viernes, 15 de enero de 2016

COLECTIVIZAR

"Esto es lo único que importa en la buena propaganda.
Se trata de crear un esolgan que no pueda recibir
ninguna oposición, bien al contrario, 
que todo el mundo esté  a favor"

Noam Chomsky

Lo que voy a contar a continuación puede no resultar del agrado del lector, por lo que le pido que siga leyendo hasta el final y, llegado a ese punto, valore todo el contenido de la entrada.
Hace no mucho tiempo alguien me contaba que la inmigración ilegal (no sé si este adjetivo es preciso, pero sirve para entendernos) constituía un negocio, y no sólo para las mafias. Esa persona, exponía que existen demasiados sueldos y subvenciones que dependían del ir y venir de personas que, en busca de un mejor futuro, atraviesan fronteras de una forma que las leyes de los países de destino no contemplan.
Esa charla quedó latente en algún lugar de mi memoria, porque, lo reconozco, el argumento llamó mi atención. Hete aquí que hace unas semanas, leyendo una novela ambientada en Tarifa el protagonista/narrador de la misma, un delincuente, vuelve a esgrimir el mismo argumento. El autor de la novela, Montero Glez (madrileño, residente en la zona gaditana en la que ambienta la novela) pone en boca del pesonaje el mismo argumento que unos meses antes una persona me había transmitido. Esta "casualidad" me hizo pensar mucho, cosa rara en mí. 
En esas andaba, cuando la noticia de los sucesos de fin de año en Colonia aparecieron en todos los medios. No hará falta que recuerde al amable lector los mismos, por lo que seguiré desarrollando la entrada. En este caso lo que me llamó la atención fue el tratamiento de la información por parte de unos y otros. Los unos, los que se inclinan por el racismo y/o la xenofobia, no dudaban en calificar a todos los inmigrantes y refugiados como criminales. Los otros, los progres del buenismo, no dudaban en pasar por el asunto de puntillas, porque meterse con los inmigrantes no queda muy cool. Pero la que más me gustó fue una tipa, no recuerdo el nombre (no merece la pena), cuyas majaderías tienen cabida  en eldiario.es. La colega en cuestión culpó la rearme machista de lo ocurrido en Colonia; eso sí, sin citar quienes eran los delincuentes.
El sufrido lector podrá pensar que carajó tiene que ver una novela, con Colonia y con una juntaletras. En mi modesta opinión mucho, aunque tal cual lo he presentado hasta este momento pudiera no parecerlo. Voy a intentar explicarme (espero conseguirlo y no hacer perder el tiempo al lector).
Uno lleva defendiendo desde hace tiempo que hablar de colectivos, de estereotipar, constituye una de las lacras de nuestra sociedad. Considerar que las personas que tienen un color de piel llevan asocidas unas características éticas y culturales, buenas o malas, denota falta de inteligencia. Pretender que por petenecer a tal o cual religión se está ante un santo o ante un asesino entra dentro del disparate. Defender que por provenir de un colectivo desfavorecido se es tal o cual cosa no se sostiene de manera alguna. Sin embargo, esta forma de encuadrar a las personas resulta muy utilizada y muy provechosa para aquellas personas que lo hacen. Ambos extremos, su uso y su abuso para beneficio propio, constituyen un todo indisoluble. La explicación de esta afirmación se basa en los siguiente: cuando alguien encuadra a otra persona dentro de un colectivo lo primero que hace es privar a ese ser humano de otras facetas de su persona. Resulta obvio que aquél que clasifica a otro dentro de una colectividad lo hace con alguna intención: criticar, defender, repudiar, ensalzar... Siempre en función de la perspectiva, y de los intereses, de quien incluye o excluye a las personas. Resulta tan evidente que bastará un  ejemplo para ilustrarlo. A los inmigrantes se les agrupa bajo el epígrafe inmigrantes y, como mucho, se les apellida en función del país de procedencia, pero en ningún caso se les clasifica por sus estudios, por su desempeño laboral, por el número de hijos, por su capacidad económica (si tienen mucha pasta puede que no se les incluya dentro de la categoría inmigrantes), etc. Da igual, lo único que importa es su origen; bien para criminalizarlos, bien para defender que mean colonia.
