lunes, 25 de enero de 2016

¿QUIÉN SECUESTRÓ A LA IZQUIERDA?

Los que vencen, 
cualesquiera que sean los medios empleados,
nunca se avergüenzan.

Nicolás Maquiavelo

Por casualidad este fin de semana pasado escuché en la radio una conversación donde se defendía que la izquierda había dejado de reclamar el reparto de la riqueza y se había centrado en lo que denominaban lo cultural. No pudo alegrarme más esta defensa de la esencia de los valores de la izquierda y, a la vez, esta crítica de los partidos, y partidarios, de esta izquierda descafeinada, que asienta sus posaderas sobre el paleoliberalismo que en realidad es lo que resta todas las libertades a los ciudadanos. 
Lo curioso del asunto radica en que esta necesidad de centrar la vista en lo cultural (podíamos llamarlo sin ningún rubor postureo) provino de una estrategia de los conservadores estadounidenses (al menos eso defendían en el programa de la cadena SER) que, sabedores de que no podían competir en aspectos de justicia social con los postulados de izquierdas, centraron su dardos en aspectos menos lesivos para sus intereses. Por fas o por nefás la socialdemocracia entró de cabeza al trapo y parece que se estableció una carrera por ver quien era más radical en la derecha de minorías, animales y personajes de ficción agredidos en los parques de atracciones. Jugada redonda de los ideólogos del neoliberalismo: se distrae la atención de los problemas más acuciantes y se mantiene al personal entretenido. Esta forma de entender la izquierda también le vino de perlas a los socialdemócratas e incluso a los sindicatos de clase: no se debía cambiar lo fundamental y se distraía a los seguidores con fruslerías. Todo a cambio de seguir en el machito, medrando a costa del posibilismo. Esto último no es nuevo, valga el ejmplo que Francisco Largo Caballero, líder del P.S.O.E. y de U.G.T., dio durante la dictadura de Primo de Rivera.
Tal vez alguien hable de luchas trasnochadas y asocie la idea de luchar por los derechos de los ciudadanos con las dictaduras del Este. En mi modesta opinión mejorar la calidad de vida de los ciudadanos no puede considerarse como algo trasnochado. Por otra parte, resulta que donde se consiguieron todos esos derechos fue en los países de Europa Occidental, donde no existía ninguna dictadura del proletariado, por lo que asociar la reivindicación de derechos con la U.R.S.S. y sus países satélites es tan absurdo como identinficar a EE.UU. con las libertades (que se lo digan a los ciudadanos negros que pagaron con su vida la lucha por poder ejercer sus libertades, por ejemplo).
En mi modesta opinión se debe felicitar a esa fuerzas reaccionarias que han conseguido anestesiar al personal a base de series de televisión (es muy guay seguir series, cuanto más enrevesadas y carentes de toda lógica argumental mejor), de la Play o, en el caso de los modernillos más cool, permitiendo que alardeen de haber visto tal o cual obra de teatro o haber realizado uno u otro viaje a un lugar remoto, a ser posible de cultura exótica  (aunque en realidad muchos de ellos sólo han realizado excursiones organizadas por lugares muy determinados, y turísticos).
Mientras los de un lado y otro nos han dejado disfrutar de estos caramelos, perdemos derechos de todo tipo a pasos agigantados. En España se han perdido derechos laborales, derechos en lo referido a la Justicia (lo peor de la reforma del P.P. no es la "mordaza". La reforma legislativa ha creado una sistema judicial para ricos, al cambiar la catalogación de determinados delitos y faltas y su tratamiento. Le propongo al lector que indague sobre el asunto), derechos en lo referido a la Educación y a la Sanidad... Todo en nombre de una crisis. Lo curioso del asunto es que ya en los años de bonanza del artista conocido anteriormente con el nombre de ZP, la parte porcentual de la riqueza nacional que nos llevábamos los trabajadores era  cada vez menor. Ni al Gobierno del leonés ni a los sindicatos pareció importarles mucho este asunto que, como era de esperar, se ha agravado con la crisis. La estrategia era sencilla, pasar por todo de refilón, sin molestar en exceso a los que detentan el poder económico, para seguir aupados en la poltrona. En España personajes como Zapatero, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, Candido Mendez, Toxo han contribuido sobremanera a acallar al ciudadano, haciendo reformas para que todos siga igual, o mejor, para los que poseen el capital.
