"Nos convertiremos en quienes
estamos destinados a ser"
Ghandi
Los niños deben aprender y ser felices se convirtió en una máxima hace años. Sin embargo, con el paso de los años se ha descubierto que no todos los niños aprenden y que los pequeños tienen momentos de su vida en los que lo pasan mal y sufren. Tal vez todo se deba al que está en medio: el progenitor, el docente, el amigo que no le "ajunta"...
La implantación de la República Catalana iba a ser un paseo de paz y armonía, donde el buen rollo de la gente que quería esa opción política iba a acabar con leyes, fuerzas del orden y gobiernos que querían hacer cumplir las leyes. Algunos olvidaron que en las acciones de un pacifista como Gandhi hubo violencia, como en la Marcha de la sal, donde los hindúes sufrieron la violencia extrema de los británicos.
Firmemos todos en esa campaña para que no se derogue la cadena perpetua revisable, porque con ese mero hecho bastará para que los crímenes desaparezcan de las calles. En realidad, lo que oculta es una saña con el delincuente, pues, por desgracia, lo ocurrido no va a cambiar y nadie va a verse condicionado por la duración de la pena a la hora de cometer el delito. Existen personas que se desvían de la normal y que van a seguir cometiendo barbaridades, sin pensar en las consecuencias de sus actos.
Se nos convoca a una huelga, de un día, a favor de las mujeres en marzo. De nuevo movilizaciones de un día, que sólo sirven para que los profesionales de la nada salgan en los medios de comunicación exhibiendo lo chachis y enrollados que son. Por si esto fuese poco se desvirtúa el concepto de huelga, por el que unos trabajadores, con su acción, reclaman algo concreto a unos patronos. Previsión, el día 8 de marzo del 2019, se volverá a convocar algo parecido. Mientras, los que tienen problemas para conservar su trabajo, como los de una marca de coches ubicada en Figueruelas, han tenido que decidir perder derechos para poder seguir trabajando.
Ya expuse en una entrada anterior como muchas personas pretenden que todo se solucione de manera automática, sin tener en consideración si uno es responsable de la situación o no. En el fondo, la publicidad nos dice que comprarnos un vehículo tal o cual nos asegura la felicidad. Las películas nos cuentan que los buenos y el amor siempre ganan. Y los medios critican con dureza las injusticias, aunque sólo sea para ocultar su responsabilidad con los grupos de poder y su falta de escrúpulos a la hora de manipular la realidad.
Uno leyendo todo esto, y otras cuestiones similares, tiene la impresión de que cierta gente, demasiada para mi gusto, vive en una burbuja donde el dolor no existe, o no debería existir, en la que la desviación de lo adecuado se considera poco más que una aberración y en la que la consigna es seamos iguales, pensemos igual y hagamos pequeños gestos que nos hagan olvidar lo miserables y previsibles que somos.
Pero la realidad no discurre por esos derroteros. Los ancianos mueren solos en sus casas. Los niños de 14 y 15 años se siguen casando embarazados, o no, en el caso de alguna etnia. Existen personas que piden dinero en la calle, bien porque lo necesitan para comer, para alcohol, para drogarse o para varias de estas cosas a la vez. Existen padres y madres que no se comportan como tales con sus hijos. Existen personas abusando de su poder en las empresas y en otros ámbitos de la vida, y haciéndolo todos los días. Existen ladrones que lo hacen mediante el tirón y existen extorsionadores que van a los hogares de los ancianos para obligarles a contratar con tal o cual compañía. Existen niños que van sin desayunar a los centros y con unas condiciones de higiene inadecuadas. Existe un mundo real, que nada tiene que ver con revoluciones pacificas, los niños felices, las huelgas pantomima de una día ni con castigar a los malos, tirando la llave de la celda al fondo del mar. Existe un mundo imperfecto, que tienen mucho cuidado de ocultarnos. A lo sumo nos cuentan, de manera esporádica, una desgracia cuando no sirve para arrear a algún partido y/o para tenernos entretenidos. Un poco de sangre, de morbo, vende mucho y llena mucho tiempo de programa. Sin embargo, la sociedad no es una balsa de aceite. Las personas sufrimos, actuamos mal (otras muchas veces bien), nos equivocamos, actuamos por ambición, por resentimiento... Pero, desde el sofá, viendo la tele, escuchando la radio o visitando una red social, queda muy bien exigir una sociedad perfecta, donde todo sea maravilloso, porque, al final, todo acabará como en Charlie y la fábrica de chocolate.
Seamos felices, exijamos y no seamos conscientes de que somos una panda de seguidistas desideologizados. Ghandi consiguiendo sus logros siendo arrestado y encarcelado muchas veces.
Un saludo.
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