para regocijo de unos y otros, que no deben aguantar la zozobra que genera la incertidumbre de la inmediatez y el no saber.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuidado con los acentos ortográficos.

PACO dijo...

Gracias. Lo sé, me lo ha dicho una lectora muy cercano tremendamente crítica conmigo en ese aspecto, pero tengo un problema muy serio, no tengo tiempo para repasar lo que escribo, cosa que hago a toda velocidad, no vivo de ésto. Además, en ocasiones las tildes las sitúo en lugares que pueden ir, aunque en eso momento no están correctamente situados, por lo que el corrector ortográfico no me avisa del error.
De todas formas, gracias.
Un saludo.