sábado, 14 de agosto de 2021

VIEJA HISTORIA

SERGIO 


 Su rostro yerto y cerúleo aún le atormentaba, en especial en las noches de insomnio, en las que el dolor y la añoranza le empujaban hacia un abismo, que le atrapaba sin remedio durante las prescindibles, al menos para él, no de madrugadas de tormento. La aparición en su mente de su imagen en el depósito de cadáveres, donde acudió para confirmar que se trataba de él, de Jaime, de su pareja, le suponía una tortura dolorosa e intuía que necesaria para superar, en el momento que fuese, el duelo por su pérdida.

Se habían conocido cinco años atrás, estudiando inglés en la Escuela Oficial de Idiomas de su ciudad y antes de acabar el primer trimestre ya se había convertido en pareja. Ambos tenían muchas cosas en común, pero, sobre todo, la atracción mutua que sentían por el otro. Se habían convertido en una especie de agujeros negros, que atraían irremediablemente al otro, con la virulencia de lo que no se ha vivido con anterioridad. Agujeros negros, que alumbraban el interior del otro con la llama de lo más imprescindible. 

Si le hubiesen dicho en aquella época que viviría sin él, aunque fuese atravesado por las puñaladas de dolor que sentía cada vez que le recordaba, como durante aquella noche de vigilia, no lo hubiese creído. De hecho, tampoco hubiese pensado que él, su gran amor, Jaime, hubiese desaparecido así, de repente, sin previo aviso. Ni tan siquiera su trabajo conseguía apartarle de ese talud por el que despeñaba una y otra vez. En realidad, debería considerarse afortunado en ese aspecto. Tras más de una década persiguiendo su sueño, había conseguido hacerse un nombre en el mundo de la actuación. Desde hacía un par de años su rostro y su nombre, Sergio Andrés, aparecían en diversas series y comedias, tan previsibles como taquilleras. Pero, a pesar de su éxito profesional, nada ni nadie podía alejar esa angustia, ese sufrimiento que le invadía por la desaparición repentina y violenta de su pareja.

Su ascenso en el mundo del espectáculo se lo debía a Jaime, que fue quien le presentó en una fiesta a un conocido productor, Julián Altuna, que le dio la oportunidad decisiva. Altuna apostó por él en una serie que consiguió un gran éxito en la pequeña pantalla. A partir de ese momento, siempre bajo el paraguas de Julián, le comenzaron a llegar propuestas de trabajo de manera regular, teniendo que rechazar algunas, por ser imposible abarcar tanto trabajo. De igual forma tuvo que declinar varias ofertas de su mentor en el mundo del espectáculo para practicar sexo con él. Aunque le parecía un tipo con cierto atractivo, él se sentía unido y enamorado de Jaime, al que no pensaba traicionar de manera alguna. 

En realidad las insinuaciones y proposiciones de Altuna no le preocupaban lo más mínimo, a lo sumo le resultaban un halago, o algo parecido, como podía serlo toda proposición de interés en cualquier aspecto de una persona hacia otra. Sí, le generaba cierta desazón esa sensación de ausencia que le transmitía su pareja cuando hablaba con él. Algo parecía preocupar a Jaime, pero éste se escudaba en el ritmo de trabajo, el calor o en cualquier otra excusa, cuando era preguntado por él respecto a esa actitud distante. Esto sí le preocupaba, y mucho.

Recordar aquellas últimas semanas de convivencia y la sensación de que la persona que más quería en el mundo le ocultase algo tras esa expresión abstraída y las respuestas huidizas cada vez que le preguntaba por su ensimismamiento, provocó que volviese a llorar, que desease morir y que se maldijese por no tener el valor de acabar con todo. Nada merecía la pena sin Jaime.



JAIME


Le preocupaba el estado anímico de Sergio. Cada vez gestionaba peor la situación que estaba viviendo. Los continuos rechazos en los casting para interpretar papeles importantes y que solo consiguiera participar en anuncios o con apariciones casi residuales en series de no gran categoría estaban afectando a su ánimo y, como consecuencia, a la relación entre ambos. No sabía como abordar la situación, hasta que se acordó de un antiguo amigo de correrías, algunas poco confesables, que ahora era alguien importante en el mundo del espectáculo patrio, al que no dudó ni un segundo en llamar.

Dos días después se volvieron a ver, tras varios años sin contacto alguno, y, sin dilatarlo mucho en el tiempo, él le habló a su amigo Julián de su pareja y de su situación laboral. Julián omitió que, en su fuero interno, consideraba que Sergio no era lo que podía denominarse un gran actor,  porque en ese momento lo único que deseaba con toda su alma era ayudar a su pareja. No podía soportar ver sufrir a la persona que le había enseñado lo que era el amor y la felicidad.

