martes, 24 de octubre de 2017

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (24-X-2017)

A veces, querido diario, un mismo objetivo conseguido puede dejar un sabor de boca bien diferente. Tal vez, todo se deba a que, de vez en cuando, me sigo preguntando cosas y cuestionándome ciertos aspectos de la vida de mis alumnos. Te cuento lo que ocurrido y luego, si te apetece, opinas.
La semana pasada aprendieron conmigo dos niños a sumar. En realidad no han aprendido conmigo, lo que hemos trabajado es el algoritmo de la suma y diferentes recursos para abordar con éxito la tarea.
El primer crío aún no ha cumplido los seis años y presenta necesidades educativas especiales. Lo que he trabajado con él es comenzar a representar el algoritmo de la suma y resolverla, utilizando "bolitas" sólo para el sumando inferior. 
El segundo caso se trata de una alumna, nueva en el centro, de procedencia norteafricana, con diez años, que lleva, más o menos, un año en España. Además de trabajar cuestiones como el idioma vehicular, refuerzo aspectos relacionados con las Matemáticas. Como era de esperar, ha costado poco que comprenda el valor posicional e, incluso, sin haber profundizado en el sistema decimal, comprenda que se lleva una y debe añadirla en la unidad siguiente...
Reconozco que en ambos casos me sentí bien. Vivimos de esto y los logros de nuestros alumnos son nuestros logros. Sin embargo, mentiría si dijese que el segundo caso sólo me produjo alegría. Pensando, que de vez en cuando lo hago, querido diario, un rato después no pude evitar sentir una sensación de desolación al llegar a la conclusión de que una niña de ocho años, que es la edad de la alumna cuando llegó a España, no tenía adquiridos conocimientos tan básicos como la suma. No pude evitar sentir que esa historia de la integración y el respeto a las demás culturas queda muy chachi, pero que ahí abajo, doce kilómetros más abajo de este país, hay niñas que con ocho años no saben sumar, y no es debido a tener necesidades educativas especiales. No puedo evitar pensar que antes de enseñar el respeto hacia otras culturas deberíamos inculcar a nuestros alumnos el respeto a los derechos de las personas, entre ellos, el derecho a la educación. 
Es muy posible que lo mejor que le puede haber pasado a esa niña es que sus padres tuviesen que huir de las condiciones económicas y sociales de su país, con el consiguiente desarraigo y la zozobra de iniciar algo nuevo en otro lugar con una cultura diferente. Suena duro, pero, analizado con frialdad, puede que sólo se trate de la realidad de las cosas.
Vivimos en un medio, el mundo de la Educación, donde mucha gente mea colonia y cree andar por encima de las aguas. Hace unos días hablaba con una compañera sobre el papel del diagnóstico en Educación, campo delimitado a una serie de profesionales por ley. Ambos coincidíamos en la importancia de un diagnóstico, siempre centrado en las necesidades educativas (no en los déficits). De igual manera compartíamos opinión sobren lo cruel que resulta etiquetar a niños y mucho más si estas etiquetas eran eternas y desajustadas, fruto de la falta de perspectiva de los profesionales correspondientes.
En esta historia de la Educación todos cometemos errores, no somos más que personas haciendo una labor, pero existen errores pequeños, puntuales y existen errores mayúsculos y continuos, que pueden marcar la vida de un ser humano, que en el momento de recibir la etiqueta no tiene defensa alguna.
La altivez y/o la estulticia, en comunión con la falta de una mínima empatía (ponerse en el lugar del otro, que, en este caso, es el eslabón más débil) da lugar a aberraciones, contra las que nadie va a alzar la voz.
Por suerte, en el sistema educativo existen bastantes profesionales capacitados para realizar su trabajo, pero esa minoría falta de profesionalidad y humanidad hacen bastante poco por aquellos a los que dicen ayudar. 
Escucho y leo en los medios, en especial durante estos últimos días, hablar sobre la manipulación que sufren los alumnos en el sistema educativo, en especial en el catalán. No lo sé, no tengo datos e, imagino, que habrá gente que suelte rollos sobre buenos y malos y otra gente, la mayoría, que se limite a realizar su trabajo, sin mostrar sus preferencias políticas. Hay de todo, "como en Botica". 
A mí, querido diario, lo que me preocupa es saber qué es y qué no es manipulación. Por ejemplo, a mi me parece manipulación que se orille las carreras de Letras y se prioricen las de Ciencias y, en especial, las que tienen una aplicación práctica. Propiciar crear trabajadores y consumidores, minusvalorando a quienes piensan y a quienes pueden cuestionarse el tipo de mundo en que vivimos, me parece una manipulación del sistema neoliberal en boga. Sé que para mucha gente lo que digo resulta un absurdo, pero yo pienso eso.
Tal vez alcanzásemos un consenso sobre lo que puede ser manipular en el aula, o lo que no puede ser manipular, siguiendo un par de criterios básicos.
  • Sobre lo único que debemos insistir como innegociable es sobre lo recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.
  • Todo aquello que sea una opinión política debería ser precedido de una frase similar a: "Ésto que voy a decir es mi opinión sobre la cuestión... Pero vosotros podéis tener otra". 
Hoy, querido diario, no tengo mucho más que decir sobre este asunto ni sobre ningún otro. Por ello prefiero dejarlo aquí y no marear la perdiz con cuestiones intrascendentes, que no aportan nada, aunque contribuyan a engrosar el número de tus páginas.
Hasta la próxima.

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