Estoy muy nervioso, aquí, en mi cuarto, esperando que Elsa mande un wasap, para ir a su casa. ¡La primera vez! Creo que nunca me había sentido de esta manera. ¡Por favor, que me lo mande pronto! Mientras tanto, no sé muy bien por qué, no puedo evitar recordar todo lo que supuso para mí la separación de mis padres. Ocurrió cuando faltaba poco más de un mes para que cumpliese diez años, aunque yo sabía que algo fallaba desde hacía tiempo. Ellos intentaban disimularlo cuando yo estaba presente, pero los reproches, las contestaciones cortantes, junto con las frecuentes discusiones que, por lo general, ocurrían cuando creían que yo no escuchaba. La verdad, yo tampoco me encontraba a gusto en esa situación.
¡Wasap! ¡Mierda, Mario! ¿Qué cojones quiere? ¡A mí que me importa ahora lo que vamos a hacer el viernes! Paso de contestar. ¡Joder, a ver si Elsa me dice algo! Ahora que lo pienso, no la hubiese conocido si mis padres no se hubiesen separado. Un poco antes de acabar con todos los rollos de abogados, mi padre se fue de casa y vino a este barrio, donde vivía Elsa. Creo que, en el fondo, todo no fue malo. Sin embargo, los primeros meses tras la separación, casi un año, supusieron un período gris para mí. Mi padre y mi madre se encontraban tristes y, con cierta facilidad, irritables. Reconozco que intentaban volcarse en mí, pero todo lo que hacían carecía de alma. Cada uno, a su manera, intentaba hacerme sentir cómodo, muy cómodo diría yo, pero su estado anímico, por lo general bajo, pasaba con facilidad de la exquisitez absoluta al enfado sin causa reconocible. Una de las constantes de ese tiempo era la pregunta, que los dos formulaban por igual: ¿está a gusto conmigo? Por supuesto que sí, a pesar de ese carácter tan voluble e impredecible, pero hubiese preferido estar a gusto con los dos juntos, en casa.
Creo que esa fue la época más convulsa de la separación para mí. No la recuerdo con especial cariño, aunque, lo reconozco, en lo económico fue de las mejores para mí. Unos y otros se desvivían por darme todo lo que quería. En ese sentido mis padres, más el rácano de mi padre, han cambiado, pero mis abuelos siguen teniendo el grifo abierto para satisfacer todas mis ¿necesidades? ¿caprichos?
Creo que esa fue la época más convulsa de la separación para mí. No la recuerdo con especial cariño, aunque, lo reconozco, en lo económico fue de las mejores para mí. Unos y otros se desvivían por darme todo lo que quería. En ese sentido mis padres, más el rácano de mi padre, han cambiado, pero mis abuelos siguen teniendo el grifo abierto para satisfacer todas mis ¿necesidades? ¿caprichos?
Por suerte, esa época de emociones inestables desapareció tal como apareció, por si misma.
Elsa dijo que a eso de las nueve y ya han pasado casi veinte minutos. Espero que, al final, sus padres no hayan cambiado de idea. Me llevaría un gran disgusto y creo que ella también. Lo de hoy supone algo muy importante para ambos, al menos para mí seguro. Ella tiene una familia y una casa y yo tengo una familia, dividida, y dos casas. Curioso. Para mí supuso un poco de lío al principio tener dos casas; la de siempre y la nueva de mi padre, que no está nada mal. Un nuevo barrio, nueva gente,.. Me resultaba extraño despertarme en cualquier de las casas y saber que siempre iba a faltar uno de mis padres en ella, pues desde que tenía memoria siempre habían estado allí uno de los dos. Pero, como soy un chico fuerte, como dicen mis padres, en un par de meses me sentí como si siempre hubiese vivido así.
