lunes, 5 de junio de 2017

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (5-6-2017)

Querido diario, la última vez que escribí acabé con la sensación de que el mensaje que plasmaba en ti se encontraba cargado de mal humor o algo parecido. Espero que en esta ocasión lo que vierta en ti sea algo más positivo, pero, ya a final de curso, la cabeza y el espíritu andan fatigados y no sé si tendré esa capacidad. Creo que hablar de algo que se obvia en bastantes ocasiones y que tiene que ver con lo bueno que pueden realizar los alumnos, incluso los que tienen más dificultades, ayudará a borrar esa sensación.
Trabajar con alumnos con necesidades educativas especiales durante bastantes años me ha hecho ver la importancia que tiene uno de los aspectos que, a veces, obviamos: los puntos fuertes de los alumnos que tienen una mayor problemática. No resulta infrecuente escuchar que el niño, o la niña, tal o cual no saben, no quieren, no llegan, no hacen... No sólo se escucha en algunos profesionales este tipo de mensajes, ciertos padres se centran también en lo que no pueden llevar a cabo sus hijos, sea real o no. No voy a entrar en el supuesto de los padres  muy exigentes, pues se trata de un campo muy amplio, del que no conozco todas las aristas. Me preocupa, sin embargo, que no seamos capaces de darnos cuenta de que todos los alumnos tienen algo, o mucho, que hacen bien y pongamos nuestra lupa en las carencias. Cierto, nuestra labor es enseñar, y debemos procurar que nuestros alumnos aprendan lo máximo posible, pero esta labor se puede ver facilitada, haciéndose de paso más llevadera para los niños, en especial para aquellos con necesidades educativas, si nos apoyamos, aunque sea de vez en cuando, en aquello que hacen bien; en los aspectos que les resultan atractivos y en los que se sienten más seguros. Sentirse más seguros les llevará, en muchos casos, a borrar esa sensación de fracaso a la hora de abordar los nuevos aprendizajes que estos alumnos pueden llegar a tener. Sensación de fracaso por una experiencia repetida de fracaso, por una experiencia de esfuerzo mayúsculo para conseguir muy poco, por compararse con otros niños que aprenden con más facilidad. Por ello, no está de más recordar a estos niños, y a nosotros, que son buenos en algo, que hacen cosas con facilidad y que esa "virtud" puede servir para abrir nuevas puertas.
Hace un par de semanas estuve echando un vistazo a un conocido método para aprender Matemáticas, que me pareció tener cierto interés. Reconozco que lo hice a través de Internet y no profundicé en exceso en ello, aunque, como he dicho, tiene un punto que lo hace distinto. Sin embargo, cuando ojeo un nuevo método o algo similar siempre me pregunto lo mismo: ¿sirve para que los alumnos con necesidades educativas específicas, en especial con necesidades educativas especiales, aprendan mejor? En este caso no lo sé, pues no he tenido ocasión de conocer el método a fondo y, mucho menos, de ponerlo en práctica. Pero mi experiencia me dice que los métodos innovadores funcionan con los alumnos normales, en especial con los mejores (que suelen ser los que aparecen en los vídeos de Youtube) y menos con los que en realidad más lo necesitan. Tengo la impresión, posiblemente errónea, de que la mayoría de los alumnos aprenden sí o sí. Lo que diferencia cuánto aprenden y cómo es el docente y la metodología que pone en práctica. Yo aprendí las tablas de multiplicar en primero de EGB, con algún sopapo incluido, de memorieta. Sin embargo, mis alumnos construyen ellos sus tablas con las unidades de las regletas, antes de aprendérselas. Si quitamos el sopapo, ¿cuál es mejor sistema? Yo creo que el mío (por eso lo aplico), pero, al final, la gran mayoría de los alumnos aprenden a multiplicar. Sin embargo, para mis alumnos con necesidades, resulta más ameno aprender a restar con llevadas o a multiplicar con las unidades de las regletas, construyéndose ellos sus propias tablas. Pero, al final, cuando tienen que aprendérselas, deben memorizar, aunque yo haga en muchos casos de memoria de trabajo para que, con paciencia, puedan interiorizarlas. En el fondo perseguimos lo mismo;  varía, que no es poco, la comprensión del proceso y la estrategia para abordar la tarea. Por ello, para mí, un método es bueno cuando facilita sobremanera que, con el mismo docente, el alumno adquiera un contenido.
Lo sé prometí no hablar de cosas escabrosas, pero lo que sigue a continuación no puede ser obviado.
Reconozco que empieza a darme miedo el nivel de alarma, interesado, que están creando los medios en torno al acoso escolar. El acoso escolar es un problema real, pero por doquier aparecen noticias y, sobre todo, datos sin contrastar que intentan hacer ver que el acoso escolar existe en cada esquina de los centros. Como ha pasado con otras cuestiones, muy en boga, este estado de alarma va a contribuir a distorsionar la realidad, generando un problema aún mayor. Uno empieza a pensar en aquellos casos en los que alguien denuncie acoso, siendo dudoso el asunto, y se deba activar el proceso para determinar si es así (el proceso se abre de manera automática cuando ocurre una denuncia). Cuando esto ocurre, al menos en esta comunidad donde yo trabajo, a los padres de los niños que, en teoría, ejercen el acoso, hay que notificarles, de oficio, que se abre un proceso de instrucción. ¿Qué ocurre si todo se debe a una interpretación de una madre o un padre que no se corresponde con la realidad? No importa. El estado de alarma conlleva desinformación, la aparición de aprovechados y, lo más importante, el sufrimiento de inocentes.
Como ejemplo de aprovechados e imbéciles te contaré, querido diario, que hace unos días en una red social leí a un fulano que pontificaba, como docente, sobre acoso escolar. Sin identificarme como maestro empecé a hacerle preguntas sobre el asunto. La cantidad de majaderías que me contestó no tienen parangón. Me hizo mucha gracia cuando aseguraba que "salvaban" a muchos chicos, pero que la falta de medios impedía que hiciesen más. Según el gachó el maestro no podía abandonar la clase para hablar con acosado o acosador, pues dejaba a los otros veinticinco chicos solos, lo que me parece obvio; tan obvio como que un caso de buillying real requiere algo más que una charla de pasillo informal para su solución (cierta gente tiende a confundir acoso con roces ocasionales o con el hecho de que dos alumnos no congenien en absoluto y eso genere disputas). Terminé por decir que era docente y que él era "bobo, muy bobo". Por supuesto la conversación se interrumpió, por su parte. Sin embargo, lo más preocupante es que un aprovechado juega con un serio problema para conseguir un minuto de gloria o, tal vez, o para intentar llevarse a alguna al huerto, con su papel de Supermán. Creo que los docentes deberíamos pensar en el lugar hacia el que nos encaminamos con este uso espurio, por parte de medios y aprovechados varios, de un asunto serio, muy serio y real.

En breve tendrás más noticias mías. 

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