martes, 1 de octubre de 2013

SOBRE LAS DIFICULTADES EN EL APRENDIZAJE (III)

Esta última entrada dedicada a las dificultades en el aprendizaje puede resultar, al menos desde mi punto de vista, la más emotiva y, por qué no decirlo, la más dura. Sin embargo, a buen seguro, habrá docentes que se reconocerán en las palabras, o en parte de ellas, que siguen.
Como el amable lector recordará dejamos para el final un aspecto fundamental, al menos desde mi punto de vista: la imagen que el alumno tiene de sí mismo y, como resultado de la misma, las expectativas que ante los nuevos aprendizajes muestra el niño.
Reconozco mi incapacidad para explicar en todo caso y condición por qué un pequeño acaba poseyendo una imagen propia, al menos en lo relativo al mundo escolar, tan baja y, en general, tan distorsionada. Sin embargo me aventuro a defender la tesis de que en una parte significativa de los casos los docentes poseen gran parte de culpa.De entrada, queridos padres, les voy a dar un consejo: huyan de los docentes que todos los años, de manera invariable, se "lamentan" por tener el peor curso de todos. Esa persona sólo busca justificar ante los padres y  ante los compañeros que no va a hacer nada por los niños. En el fondo son todos, menos unos pocos, muy malos y poco o nada se puede conseguir con ellos. Además, en vez de concentrar sus esfuerzos en que los niños maduren, sepan lo que deben hacer y lo que se espera de ellos, este tipo de profesionales vuelcan todo su interés en que su teoría se confirme. Lo que se denomina técnicamente autoprofecía cumplida o Efecto Pigmalión.


Una vez realizada esta puntualización, parece oportuno seguir avanzando en el asunto de una manera un poco más aséptica.
Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que este tipo de alumnos tiene un sentimiento bajísimo de autoeficacia y, puntualizaría aún más, de él se espera que no avance, que no progrese, creándose un círculo vicioso y tremendamente destructivo para el crío, y para su futuro.
Frases como: "siempre han existido listos y tontos" o "no da para más" sirven para sentenciar las posibilidades de un niño.
Sin embargo, lo reconozco, no resulta fácil enfrentarse a ese pequeño que "ha decidido" no aprender, o que no aprender resulta una opción válida. Además, en muchos casos, nadie explica a ese renacuajo lo que se espera de él. Todo se rige por esperar un milagro, gracias, por ejemplo, a un ficha motivadora, o desistir, porque no aprende.
Desde mi punto de vista lo primero que se ha de hacer consiste en proporcionar al alumno una información sobre lo que se espera de él. En ese momento todos jugaremos con las mismas cartas y, de paso, le intentaremos transmitir que confiamos en sus posibilidades.
Reconozco que, especialmente con los niños más pequeños, esta estrategia sólo sirve para "endulzar" el primer o el segundo día, pues en realidad se trata de cambiar una forma de actuar asentada con firmeza en el reperterio de conductas del pequeño. Por tanto, parece lógico, lo que debemos intentar conseguir es eliminar ese tipo de respuestas, proporcionándo al alumno otras que le resulten funcionales y, muy importante, que cambien la percepción que él tiene de sí mismo y que los demás tienen de él. Sin embargo no resulta fácil. Tal vez se deba al hecho de que el niño funciona con unas ideas implícitas, que se deben intentar transformar.
El aspecto de las ideas implícitas resulta, desde mi punto de vista, trascendental y explicaría la dificultad que el pequeño manifiesta, al menos en los primeros momentos, para cambiar. En el fondo se rige por certezas inciertas que el niño ha ido asimilando como verdades, generalmente a base de escuchar comentarios y de recibir respuestas que refuerzan su "incapacidad". El pequeño sabe que es "torpe", que no "sabe hacer las cosas", pero no sabe por qué es torpe y por qué no sabe hacer las cosas. Alguien le ha sentenciado y desconoce por qué.


Intuyo que en este asunto las elucubraciones pesan más que las certezas, aunque no me atrevería a formular lo expuesto hasta el momento sin creyera no tener ninguna razón seria que sustentase lo que defiendo. Sea como fuere, el amable lector deberá considerar lo acertado o no de mis suposiciones y aceptarlas o desecharlas de plano.
Resida o no la causa de esa resistencia al aprendizaje en lo expuesto hasta el momento, lo que si resulta notorio es que este tipo de alumnos se encuentran en un pozo del que ellos no pueden salir sin ayuda. Pueden estar sin problemas un curso entero para aprender la letra e, para desesperación de todos los adultos que le rodean.
 Sin embargo alguien debe mover ficha para que las circunstancias varíen y conseguir que el niño empieza a manifestar que aprende (es muy posible que aprendieran antes, seguro, pero al no existir una manifestación externa de ello no podemos constatar que así ocurra). Obviamente el adulto debe ser el jugador que corte el juego y envide a grande en primer lugar. En líneas generales cuando ésto ocurre el alumno se cierra en banda y si por el fuera se volvería a repartir cartas. En estos momento el conductismo (basado en reforzar, o no, ciertas conductas, junto con la enseñanza de la conducta deseable, que se reforzará cuando se emita todo lo posible) juegan un papel fundamental. El trabajo es arduo, a veces agotador y duro para alumno y maestro (en ocasiones se llega a perder la perspectiva y preguntarse si todo merece la pena y si se está haciendo lo correcto), pero tras un cierto tiempo, que pueden ser meses, se observan los frutos.


Aunque no creo necesario  repetirlo, como se dijo en la entrada anterior, además del componente motivacional se debe trabajar la metacognición e intentar automatizar el mayor número de procesos posibles, lo que permitirá al alumno alcanzar de manera progresiva una mayor autonomía en su trabajo.
Seguro que si algún técnico en la materia leyera ésto me tildaría de seguidor acérrimo de Skinner. Nada más lejos de la realidad. El conductismo simplemente constituye la puerta por la que entrar cuando todo está cerrado a cal y canto, pero a medida que se producen los avances estos se refuerzan, se reflexiona con el alumno sobre los cambios y la causa de los mismos, intentado que los pequeños tengan una imagen más ajustada de sus posibilidades.
Creo que estas tres entradas se pueden resumir de la siguiente manera: trabajo, trabajo y trabajo, para intentar dar a los chavales lo que necesitan en realidad. Siento no poseer fórmulas mágicas. De poseerlas seguramente no estaría garrapateando estas palabras en un viejo portátil en un pueblo perdido de Extremadura.
Un saludo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Reflexión extensa a cerca de las dificultades de aprendizaje. Como docente, tengo que decir en nuestra contra, que es verdad, muchas veces tiramos la toalla con alguno de estos niños por completa desesperación. por no tener las estrategias adecuadas o los recursos oportunos para ofrecerles una respuesta. la teoría
es la teoría pero... no siempre funciona y cada niño es un mundo. Sin embargo, la lucha diaria es constante, y como dice Paco el resultado final es a base de trabajo. Los logros son pequeños, lentos pero progresivos. No es comparable al ritmo de un chaval "sin dificultades" en esto del aprendizaje. Y como docentes, no tenemos que frustarnos al no ver los resultados más o menos inmediatos. De hecho, yo a veces he visto ese trabajo cuando el alumno o alumnos en cuestión han terminado en el centro escolar y les encuentras por la calle. A veces, sus habilidades sociales superan a muchos críos que están supuestamente dentro de la normalidad.