jueves, 9 de junio de 2022

¿EL SENTIDO DE LA VIDA? PREGUNTA ERRÓNEA

El que suscribe, que se va haciendo viejo y casi gruñón, observa su entorno con dos sensaciones encontradas: desinterés y curiosidad. 

Desinterés, porque existe una gran previsibilidad en lo que acontece, incluida la guerra de Ucrania, donde Pedro Sánchez ha mostrado su parte más rastrera, postrándose de hinojos ante el amo, el viejo senil, que jaleaba la invasión de Irak en su día.  Previsible como la campaña de la derecha, y de cierta parte del progresismo, para bajar los impuestos para facilitar la vida a los ciudadanos y a los pequeños empresarios, mientras las multinacionales duplican sus ganancias. Previsible como los absurdos progresistas y su pseudofeminismo, pseudofeminismo y su pseudomoral y sus aberrantes leyes, que tanto daño están haciendo a la clase trabajadora y a todo aquel que consideran su enemigo. Previsible como la ultraderecha, que decían combatir los progres y que han alimentando con sus pseudocreencias, y sus discursos vacíos, adaptados al oyente, que intentan ocultar su única finalidad: favorecer a las multinacionales, culpando de todo a rojos, inmigrantes... Previsible como esa mujer que me pudo gustar y solo brillaba cuando abandonaba su papel de perfecta equidistante. 

Sin embargo, sigue moviéndome la curiosidad. Curiosidad por conocer de dónde venimos (la Historia); cómo hemos llegado hasta aquí (los descubrimientos de l Física, de la Química, de la Astronomía...) y qué motiva a las personas a comportarse de una u otra manera. Me parece fascinante este último aspecto. Al igual que me parece fascinante la curiosidad y también me sorprende que existan personas, muchas, sin curiosidad; empeñadas en vivir sin mirar más allá de su propia nariz. Las cosas pasan a través de ellas, sin más. ¡Curioso!

Pero si hay algo que me causa desinterés, a la par que curiosidad, es toda aquella gente que enarbola como algo trascendental esta frase: ¿Cuál es el sentido de la vida? 

Si lo respondemos desde un punto de vista individual es el que cada uno quiera darle: ayudar a los demás, ser multimillonario, no tener curiosidad, comprarse un adosado y veranear en Marina d`Or...

Por contra, si la respuesta se intenta dar desde un punto de vista del ser humano como especie, no cabe duda de que el sentido de la vida es perpetuarse, como ocurre en el caso de cualquier otra especie.

Alguien me puede tildar de simple, pero cuando lea lo que voy a argumentar a continuación puede que opine distinto, o no. 

La pregunta, al menos si se intenta responder abarcando a toda la especie humana, está mal planteada (lo siento, pero la cuestión no admite otra interpretación). La cuestión debería ser algo parecido a esto:

¿Qué ha supuesto para la raza humana tener la capacidad de ser conscientes de nuestra existencia, de que esta es finita y de que formamos parte de un entramado, el Universo, mucho mayor, al que no podemos dominar?

Preguntas como la del sentido de la vida, la existencia o no de vida después de la muerte, incluso las formas de organización social ( influidas por creencias religiosas y de otro tipo. que tienen que ver con nuestra capacidad de ver más allá de nuestra vida, véase por ejemplo la monarquía) provienen de nuestra capacidad de ser conscientes de nuestra consciencia.

Nosotros, mal que le pese a alguno, no dejamos de ser animales y nuestra existencia no difiere en esencia de la de cualquier otro ser vivo: nacemos, crecemos, nos reproducimos (la mayoría de nosotros) y, por último, acabamos siendo pasto de los gusanos, como cualquier otro ser vivo. Lo que nos diferencia es nuestra capacidad intelectual, que tiene una herramienta fundamental para acceder al simbolismo y a manejar ideas abstractas, que ningún otro animal posee: el lenguaje oral y su alter ego, el lenguaje escrito. Nuestros dioses, nuestras preguntas filosóficas (como la del sentido de la vida), nuestra organización social, en especial la de las sociedades complejas y otros sinfín de cuestiones, solo pueden existir porque tenemos un lenguaje oral que nos permite realizar unos constructos simbólicos imposibles sin él (al menos en todo aquello que conocemos hasta el momento); siendo este lenguaje y este simbolismo el que facilita que podamos acceder a pensar en nuestra existencia, en nosotros a través del tiempo y en nuestra especie en conjunto dentro de un contexto natural y social, cada vez más amplio.

Por tanto, en mi modesta opinión la pregunta no debería ser: ¿Cuál es el sentido de la vida? Si no: ¿Esa capacidad simbólica que nos ha llevado a ser conscientes de nosotros mismos, de nuestra finitud, cómo ha influido en nuestra evolución como especie?

Aunque pudiera parecer una nimiedad, creo que la trascendencia, en este caso sí, de la pregunta y de su respuesta, o respuestas, puede que diese una percepción más ajustada no sobre el sentido de la vida, pero sí de ciertos aspectos de nuestra evolución, que, muy posiblemente, hayan marcado parte de lo que somos ahora. 






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