Como escribí en otra entrada anterior se ha abierto un debate, complejo y fascinante, sobre la necesidad de la inclusión como respuesta a los alumnos con Necesidades Educativas Especiales que reciben su escolarización en centros de Educación Especial.
Antes de continuar parece oportuno aclarar varios términos.
En primer lugar definir que son las necesidades educativas especiales, para lo que vamos a utilizar este enlace:
Los alumnos con necesidades especiales son aquellos que debido a sus problemas conductuales o a una discapacidad intelectual no son capaces de seguir el currículum (los contenidos) propuestos para el grupo clase y necesitan de apoyos y recursos especiales, para conseguir adquirir aprendizajes que debieran haber adquirido, al menos, dos cursos antes.
Dichas necesidades educativas, cuando son muy significativas, en ocasiones, no pueden ser atendidas en centros "ordinarios", dándose respuesta a esos alumnos en centros de Educación Especial. Existe un modelo intermedio, las denominadas aulas estables. Si alguien quiere conocer más puede pinchar aquí.
Como el lector se habrá dado cuenta, se habla siempre de necesidades educativas, no de déficit.
Se intenta que el alumno acceda al currículo (el conjunto de contenidos a aprender) ordinario, aunque sea el referido a cursos anteriores. Esta adaptación del currículum recibe el nombre de Adaptación Curricular Individualizada Significativa (ACI). Y aquí surge el primer problema: un alumno con Necesidades Educativas Especiales con una ACI jamás obtendrá el título de Educación Secundaria Obligatoria al acabar la ESO, aunque haya alcanzado todos los objetivos propuestos para él, porque no habrá conseguido alcanzar los objetivos mínimos contemplados por la ley para conseguir tal titulación. Lo que, de rebote, le impedirá acceder a la Formación Profesional "ordinaria2 de Grado Medio, como se puede leer en este enlace de CERMI (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad):
Tras la integración, un concepto que se desarrolla entre los años cincuenta y sesenta, aparece el concepto de inclusión, que plantea una vuelta más de tuerca al asunto y habla de que los alumnos reciban según sus necesidades, no hablando específicamente del currículum. Se trata de centrarse en las necesidades de los alumnos y no en lo que por norma deben aprender. En este enlace se expone con mayor profundidad el concepto:
http://www.inclusioneducativa.org/ise.php?id=1
A priori, no se puede reprochar a este planteamiento, que parece de justicia. Los niños con necesidades Educativas Especiales estarían escolarizados en centro ordinarios y todos participarían de manera conjunta de la vida escolar. Sin embargo, hace algo más de una semana ocurrió que varios miles de padres con hijos que estaban escolarizados en centros de Educación Especial se manifestaron contra esta idea o, mejor dicho, a favor de que se mantengan abiertos los centros de Educación Especial.
http://www.rtve.es/noticias/20190223/miles-personas-reclaman-valladolid-no-se-cierren-colegios-educacion-especial/1889143.shtml
No sólo se manifestaron, también tienen activa una plataforma:
https://www.inclusivasiespecialtambien.org/noticias
Entonces, ¿quién tiene razón? ¿Por qué unos y otros, ambos afectados por la situación, difieren en su respuesta? ¿Qué es mejor para los niños?
La respuesta es compleja y trasciende a lo ético, que impulsa a la inclusión educativa. Existen factores diversos a contemplar que van desde las necesidades de los alumnos, hasta plantearnos qué se pretende en el sistema educativo; sin olvidarnos de aspectos como el lugar de residencia del niño o el dinero del que disponen las administraciones.
El primer punto, el de las necesidades de los alumnos, resulta crucial. Uno, que ya lleva unos cuantos años en esto del la Educación Especial ha trabajado con algún niño con muy bajo grado de conciencia, que sólo respondía a estímulos como cambios de luz, sonidos fuertes. Lo hacía con gemidos y con lo que interpretábamos con un gesto de desagrado. Resulta evidente que este tipo de niños, por fortuna muy pocos, tendrán muy complicado participar en un ambiente de clase activo, dinámico, siendo sus necesidades otras. Igual puede ocurrir con alumnos con Trastornos del Espectro Autista, que tengan asociado discapacidad intelectual con necesidad de apoyos generalizados o extensos. Los ambientes desestructurados no resultan los mejores para este tipo de alumnos. De igual manera los alumnos con discapacitado intelectual con necesidad de apoyos extensos o generalizados pueden tener dificultades en determinados contextos. Si estos alumnos compartiesen centro estarían en aulas distintas y desarrollarían una vida paralela durante buena parte de la jornada escolar. Se trataría, en algún caso, de integración física y poco más.
Si alguien quiere conocer más sobre discapacidad intelectual (antes conocidos como retraso mental) y el concepto de apoyos puede pinchar aquí.
Otra cuestión a analizar es lo que pretende el sistema educativo. En la actualidad el sistema educativo, al menos en nuestro país, pretende conseguir el mayor número posible de personas con una formación adecuada para el desempeño de su vida laboral adulta. Otras cuestiones como formar ciudadanos, la adquisición de ciertos valores... también tienen cierta importancia, pero el sistema valora los conocimientos adquiridos; no los valores ni la formación cívica. Por tanto, resulta chocante que los alumnos que están en la misma escuela inclusiva no consiguiesen los mismos títulos, si dicha escuela lo que pretende es dar a cada uno según sus necesidades. No se trata de adquirir conocimientos, sino de proporcionar lo que cada ser humano precisa para crecer.
Esta reflexión, que puede parecer baladí, no lo es en absoluto, porque incide en la filosofía misma de la inclusión.
Sin embargo, también tiene un problema este planteamiento: Si todo el mundo consigue un título, ¿por qué no pueden cursar Bachillerato o una carrera universitaria todos los alumnos?
Por supuesto, el lugar de residencia de los alumnos es fundamental. No es lo mismo vivir en una gran ciudad que en un pequeño pueblo, donde es más complejo dar respuesta a las necesidades de un alumno con necesidades educativas especiales, en especial si estás vienen derivadas de lo que se denominan plurideficiencias, que requieren la intervención de varios especialistas, desde ATE (cuidador), hasta un ATS, pudiendo llegar a precisar de un servicio de fisioterapia (que en centros de Educación Especial existe).
Por otra parte la inversión para llevar a cabo la inclusión educativa supone aumentar el gasto en Educación de manera significativa. No tanto por la contratación de más maestros especialistas, que se podrían repartir en centros educativos, sino por cuestiones como la necesidad de nuevos espacios, de equipar a los centros con un servicios de fisioterapia, por ejemplo. Adaptar arquitectónicamente los centros a las necesidades de los alumnos (en especial los centros más antiguos)...
Por supuesto se me escaparán detalles, tanto positivos como negativos. Pero mi intención no es tanto realizar un examen exhaustivo de lo que ocurre, como contribuir a extender, en la medida de lo posible, este debate, para, entre todos, encontrar las mejores soluciones (que no serán buenas para todos), consiguiendo con ello contribuir al bienestar de nuestros pequeños.
Un saludo.
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