jueves, 14 de marzo de 2019

FILOSOFÍA DE ANDAR POR CASA

"Sólo sé que no sé nada"

Frase atribuida a Sócrates 

Tras la anterior entrada ha surgido en mí la necesidad de escribir esta otra. Creo intuir que la idea principal de ésta complementa, de alguna manera, lo expuesto hace unos días en este otro post:  https://desalmado.blogspot.com/2019/03/los-mismos-perros-con-distinto-collar.html; en cuanto que aquí vamos a defender algo contrario a la certidumbre que proporionan las creencias absolutas, que, pueden llegar a ser incluso en lo moral, absolutorias para los que la profesan. 
Tal vez lo mejor sea no enrollarme con vaguedades y abordar el asunto sin mayor demora, para no hacer perder el tiempo la amable lector.
Una de las cuestiones que aporta el paso de los años es la certeza de que muchas cuestiones que de joven pudieran parecer inamovibles, incuestionables y trascendentales acaban en el cesto donde se arroja aquello que ha perdido importancia, porque ha perdido su carácter de verdad irrefutable. La mera acumulación de circunstancias o haber vivido un suceso traumático acaba con verdades inamovibles y con ideales. 
En ocasiones estos cambios en lo que fundamentó la existencia con anterioridad necesita de un sustituto moral o de un referente que nos permita abordar las diferentes cuestiones que se nos presentan en nuestra vida diaria. Sin embargo, también ocurre (a mí al menos me ha ocurrido), que no  siempre resulta necesarios tener esos referentes, esas respuestas categóricas  todos aquellos hechos que acontencen. Al menos en algunas supuestos y en algunas ocasiones. Aceptar que no se tiene respuestas a todo aquello que sucede, ni un juicio moral univoco, supone, desde mi punto de vista, un avance significativo a la hora de interpretar la realidad.
Resulta probable que aceptar esto suponga, en el fondo, aceptar nuestra finitud, nuestra limitación a la hora de encarar la vida y, cuestión importante, la capacidad de analizar los sucesos desde diversas perspectivas, lo que supone una mayor complejidad a la hora de interpretar lo que ocurre.
Me gustaría aclarar que en ningún caso supone bajar los brazos ante lo que ocurre alrededor, adoptando una postura de relativismo moral. Al contrario, supone huir de soluciones mágicas, que nunca funcionan (no entiendo como esos expertos en Educación que aparecen en un banco no han arreglado ellos solos todos los problemas que existen en el sistema educativo), pensando que la complejidad de los asuntos, en ocasiones, lo que permite son soluciones imperfectas y no completas, pero que resultan mejores que las recetas mágicas, que sólo funcionaran sobre el papel en los programas de radio y televisión y en los vídeos de bancos, que intentan blanquear su voracidad con charlas huecas de tipos que no dicen nada serio.
Esa misma propuesta de soluciones genéricas e infalibles es la que lastra a los partidos políticos, que mediante recetas fáciles intentan,o pretenden intentar, solucionar situaciones complejas, que, en muchos casos, están condicionadas por las circunstancias personales. 
Desde un punto de vista si se quiere histórico, las certezas, bien sea en forma de religión, formas de gobierno, relaciones de producción o formas de convivencia han nacido, evolucionado (adaptándose a las circunstancias) y, en muchos casos han desaparecido o quedado reducidas a la mínima expresión. Las certezas morales de muchas de esas religiones, de esas formas de gobierno, de esas formas de producción nos pueden parecer ahora auténtica barrabasadas. No existen certezas absolutas, por mucho que pensemos que nuestra realidad es la única y siempre ha estado ahí. Basta ver como nos ha cambiado la vida a la gran mayoría de las personas de este país el hecho de que llevemos un ordenador portátil de muy reducido tamaño en nuestros bolsillos, bolsos o mochilas. 
No, no existen verdades inamovibles (con algunas excepciones como que estamos vivos porque hemos nacido y que nos vamos a morir). Lo que no implica que no tengamos que tener unos referentes para movernos por la vida, sin embargo, estos referentes no deben, ni pueden, servir como corsé para impedirnos ver la complejidad de lo que ocurre a nuestro alrededor y, por qué no decirlo, la riqueza de todo aquello que nos rodea. Y, tal vez, renunciar a conocer esa riqueza supone empobrecerse como persona y perder nuevas y distintas posibilidades de conocer y de experimentar una vida más plena y satisfactoria. Aunque, lo reconozco, tampoco tengo una certeza absoluta sobre que esto sea así.
Un saludo.

1 comentario:

Unknown dijo...

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