Fruto de todo ello han surgido una serie de movimientos, algunos de izquierdas (Syriza o Podemos) y otros de extrema derecha (Frente Nacional, Partido Popular Danés, Amanecer Dorado, Verdaderos Finlandeses...).
En el caso de Syriza y, muy probablemente en el de Podemos, se ha producido una bajada en sus pretensiones a la hora de llevar a la práctica cambios sociales contundentes. Uno tiene para sí que han entrado pronto en la rueda del sistema y que realizarán los cambios justos y necesarios para no molestar en exceso al amo.
Por otra parte, ante la falta de un discurso coherente de la izquierda, los nuevos partidos de extrema derecha han asumido los postulados reivindicativos de los partidos izquierdistas, eso sí culpando a los inmigrantes de todos los males. El auge de este tipo de agrupaciones en muchos países ha sorprendido, pero, ¡ojo!, pensemos una cosa: hay partidos de este corte que han sido votados por más del 20% de la población. Es decir, que muchos ciudadanos han optado por esa opción. No se trata de unos fulanos que se han juntado y no representan a nadie. De hecho en feudos típicos de la izquierda como Marsella es donde el partido de Marine Le Pen obtiene unos magníficos resultados. Tal vez deberíamos pensar sobre el asunto. Ciudadanos cabreados, con la percepción de que nadie les representa, ni defiende, contra los abusos económicos optan por buscar una solución en la extrema derecha. Esa puede ser una de las consecuencias de la existencia de una izquierda encantada de conocer a sí misma, que ha dejado de ser izquierda y que se escandaliza porque un personajillo de tres al cuarto de unos capotazos a una vaquilla con su hija en brazos. Resulta curioso que en vez de preocuparnos la situación de los niños sin recursos y cómo solucionar ese problema (en el fondo se trata de lo mismo de siempre: el injusto reparto de la riqueza), las redes sociales se llenen de mensajes de personas, que dicen ser de izquierdas, poniendo a caer de un burro a un personaje insustancial. Ese es el más claro ejemplo de en que se ha convertido una buena parte de la izquierda: la preocupación por lo nimio, por las formas y no por el fondo.
Si he sacado este ejemplo, de un comportamiento estúpido que ha soliviantado al personal, ha sido para fundamentar una teoría que poseo sobre donde se sitúan ciertas personas que se denominan progresistas o de izquierdas y, más importante, para mostrar sus esquemas de funcionamiento. Cuando hablo de esquemas de funcionamiento me refiero a sus criterios a la hora de decidir que parte de la realidad supone un problema y su forma de encarar esos problemas. El buenismo, tontismo o la anestesia intencionada y sistemática que han proporcionado las élites políticas, económicas, mediáticas e intelectuales han conseguido que se enfoque la atención en cuestiones absurdas que se identifican con lo carca o en cuestiones nimias que en realidad enmascaran problemas que afectan a muchas personas.
La cuestión radica en acostumbrar a la gente a focalizar su atención en cuestiones que no meneen el sistema. Se trata de encontrar "enemigos", por lo general personajes dignos de un vodevil, evitando con ello analizar situaciones sangrantes y, lo más importante, buscar las causas últimas de estas situaciones. Parece evidente que si no se identifican esas cuestiones estructurales que afectan a una mayoría resultará muy difícil, imposible, cambiar aquello que resulta injusto. Esto es lo que ha perdido la izquierda: buscar las causas últimas de las desigualdades para cambiarlas de raíz.
Tal vez por ello los partidos socialistas, y otros sucedáneos, europeos se están diluyendo. Tal vez porque no se representan más a que ellos y a los intereses de la clase dirigente de esos partidos. Tal vez por eso dé tanto miedo a los medios los nuevos partidos de izquierdas que surgen, y que, por desgracia, luego se adocenan. Dan miedo porque pueden decir cosas que no suelen ser las típicas de los partidos que se autodenominan progresistas o de izquierdas. Porque pueden descubrir que las reglas del juego no resultan inamovibles ni mucho menos justas.

Un saludo. 

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