"No se te ocurra construir
tu vida sobre la mentira y el silencio.
Es lo peor, te lo aseguro".
Patria. Fernando Aramburu
Imagino que el lector habrá leído la novela de Fernando Aramburu, Patria. A mí me parece una gran obra. No sólo porque cuente lo que se sabía, y los medios de uno y otro bando, no publicaban en su totalidad, cada uno castraba la realidad en función de sus intereses, sobre la realidad de la situación generada por el terrorismo etarra y su persecución, en muchas ocasiones ajena a los límites legales; sino también por los personajes creados, que responden a tipologías de personas, que todos y cada uno de nosotros conocemos y que, seguro que, de manera inconsciente, también encarnamos nosotros.
No es mi intención destripar el libro al lector que no lo haya leído y que, en un momento dado, tenga intención de ello, pero sí voy a hablar sobre algunos de los rasgos de los personajes que aparecen, sin nombrarlos y sin ubicarlos.
Considero que en el libro, como en la vida, existen dos tipos de personajes: los que se aprovechan de las circunstancias, buscando beneficio, impunidad... Y aquellos que, como en las tragedias griegas se ven arrastrados por los hechos, bien de manera voluntaria, bien porque deben tomar postura.
Aquellos personajes que se erigen en la forma visible del poder (aunque éste sea ilegal), como aparece en el libro, sin dar nunca la cara, como ocurre en algunos casos, pero siendo un poder fáctico, poco hay que decir. Todos conocemos al típico aprovechado que se arrima al ascua que más calienta y que, en muchas ocasiones, no tendrá problema en cambiar de bando, de chaqueta, y hasta de calzoncillos, si en juego está el mantener su modus vivendi. Para ello utilizarán cualquiera de las rampas de acceso: partidos políticos, religiones, organizaciones humanitarias, asociaciones de víctimas... Estas personas tienen una cualidad: son capaces de subsistir en cualquier ecosistema. Gente que, además, cuando vienen mal dadas son capaces de hacer mutis por el foro sin hacerse notar e hibernan en espera de mejores oportunidades.
Existen tipos de este jaez que, además, tienen aspiraciones sociales y tienen la necesidad de ascender en el escalafón. Se trata de individuos que hacen mucho, ruido carente de contenido alguno. Nuestra vida política se encuentra atestado de personajes así.
En este libro, como en la sociedad, existen otro tipo de personas, que son los que se ven implicados en los grandes sucesos como protagonistas. Como escribí más arriba, algunos lo son de forma voluntaria y otros, los más, consiguen un papel estelar de manera forzada y casual.
Entre los protagonistas suelen abundar los tipos que por ideales resultan ser la perfecta carne de cañón para los ideólogos de uno y otro cariz. Personas sin excesivas aspiraciones, sin la necesidad de convertirse en alguien especial, que acaban siendo la mano de obra, los ejecutores, de gente que jamás dará la cara y que, a cambio de sentirse protagonistas de la "lucha", sufren penalidades, son capaces de hacer atrocidades y pierden un gran número de años de su vida, cuando no su vida, "luchando" en nombre de un ideal absurdo. No son santos, porque, como dije un poco más arriba, son capaces de señalar, de torturar y de matar. Sólo son los peones necesarios. Los encargados de esa empresa que utilizan los malos modos con sus subalternos, para que produzcan más, a cambio de unos pocos euros más al mes. Todo ello mientras el jefe se limpia las manos y ve como aumentan sus márgenes de ganancia o sus bonus de producción. Éso son ese tipo de personas: los peones necesarios, subordinados a una idea. Ninguna organización jerarquizada funcionaría sin ellos y ningún sistema político o intento de sistema políticos, tendría expectativas de éxito sin este tipo de seres. Entre ellos podemos encontrar los que se juegan todo a una sola carta y aquellos que, amparados en el anonimato y en la masa, se convierten también en peones necesarios, aunque estos intenten pasar desapercibidos, para no sufrir las consecuencias de sus actos. Estos hacen un trabajo de menor calado mediático, pero más efectivo, porque son los que, en el día a día, te recuerdan quien manda o aspira a mandar.
Por otra parte, se encuentran los afectados por la situación. Personas que han de tomar partido a favor de unos o de otros. En ocasiones forzados por vínculos familiares y, en otras, porque son sólo víctimas de algo que, en un principio, no les concernía, pero que acaba marcando su vida. Y desde la experiencia, no relacionada con el terrorismo, sé todo lo que se puede pasar cuando te embarcan en una guerra que nada tiene que ver contigo, pero en la que acabas pagando las consecuencias y eso genera vergüenza, temor, baja autoestima...Y reconducir todo eso no resulta fácil y lleva bastante tiempo.
Los otros, los que por circunstancias se alinean al otro lado, los que son capaces de llorar por la muerte de Franco y luego convertirse en abertxales por cuestiones de "necesidad" afectiva, desconozco como lo viven, pero tengo claro que si toman partido es por necesidad, no por convicción inicial. Es muy posible que si pudiesen decidir con el sosiego que da no necesitar hacerlo, se habrían convertido en parte de la gran mayoría de los que viven inmersos en el absurdo. En uno más de esa inmena mayoría que calla; que sólo aspira a sobrevivir en una jungla que el no ha creado y en la que no cree, pero que no puede destruir. Al menos él sólo, porque cuando muchos de esos tipos silentes se juntan y plantan cara para cambiar la situación la situación acaba, de manera invariable, cambiando.
Tenía intención de seguir escribiendo sobre el asunto, pero podría, ahora sí, destripar parte de la novela y nada más lejos de mi intención.
Creo que la intención que tenía al inicio de esta entrada la he cumplido con creces y no parece oportuno escribir más para rellenar y aburrir al amable lector.
Un saludo.
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