"...Ayer amaneció el pueblo
desnudo y sin qué ponerse,
hambriento y sin qué comer,
el día de hoy amanece
justamente aborrascado
y sangriento justamente..."
desnudo y sin qué ponerse,
hambriento y sin qué comer,
el día de hoy amanece
justamente aborrascado
y sangriento justamente..."
Sentados sobre lo mismo.
Miguel Hernández.
Imagino que muchas de las personas que lean esta entrada habrán crecido de la mano de unos superhéroes determinados, que habrán formado parte de su vida durante unos años de la misma, y que, en algún caso, pueden seguir en ella. Con el paso de los años los héroes suelen ir cediendo paso a las obligaciones que se van contrayendo, por lo general de manera imperceptible, cuando comenzamos a ejercer de adultos.
Es en ese momento cuando empezamos a dar más importancia a situaciones en las que personas, o colectivos según algunos, padecen penurias, injusticias ominosas y, en algunos casos, luctuosas. Los medios de comunicación hacen llegar a nuestras casas las pésimas, e incluso mortales, condiciones de vida de seres humanos, que atrapados por las circunstancias, ven como sus vidas se convierten en infiernos en la tierra. En estas situaciones, esos mismos medios, nos presentan a personas que conviven, de manera voluntaria, con los desfavorecidos y que les ayudan a sobrellevar su carga, por lo general proporcionándoles recursos materiales que necesitan. Estos voluntarios, lejanos y desconocidos para la mayoría de nosotros, pasan a ocupar el papel de superhéroe que enterramos hace tiempo bajo el manto de la madurez y la responsabilidad. En este caso se trata de un superhéroe de acción.
También parece que existen otro tipo de personas que pueden asumir el papel de superhéroe, que tanto parece necesitar una cierta parte de la gente para llenar su vida, y no son otros que esas personas que denuncian injusticias que sufren por doquier personas, y sobre todo, según ellos, colectivos, que sufren la marginación de una sociedad egoísta. Superhéroes, que hablan de gente rechazada por su etnia, sexo, condición o ideas y que tienen amplio eco en los medios de comunicación, en especial en alguno de ellos, los más cool. Superhéroes y superperiodistas que nos hablan de la falta de oportunidades, de grandes colectivos marginados y que, a pesar de sus esfuerzos ímprobos, a veces durante décadas, no consiguen ver como mejora su situación. Aquí podemos hablar de superhéroes dedicados a mover conciencias.
Por último existen otro tipo de superhéroes, esos tipos que consiguen un nivel de reconocimiento por su sobresaliente labor, que destaca sobre el resto de los mortales. Me viene a la memoria ese español que ha estado nominado al premio al mejor docente del mundo mundial. En este caso se trata de superhéroes gracias a la publicidad y a la distorsión de la realidad.
Yo, tal vez por la edad, sólo creo en héroes, que suelen ser anónimos, y que, en realidad, se suelen encargar de que aquellos que lo necesitan puedan mejorar su vida. Se trata de personas que no basan su vida en largarse a países lejanos, en largar soflamas sobre los desheredados o en salir en los medios por su gran nivel Maribel.
Mis héroes quedan con sus amigos a comer, a beber cervezas o copas, tienen miedo, se sienten solos y se ríen cuando escuchan chistes verdes o no políticamente correctos. Mis héroes tienen niños, que en ocasiones juegan con mi hijo, tienen dudas y se plantean como hacer mejor las cosas que le competen, tomándose un gintónic, tras comer en un mejicano. Mis héroes son guapos y feos, lloran cuando las cosas les van mal, critican a otras personas y ven programas de entretenimiento en televisión. Mis héroes pueden haber leído a Kerouac o no haber leído un libro en el último año, porque esos hijos, que tanto tiempo les ocupan, y que a veces les superan, no les dejan tiempo para ello.
Aunque cuando hablo de todo ello me vienen nombres a la cabeza no espere el lector que les ponga negro sobre blanco; pero sí creo que merece la pena contar por qué son mis héroes. Son mis héroes porque se empeñan en que los niños gitanos de ese barrio que pasan por sus manos, y que faltan con regularidad a clase, tiene que terminar todos sabiendo leer y escribir de manera aceptable. Son mis héroes porque siempre hay un hueco, aún con cierta bebida en el cuerpo, para preguntar qué hacer con un chaval sin apoyo familiar y que no arranca a leer. Son mis héroes porque te cuentan que casi se les saltan las lágrimas cuando dos alumnas de origen marroquí consiguen la titulación académica, gracias a esfuerzos sin cuento. Son mis héroes porque tratan con delicadeza y dulzura a personas ancianas, algunas de ellas con un alto grado de dependencia, que viven en la residencia de ancianos en la que ellos trabajan. Son mis héroes porque salvan a personas que viajan en embarcaciones precarias, jugándose la vida. Son mis héroes porque sólo esa gente, que no sale en los medios ni intentan cambiar más que su pequeño mundo, son los que en realidad se ocupan de aquellas personas que, como ellos, no aparecen en los medios, pero necesitan su ayuda para seguir viviendo. Son mis héroes porque, a pesar de serlo, no necesitan saberlo ni mucho menos que se les reconozca. Son mis héroes porque lo único que necesitan es la satisfacción del deber de cumplido, habiendo superado en muchos casos penurias, que nadie se molestará en contar.
¿Sabe lo mejor del asunto, querido lector? Que tengo relación con algunos de esos héroes y sé de su heroísmo porque tengo la suerte de compartir con ellos una pequeña parte de su vida. Seguro que usted, amable lector, también conoce a alguno de esos héroes que, con su dedicación, contribuye a mejorar la vida de una, dos o mil personas.
Un saludo.
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