"Si no quieres que un hombre se sienta desgraciado,
no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión,
para preocuparle; enséñale sólo uno;
o, mejor aún, no le des ninguno".
Ray Bradbury
Hace tiempo que no me dedico a comentar la actualidad política de esta vieja y reseca piel de toro, que nos cobija, pero las elecciones para elegir a su secretario general del PSOE me han llamado la atención y no he podido evitar aportar mi visión de asunto.
Parece obvio comentar, aunque para mucha gente no lo parezca tanto, que lo que hagan los afiliados del partido de la rosa y el puño bien hecho está; pues las personas que con su dinero y con su esfuerzo conforman ese partido deben de ser las que decidan sobre su presente y su futuro, sea éste el que sea. Me resulta chocante, cuando no absurdo, escuchar a personas que nada tienen que ver con la organización fundada por Pablo Iglesias defendiendo que tal o cual decisión tomada por los afiliados se debe considerar inadecuada, desacertada, cuando no estúpida. Los calificativos sobran, y más cuando no se forma parte, ni se desea formar, de esa formación política.
Dicho esto, me gustaría aclarar que no siento ninguna simpatía especial por los partidarios del partido del Ferraz ni por sus ideas (no muy distintas a las de los populares). Tampoco tengo una afinidad especial, más bien al contrario, con sus líderes. De hecho Pedro Sánchez me parece un producto, modernizado, del aparato del partido y, por tanto, un tipo cuya ambición sólo se puede equiparar a la facilidad que posee para cambiar de mensaje, en función de los intereses.
Explicado todo lo anterior me gustaría hacer un análisis de algunas de las cosas sucedidas en estos últimos meses en el PSOE. Para ello debemos echar la vista atrás unos pocos años, justo hasta el inicio de la crisis (estafa) en la que España estaba gobernado por un personaje deleznable, líder del PSOE, conocido como ZP. Hasta ese momento este país vivía una euforia económica basada en la especulación; lo más alejado del socialismo que puede existir.
El leonés, personaje turbio donde los haya, se plegó con facilidad a los postulados neoliberales extremos cuando le hicieron ver que sus juegos de prestidigitador eran sólo eso: artificios, que cuando vienen bien dadas tienen su efecto, pero en aquellas épocas su zafiedad no solucionaba las cosas y, fue en ese momento cuando no dudó en mostrar su verdadera faz y la de su partido, que no era otra que estar junto al poder económico a capa y espada.
Fruto de esa forma de gestión su partido perdió la presidencia y vio como aparecía un movimiento potente situado a su izquierda, que se conformó en un partido llamado Podemos. Este hecho resultó crucial en todo lo que estamos viviendo en estos momentos. Cuando aparece el partido morado el bipartidismo salta por los aires y el enemigo de enfrente ya no es el único enemigo. Veamos a qué me refiero.
Con el sistema bipartidista, turnista, resultaba muy fácil unir a las huestes socialistas, pues, se hiciese lo que se hiciese, bastaba con identificar al enemigo, el PP y su tropa, para cerrar filas. Además en un sistema de dos partidos, tarde o temprano, se acabaría gobernando el país. Ahora, no existe un único enemigo y lo de copar el poder, tarde o temprano, no parece tan claro.
La existencia de un enemigo, siempre a la derecha (al menos en teoría), facilitaba unir a los militantes del partido. Se hiciese lo que se hiciese, las gente del PP siempre sería más de derechas. Ahora, con el surgimiento de Podemos, ya no existe esa excusa, pues los de Pablo Iglesias han ocupado el papel socialdemócrata que, en teoría, le correspondía a los del PSOE. Ya no resulta tan fácil justificar todas las medidas tomadas por los dirigentes socialistas, porque existe una organización potente que les ha robado la justificación del progresismo y de la izquierda (esa hace mucho que la perdieron).
Los líderes históricos del PSOE: González, ZP, Rubalcaba, algunos barones regionales... no vieron venir ese cambio y siguieron pensando que los parámetros eran los mismos que en tiempos pretéritos y acabaron estrellándose con su candidata andaluza. De igual manera, los medios asociados por tradición al PSOE, que llegaron a quitar y poner candidatos (el ejemplo de Borrell es prototípico), léase el Grupo PRISA, han descubierto que su influencia en la agrupación que se denomina progresista ya no puede considerarse decisiva. Basta ver el ataque despiadado, con insultos incluidos, que realizaron hace meses contra Pedro Sánchez, y el nulo resultado que les dio.