En esa segunda mis padres procuraban no mencionar, delante de mí, al otro progenitor. Todo lo más que escuchaba era algún reproche suelto, que intentaban disimular, alegando que iba dirigido a cualquier otra persona o alguna conversación con familia o amigos, donde, cuando creían que yo no escuchaba, se despachaban a gusto contra el otro. La situación me resultaba desagradable; no sólo por lo que se decía de uno de mis padres, también por contárselo a personas "extrañas". Nadie tenía derecho a enterarse de las cosas "malas" que hacían mi madre o mi padre. También me molestaba cuando mis abuelos se mostraban desconsiderados con alguno de ellos. Odiaba en especial cuando una de las abuelas me descalificase diciéndome que me parecía a mi padre.
¡Wasap!
"Cinco minutos".
¡Por fin!
¡Qué ganas tengo de estar con Elsa! Hasta que la conocí no entendí muy bien por qué mis padres habían vuelto a tener pareja. En el fondo, imagino, que deseaba que volviesen a estar juntos; pero les pareció más oportuno lo que ellos llamaban rehacer su vida. Con un intervalo de apenas medio año el uno y el otro me presentaron a sus actuales parejas. Me caen bien y me llevo bien con ellos y con sus hijos. En especial con Jorge, el hijo de Juanma, que tiene mi edad, quince años, Debo reconocer, que ahora que soy mayor, me hace gracia que, de vez en cuando, mi padre y mi madre tuercen el gesto, aunque ellos crean que no se note, cuando cuento que me lo he pasado bien con el compañero actual de su antigua pareja. He pensado alguna vez sobre este asunto y se me ocurren tres explicaciones a este tipo de actuaciones: aún se quieren, no quieren ver feliz al otro o se comparan con la otra persona. O, como me dijo Elsa, un poco de las tres cosas.
Hablando de Elsa: "Ya puede venir"
¡Dios, qué nervios! Ya se han ido sus padres de casa. Va a ser la primera vez que haga el amor. Con la mujer a la que amo. Sé que Elsa es la mujer de mi vida y no quiero que mis hijos pasen por la experiencia que yo he vivido.
En esa segunda mis padres procuraban no mencionar, delante de mí, al otro progenitor. Todo lo más que escuchaba era algún reproche suelto, que intentaban disimular, alegando que iba dirigido a cualquier otra persona o alguna conversación con familia o amigos, donde, cuando creían que yo no escuchaba, se despachaban a gusto contra el otro. La situación me resultaba desagradable; no sólo por lo que se decía de uno de mis padres, también por contárselo a personas "extrañas". Nadie tenía derecho a enterarse de las cosas "malas" que hacían mi madre o mi padre. También me molestaba cuando mis abuelos se mostraban desconsiderados con alguno de ellos. Odiaba en especial cuando una de las abuelas me descalificase diciéndome que me parecía a mi padre.
¡Wasap!
"Cinco minutos".
¡Por fin!
¡Qué ganas tengo de estar con Elsa! Hasta que la conocí no entendí muy bien por qué mis padres habían vuelto a tener pareja. En el fondo, imagino, que deseaba que volviesen a estar juntos; pero les pareció más oportuno lo que ellos llamaban rehacer su vida. Con un intervalo de apenas medio año el uno y el otro me presentaron a sus actuales parejas. Me caen bien y me llevo bien con ellos y con sus hijos. En especial con Jorge, el hijo de Juanma, que tiene mi edad, quince años, Debo reconocer, que ahora que soy mayor, me hace gracia que, de vez en cuando, mi padre y mi madre tuercen el gesto, aunque ellos crean que no se note, cuando cuento que me lo he pasado bien con el compañero actual de su antigua pareja. He pensado alguna vez sobre este asunto y se me ocurren tres explicaciones a este tipo de actuaciones: aún se quieren, no quieren ver feliz al otro o se comparan con la otra persona. O, como me dijo Elsa, un poco de las tres cosas.
Hablando de Elsa: "Ya puede venir"
¡Dios, qué nervios! Ya se han ido sus padres de casa. Va a ser la primera vez que haga el amor. Con la mujer a la que amo. Sé que Elsa es la mujer de mi vida y no quiero que mis hijos pasen por la experiencia que yo he vivido.
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