El productor no le prometió nada. Simplemente le invitó, a él y a Andrés, a una fiesta que celebraría el sábado en su casa, donde iría mucha de la gente con capacidad de decisión en el mundo del artisteo, como llamaba Altuna a su entorno laboral. "Es posible que allí alguien pueda echarle un cable", concluyó Julián.

Jaime comprendió que esa puerta entreabierta constituía una buena oportunidad para su pareja de meter en el mundo del espectáculo y, aunque hubiese preferido una audición para algún papel protagonista, agradeció a su viejo amigo el ofrecimiento. Asegurando que no faltarían al evento.

Cuatro días después Sergio y él se encontraban en la fiesta sabatina, a la que no parecía faltar nadie o casi nadie de los que se encontraban en lo más alto del mundo de la televisión y el cine nacional. 

Al poco de llegar ambos a la fiesta el anfitrión se acercó a saludarlos. Dibujó una sonrisa, que igual podía ser la de un profesional que sincera, que volvió a ejercitar cada que vez que coincidía con ellos durante la noche. Una sonrisa que resultó ser de aprobación, pues dos días después, el lunes, Jaime recibió una llamada de la productora de Altuna, Trampantojo S.A., para que Sergio se presentará el miércoles para realizar una prueba para una serie de televisión. 

Y ese fue el inicio de su carrera meteórica. 

Y ese fue su secreto. Jamás le contaría que ese primer papel protagónico lo consiguió gracias a que él había hablado con un antiguo amigo.

Tampoco le contaría que hacía unas semanas había hablado con Julián y éste le había contado que él también estaba enamorado de Sergio. Altuna también le dijo que se lo había dicho,  se lo había declarado, pero que éste le había respondido que estaba enamorado de él y que jamás le engañaría. En ese momento, Jaime se sentía, por un lado, repleto de felicidad por saber, aunque fuese por fuentes indirectas, que la persona que amaba y con la que compartía su vida, sentía lo mismo por él, pero, por otro lado, la declaración de su amigo y rival, le generaba malestar e intranquilidad; tal vez porque intuía que ese amor que su viejo amigo de juergas era, al menos, tan potente como el que él también sentía por su pareja.



JULIÁN


"La muerte, el asesinato, de Jaime, pareja sentimental del gran actor Sergio Andrés, al que hoy represento, nos ha dejado a todos conmocionados. Hoy estoy yo aquí porque Sergio necesita un tiempo para asimilar todo lo ocurrido y debemos respetar su dolor y su pérdida. 

Este acto criminal, seguramente de carácter homofóbico, debe ser investigado y el, o los, autores deben ser castigados por tan cruel e inhumano acto. 

El respeto a las personas, sean cual sean sus preferencias sexuales y sentimentales, deben situarse por encima de cualquier otra cuestión. .

Este lamentable hecho nos demuestra que queda aún mucho camino por recorrer en este aspecto y debería hacernos pensar y replantearnos muchas de nuestras convicciones.

Respecto a la investigación del trágico suceso, solo puedo decir que está bajo secreto de sumario y desconozco cualquier aspecto de la misma.

¡Gracias!"

Julián terminó su discurso y se encaminó hacia una puerta situada a la derecha del atril, desde el que había dado este breve discurso a los diferentes medios de comunicación, que harían de altavoz para que el mensaje llegase claro y contundente a todos los rincones del país. 

Cuando llegó al cuarto contiguo, tras cerrar la puerta, se sentó en un sofá de dos plazas en silencio y dejó volar los recuerdos.

Rememoró el día que había conocido a Sergio Andrés en la fiesta que organizó en su casa y como sintió una punzada que le atravesó el alma cuando le vio por primera vez. Una punzada cargada de una sensación que, a pesar de no haberla sentido con anterioridad en su vida, no le costó identificar con esa sensación que se conoce como amor. Durante días no pudo borrar una sonrisa bobalicona de su rostro y no dudó, ni por un segundo, en contratar a Sergio como protagonista de la comedia que estaban a punto de rodar. Necesitaba estar a su lado. Precisaba compartir el mismo aire que el respiraba para sentirse vivo. 

Sin embargo, con el paso de los meses, esta cercanía no resultaba suficiente. Deseaba poseer su cuerpo y que él poseyera el suyo. Tenía la necesidad, casi obsesiva, de pasar del amor platónico a la traslación carnal de este sentimiento.

