jueves, 13 de junio de 2019

RELATOS CORTOS

PENSAMIENTOS

Desde hacía mucho tiempo consideraba que leer la mente de algunas personas que la interesaban de manera especial sería algo fantástico, Podría saber si era correspondida, porque, por lo general este interés venía derivado de una atracción física o sexual, en ocasiones, las menos, esta atracción podía definirse como amorosa (o eso creía ella, hasta que desaparecía el encantos. Por tanto, esta habilidad la supondría una ventaja y una forma de minimizar riesgos. Sin embargo, sabía que esta idea, recurrente, sólo podía definirse como una ensoñación, que  servía para mitigar los miedos que la abordaban  cuando se enfrentaba a la posibilidad de ser rechazada por un hombre que le parecía interesante.
También había comprendido, gracias a experiencias dignas de olvidar, que no sentía ningún interés por conocer los pensamientos de aquellas personas que consideraba despreciables por su forma de pensar y, sobre todo de actuar. Consideraba que no podían aportar nada positivo.
Y entonces, cuando los vio, comprendió que no necesitaba conocer los pensamientos de aquellas personas que consideraba despreciables. Supo como concebían el mundo, cuando vio a su expareja abrazando y besando a otra mujer.




UN HOMBRE GRIS

Su nombre era Adolfo y sus apellidos Gómez Pérez, pero se podía haber llamado Gris Ceniciento, porque todo el mundo coincidía en que era un hombre gris. 
Frisaba los sesenta años.Vestía siempre de igual manera. Se aferraba a unos horarios y hábitos de manera kantiana, que sólo varió en cierta medida, cuando tuvo amigos, muy pocos, tres o cuatro, en su vida. En esas ocasiones solía quedar con ellos, siempre de manera individual, no coincidieron esas amistades en el tiempo, en su casa, para tomar café o, en ocasiones especiales, para comer. Pero en eso el destino también pareció seguir unos hábitos o costumbres. Todos sus amigos fallecieron tras un tiempo. Cuando esto ocurría Adolfo volvía a su antiguo ser y a su casi atávica rutina, que indicaba hasta en qué mes se compraba ropa, siempre en la misma tienda. 
A veces la vida le ponía retos, como cuando su peluquero se jubiló y cerró el negocio. Tuvo que romper la rutina de ir siempre, el mismo día del mes, a cortarse el pelo a la misma peluquería, con el mismo peluquero de siempre; pero, una vez encontrado un nuevo lugar para este menester, lo incorporó a su catálogo de rutinas.
Pero un día todo aquello se quebró cuando la Policía irrumpió en su trabajo, preguntó por él y se lo llevó esposado. Nadie en la oficina daba crédito a lo que veía. Se habrían equivocado, fue el comentario genealizado, porque ese hombre gris no podía había quebrantado la ley ni por error. 
Un para de horas después, en comisaría, Adolfo respiró tranquilo tras la lectura de los cargos. Sabía que la rutina no se rompería. Sería una nueva rutina, la que le esperaba en la cárcel por ser el autor del envenenamiento, con resultado de muerte, de sus antiguos amigos.




CUESTIÓN DE CANTIDAD


En la televisión apareció un rostro que conocía desde la infancia. Hacía tiempo que había perdido el contacto con él, pero no albergaba dudas sobre quién era: Joaquín, su compañero de pupitre en tercero de EGB y hoy líder del partido de la oposición y aspirante a presidir el Gobierno del país. Se le hacía extraño escuchar su discurso, insustancial y previsible. Siempre le recordaba como un niño un poco apocado, listo, pero tampoco en exceso, al que el fútbol no se le daba especialmente bien. Todo hacía presagiar que Joaquín iba a convertirse en tipo del montón, con una casa unifamiliar, una familia de dos hijos, un monovolumen, que se iría una semana o diez días de vacaciones en verano a la playa.  En otras palabras, en lo que él se había convertido. Él, el chaval más guapo de clase, tan inteligente o más que Joaquín, muy popular y buen deportista. ¿Qué pasó para que uno y otro acabasen en el lugar que, a priori, no les correspondía?
Esta pregunta le estuvo corroyendo durante unos días y llegó un momento en que sintió la necesidad de contestarla. Comenzó a buscar información sobre su antiguo compañero en Internet. Así pudo enterarse de como se había producido su ascenso en el partido, siempre al lado del vencedor en las luchas intestinas que habían tenido lugar en él. También, gracias a esa búsqueda, supo que estaba casado con una mujer bastante atractiva y que era padre de cuatro hijos, todos con una presencia estupenda, al menos en las fotografías que aparecían en la pantalla del ordenador. Vivían todos felices, o eso pretendía mostrar aquel reportaje que estaba leyendo, en una casa bastante más grande que la suya. Un rato después accedió a otro artículo donde comentaban que todos ellos habían disfrutado de tres semanas de vacaciones en un lugar costero de una isla y, de nuevo, sonrisas por doquier en el reportaje.
Apagó el ordenador y se quedó pensativo. No acertaba a comprender como había ocurrido ese cambio de papeles. Él era el líder, el niño carismático en el colegio, sin embargo, Joaquín había triunfado. Pero no tardó en comprender que, en el fondo, todo podía considerarse una cuestión de cantidad. Ambos tenían una familia, Joaquín una más numerosa y sonriente. Ambos tenían una casa, Joaquín una más grande. Ambos se iban de vacaciones, Joaquín las disfrutaba durante más días y en un sito más caro. Joaquín tuvo y tenía mucha ambición, él no.



CASABLANCA


Ella le hacía sentirse como Ricky en Casablanca, un héroe anónimo. Ella detestaba los aeropuertos con niebla.










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