Esta clasificación siempre, y de manera interesada, parcial de las personas responde al criterio y antojo del que encasilla a las personas. Diría más, aquél que procede a encuadrar a otras personas en colectivos, con la finalidad de defender o repudiar a estos colectivos, no tiene interés alguno en que se muestre los diferentes matices (roles sociales, caracteristicas personales...) de las personas. En el fondo, se trata de ajustar la realidad al entendimiento propio y, en muchos casos, a las necesidades de quien procede a situar en departamentos estancos a las personas. Necesidades económicas, necesidad de poder y, por qué no decirlo, de sentirse bien con uno mismo, mostrando lo enrollado que se es (aunque en realidad, en muchos casos, esconde un sentimiento de superioridad hacia aquellos colectivos que se dice defender).
Como se ha dicho, resulta muy apropiado denostar a personas a las que se encuadra en un determinado colectivo (ya se tiene a quién echar la culpa de todo), y también sirve para justificar la rapiña y el bienestar de unos pocos, que culpan del mal de todos a esos colectivos. De igual manera, resulta provechoso, a veces a nivel económico y otras a nivel moral, para las personas que despersonalizan a seres humanos y los encudran en tal o cual colectivo, pues esta postura sirve para que, sin moverse del sillón, se demuestre lo solidario que se es.
Además de las coincidencias expuestas en el párrafo anterior en ambos casos también existe otra cuestión que comparten: Ambos necesitan tener un enemigo, el de enfrente.
En el caso del que denosta a un colectivo, además del propio colectivo se busca el enferentamiento con los que defienden a esos colectivos, pues son complices de las presuntas inquinidades de estos.  En el caso de los defensores de los colectivos los enemigos son aquellos que repudian a estas agrupaciones ficticias de personas en función de una característica.
Este hecho, el de buscar enemigos, resulta trascendental, pues sirve para explicar porque las cosas no cambian y siempre se debe seguir luchando, cuando no siendo mucho más estricto en las normas a aplicar en la batalla contra... Luchar por causas grandilocuentes resulta muy apropiado para poder tener un banderín de enganche eterno. Si las situaciones no se arreglan no es por culpa de la ineptitud de los que abanderan la lucha. Tampoco se puede achacar a que los objetivos sean difusos o inexistentes. La culpa de los pocos o nulos avances se debe a un enemigo agazapado siempre en espera para hacer el mal. En este sentido resulta muy útil ilustrar con algún suceso, por lo general puntual, que corrobore las ideas defendidas. Si además este ejemplo se presenta de forma que eluda la razón y vaya a los sentimientos, mejor que mejor.
No me cabe duda alguna de que si analizásemos con mayor profundidad la "realidad" que nos presentan y los intereses económicos que subyacen nos llevaríamos muchas sorpresas. En el fondo, esta idea de crear colectivos también sirve para evitar que las personas piensen. Ya se encargan unos pocos de pensar por todos O, al menos, lo intentan.
Por cierto, se me olvida decir que dentro de los etiquetadores también existen iluminados, que pretenden salvar el mundo. Iluminados que, ¡casualidad!, acaban viviendo muy bien de sus ideas.
A modo de resumen puedo decir que intento huir de aquellos que etiquetan a las personas, buscando con ello definir a dichas personas, basándose sólo en el criterio usado para establecer tal clasificación. Las personas tienen el vicio de ser personas, con muchas facetas; con diferentes comportamientos y ningún rasgo, y mucho menos uno externo, sirve para definir a una persona, a la que, además, por lo general, lo unos y los otros no se han molestado en conocer.
Un saludo.

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