Armándose de valor, se declaró y Sergio le rechazó, con tranquilidad y amabilidad, argumentando que él también estaba enamorado, pero de Jaime y que, por nada del mundo, se separaría de él, ni mucho menos le sería infiel. Concluyó su respuesta negativa con aquello que más podía dolerle, diciéndole que siempre le estaría agradecido por todo lo que había hecho por él, ayudándole a llegar al estrellato, y que por eso él siempre le vería como un gran amigo... O mejor, como un hermano.

Recordó como esta vez también le atravesó una punzada, pero en esta ocasión la composición de la misma era dolor negro y viscoso, que se adhería a cada micra de su cuerpo. También le vino a la cabeza que en esa ocasión esbozó una sonrisa, como cuando conoció a la persona que estaba frente a él, pero esta vez la composición de la misma solo estaba formada por un ingrediente: la derrota. 

Sin embargo, el seguía enamorado, y eso nada podía remediarlo. Tras pensarlo, o tal vez sin pensarlo mucho, habló con Jaime y le expuso la situación. Jaime escuchó sus palabras con atención y, como única respuesta, le comentó que el sentía lo mismo que Sergio por lo que no había nada más que hablar. A pesar de la insistencia del productor, y de alguna amenaza velada sobre un futuro incierto para la carrera profesional de la persona que ambos amaban, no obtuvo ningún otro tipo de contestación del otrora amigo suyo.

El sufrimiento de aquellos días no lo había conocido con anterioridad. Ni tan siquiera cuando perdió a su madre, por la que sentía veneración. Decidió retirarse lejos durante un tiempo. Abandonó todas sus obligaciones y alquiló una lujosa casa en una isla del Mediterráneo. Allí, solo, el paso del tiempo le ayudó a mitigar, al menos parcialmente, esa sensación de desgarro. De hecho, una semana o diez después después de comenzar su exilio voluntario organizó una fiesta con unos pocos invitados y allí fue donde conoció a Mario, que no tardó en hacerle una proposición sexual, que aceptó inmediatamente. 

Vino a su cabeza el momento en que, a la mañana siguiente, mientras desayunaban él le conto a su amante ocasional todo lo que había motivado que se hubiesen conocido. Mario escuchó con atención y silencio el relato de su anfitrión. Al acabar el mismo, le pidió un bolígrafo y un papel, escribió un número de teléfono sobre la superficie de la cuartilla, se la acercó y le dijo que la forma de acabar con el problema es llamar a ese número de teléfono, diciendo que es amigo suyo, e indicando que tenía un problema con el que deseaba acabar. Le iba a costar varias decenas de miles de euros, pero el resultado estaba garantizado.

Parecía  estar viviendo en ese momento la sensación de perplejidad que sintió al recibir ese papel en el que siete números quebraban el blanco inmaculado del mismo. Ese instante de perplejidad fue roto por Mario que le recordó la decisión era exclusivamente suya, no habiendo necesidad alguna de marcar el número si el no lo consideraba oportuno. Ese aspecto solo dependía de él. Julián le dio las gracias y terminaron el desayuno en un denso silencio.

Algo menos de dos semanas después, repuesto en buena medida, de aquello que le había impulsado a alejarse de su día a día, volvió a su ciudad y a sus quehaceres diarios. Visitó el set de grabación de la comedia de situación que en unos meses iba a inundar las carteleras de todos los cines nacionales y allí vio a Sergio. Sintió algo muy tenue en su interior, pero nada que no pudiese controlar o que le hiciera sentirse desgraciado. De hecho, decidió hablar con él para superar esa situación y todo hacía indicar que la pasión por el actor se había reconducido hacia un lugar situado en el mundo de los recuerdos. 

Durante varios días todo discurrió de esa manera y tuvo la certeza de que la tormenta ya había escampado. De hecho, vio a Mario en el set de grabación un día y el rencor que sentía hacia él parecía constituir una cuestión lejana. Incluso llegó a acercarse a él y saludarle. Todo había pasado, pensó. 

Al finalizar la sesión de grabación Sergio se acercó a Mario y ambos se besaron, con la serenidad de quienes se aman sin más artificios. Él, desde la lejanía del productor, les miraba y sonreía. Lo tenía claro, no podía hacer nada para cambiar lo que sentían esas dos personas. Cuando lo comprendió se limitó a rebuscar en su cartera, extraer una cuartilla de la misma, sacar su teléfono móvil y marcar el número de teléfono que alguien había escrito en esa hoja en blanco.

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