Respecto a Pedro Sánchez decir que es un émulo de ZP. Un tipo sin ideología alguna que no sea la de la ambición propia, capaz de defender que algo es blanco en un momento dado, para acto seguido, en otro contexto, volcarse en asegurar que eso mismo posee color negro, siempre que las circunstancias lo aconsejen.
Intuyo que los militantes del PSOE votaron a este tipo como respuesta a una jerarquía del partido que les aproximaba sin tapujos al PP. Una respuesta que no tiene tanto de ideológico (recordemos que en su anterior etapa el nuevo Secretario General pactó con Ciudadanos) como de castigo, por las conductas del pasado, en algún caso, como en la abstención para la elección de presidente, muy cercano. En realidad no se vota ideología, se votan personas. Tan es así que no se votan ideología que Pedro Sánchez mantiene en su programa la descabellada idea de asimilar ciertos partidos nacionalistas con lo que el denomina progresismo. Algunos de esos partidos nacionalistas, como el PNV, no han dudado en apoyar los Presupuestos Generales del Estado de este año y otros como el PDCat, no dudaron en apoyar la reforma laboral (bajo el nombre de CiU) o el segundo decreto de la Estiba. Por tanto, no hay ideología alguna. Lo que existe son formas y ambiciones.
Capítulo aparte merece la consideración sobre el futuro del PSOE con el nuevo secretario y con las alternativas. Uno intuye que la cosa no iba a variar mucho, porque el mapa electoral parece poseer una cierta estabilidad, diez escaños arriba o abajo, siendo la verdadera llave el papel de Ciudadanos, que es el partido que puede hacer perder, o ganar, votos al PP, otorgando, o no, al partido de Génova una mayoría más o menos holgada.
Como he dicho, se trata de una opinión a día de hoy, sin mayor base científica o sociológica, que puede mutar en función de las circunstancias. Tal vez la verdadera cuestión es conocer si Podemos consigue mayor representación parlamentaria que el PSOE, consiguiendo ser la segunda fuerza política, o no. Tal vez este hecho pueda tener más importancia de lo que parece para el partido del puño. Si la agrupación con sede en Ferraz se convirtiese en la tercera fuerza política, lo que implicaría un nuevo descalabro electoral, los cuchillos, a fecha de hoy muy bien enterrados, empezarían a volar y todo el entramado creado por Pablo Iglesias podría saltar por los aires. La lucha por los restos de poder, por los cargos que arreglen la vida a unos cuantos, la ambición de medrar, podría terminar por desmembrar a la única de las dos organizaciones políticas que aún sobevivía (la UCD ya forma parte de la Historia de este país que se estudia en los libros). Por tanto, en mi modesta opinión, lo crucial para los de Sánchez es parar la sangría que supone la pérdida de votos y, por tanto, de influencia. De no hacerlo, el ejemplo griego o francés no queda muy lejos.
Uno piensa que la ambigüedad y los circunloquios servían cuando sólo existía un rival, situado a la derecha. A día de hoy esa verborrea vacía solo genera rechazo y alejamiento de los no fieles. Más de lo mismo, con una cara más joven.
Un saludo.
El leonés, personaje turbio donde los haya, se plegó con facilidad a los postulados neoliberales extremos cuando le hicieron ver que sus juegos de prestidigitador eran sólo eso: artificios, que cuando vienen bien dadas tienen su efecto, pero en aquellas épocas su zafiedad no solucionaba las cosas y, fue en ese momento cuando no dudó en mostrar su verdadera faz y la de su partido, que no era otra que estar junto al poder económico a capa y espada.
Fruto de esa forma de gestión su partido perdió la presidencia y vio como aparecía un movimiento potente situado a su izquierda, que se conformó en un partido llamado Podemos. Este hecho resultó crucial en todo lo que estamos viviendo en estos momentos. Cuando aparece el partido morado el bipartidismo salta por los aires y el enemigo de enfrente ya no es el único enemigo. Veamos a qué me refiero.
Con el sistema bipartidista, turnista, resultaba muy fácil unir a las huestes socialistas, pues, se hiciese lo que se hiciese, bastaba con identificar al enemigo, el PP y su tropa, para cerrar filas. Además en un sistema de dos partidos, tarde o temprano, se acabaría gobernando el país. Ahora, no existe un único enemigo y lo de copar el poder, tarde o temprano, no parece tan claro.
La existencia de un enemigo, siempre a la derecha (al menos en teoría), facilitaba unir a los militantes del partido. Se hiciese lo que se hiciese, las gente del PP siempre sería más de derechas. Ahora, con el surgimiento de Podemos, ya no existe esa excusa, pues los de Pablo Iglesias han ocupado el papel socialdemócrata que, en teoría, le correspondía a los del PSOE. Ya no resulta tan fácil justificar todas las medidas tomadas por los dirigentes socialistas, porque existe una organización potente que les ha robado la justificación del progresismo y de la izquierda (esa hace mucho que la perdieron).
Los líderes históricos del PSOE: González, ZP, Rubalcaba, algunos barones regionales... no vieron venir ese cambio y siguieron pensando que los parámetros eran los mismos que en tiempos pretéritos y acabaron estrellándose con su candidata andaluza. De igual manera, los medios asociados por tradición al PSOE, que llegaron a quitar y poner candidatos (el ejemplo de Borrell es prototípico), léase el Grupo PRISA, han descubierto que su influencia en la agrupación que se denomina progresista ya no puede considerarse decisiva. Basta ver el ataque despiadado, con insultos incluidos, que realizaron hace meses contra Pedro Sánchez, y el nulo resultado que les dio.
Respecto a Pedro Sánchez decir que es un émulo de ZP. Un tipo sin ideología alguna que no sea la de la ambición propia, capaz de defender que algo es blanco en un momento dado, para acto seguido, en otro contexto, volcarse en asegurar que eso mismo posee color negro, siempre que las circunstancias lo aconsejen.
Intuyo que los militantes del PSOE votaron a este tipo como respuesta a una jerarquía del partido que les aproximaba sin tapujos al PP. Una respuesta que no tiene tanto de ideológico (recordemos que en su anterior etapa el nuevo Secretario General pactó con Ciudadanos) como de castigo, por las conductas del pasado, en algún caso, como en la abstención para la elección de presidente, muy cercano. En realidad no se vota ideología, se votan personas. Tan es así que no se votan ideología que Pedro Sánchez mantiene en su programa la descabellada idea de asimilar ciertos partidos nacionalistas con lo que el denomina progresismo. Algunos de esos partidos nacionalistas, como el PNV, no han dudado en apoyar los Presupuestos Generales del Estado de este año y otros como el PDCat, no dudaron en apoyar la reforma laboral (bajo el nombre de CiU) o el segundo decreto de la Estiba. Por tanto, no hay ideología alguna. Lo que existe son formas y ambiciones.
Capítulo aparte merece la consideración sobre el futuro del PSOE con el nuevo secretario y con las alternativas. Uno intuye que la cosa no iba a variar mucho, porque el mapa electoral parece poseer una cierta estabilidad, diez escaños arriba o abajo, siendo la verdadera llave el papel de Ciudadanos, que es el partido que puede hacer perder, o ganar, votos al PP, otorgando, o no, al partido de Génova una mayoría más o menos holgada.
Como he dicho, se trata de una opinión a día de hoy, sin mayor base científica o sociológica, que puede mutar en función de las circunstancias. Tal vez la verdadera cuestión es conocer si Podemos consigue mayor representación parlamentaria que el PSOE, consiguiendo ser la segunda fuerza política, o no. Tal vez este hecho pueda tener más importancia de lo que parece para el partido del puño. Si la agrupación con sede en Ferraz se convirtiese en la tercera fuerza política, lo que implicaría un nuevo descalabro electoral, los cuchillos, a fecha de hoy muy bien enterrados, empezarían a volar y todo el entramado creado por Pablo Iglesias podría saltar por los aires. La lucha por los restos de poder, por los cargos que arreglen la vida a unos cuantos, la ambición de medrar, podría terminar por desmembrar a la única de las dos organizaciones políticas que aún sobevivía (la UCD ya forma parte de la Historia de este país que se estudia en los libros). Por tanto, en mi modesta opinión, lo crucial para los de Sánchez es parar la sangría que supone la pérdida de votos y, por tanto, de influencia. De no hacerlo, el ejemplo griego o francés no queda muy lejos.
Uno piensa que la ambigüedad y los circunloquios servían cuando sólo existía un rival, situado a la derecha. A día de hoy esa verborrea vacía solo genera rechazo y alejamiento de los no fieles. Más de lo mismo, con una cara más joven.
Un saludo.
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