Hoy es el cumpleaños de mi hijo, cumple 4 años, y por ello he decidido cambiar la temática de los últimos días, para dedicarme a algo más interesante, mucho más interesante: la vida.
Podíamos resumir la vida, de una manera aséptica, como el período de tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte de un ser vivo. Evidentemente, en el caso del ser humano, e intuyo que en el de otros animales, esta definición no refleja en absoluto mi vida, la del lector o la del vecino. Un concepto más ajustado de vida, al menos de vida tal como lo entendemos los seres humanos, podría ajustarse a la siguiente definición: todos aquellos sucesos que acontecen durante el período vital de un individuo y la forma en que éste interpreta dichos sucesos. En este concepto lo subjetivo, lo percibido y como lo sentimos cobra especial relevancia, confiriendo a lo interno, tanto desde el punto de vista cognitivo como emocional, una importancia fundamental. Parece evidente que, una vez sumidos en los subjetivo, la longevidad pierde algo de importancia, no toda ni mucho menos, a manos de la calidad de vida, concretamente de lo que ha acontecido en el período vital de una persona, e igual de fundamental, como lo ha interpretado el individuo, cómo lo ha vivido. El cómo, desde mi punto de vista, constituye el fundamento de todo lo vivido. Un individuo puede estar ante un estupenda puesta de Sol aburrido como una ostra, mientras otro puede disfrutar de una flor que ha aparecido entre dos adoquines.
Pues bien, el cómo vivo ha sufrido una gran transformación desde hace cuatro años, cuando apareció en la vida de mi pareja y en la mía un pequeño llorón y hermoso, que dependía de nosotros, especialmente de su madre por lo del pecho, para todo menos para respirar y para dormir. Aún recuerdo como a los dos días abrió por primera vez los ojos, o como debíamos ir con la canción de Benny Hill a todo trapo en el móvil de mi pareja cuando íbamos por la calle durante la noche y la luz de las farolas del pueblo no iluminaban los suficiente, creemos que nuestro peque lloraba porque tenía miedo y la música le hacía olvidar su canguelo. Tampoco olvidaré su principio de neumonía ni su llanto cuando le dejaba en la guarde. Pero tampoco enterraré en un lugar ignoto de la memoria cada uno de sus abrazos, de sus escasos besos (qué poco besucón es, tiene a quien parecerse, a mi), cada una de sus sonrisas pícaras, acompañadas por una mirada cómplice. Mucho menos envolveré en el olvido la primera vez que me llamó papá, a eso de las cuatro de la mañana, ¡podías haber elegido otra hora!, no sabía si comerte a besos o, directamente, comerte. Creo que hice lo primero.
Querido hijo mío, tampoco olvidaré que tú me has hecho sentir la vida como si fuera otra; a veces dura, a veces increiblemente gratificante; a veces esclavizadora, a veces liberadora; a veces complicada, a veces sencilla; a veces veloz, a veces lenta; a veces... pero siempre, siempre, llena, llena de ti.
Felicidades, hijo mío y gracias por estar aquí, entre nosotros. Felicidades y gracias por todo, mamá.
Un saludo.
4 comentarios:
Nuestro pequeño vino y dejamos de ser dos para ser tres...una familia.
Siempre digo lo mismo, pero creo que su llegada nos convirtió, además de en papás, en mejores personas.
Gracias por existir, mi pequeño.
Gracias por estar ahí y ayudarme a andar este sendero, papi.
El comentario anterior lo he hecho yo...inconvenientes de utilizar el mismo ordenador.
Muy bonito Paco! por fin un escrito sin quejas ejejejeje!!!! que mala soy!!! me ha gustado mucho, y es verdad Saruki que nos hacen ser mejores personas y aprobechar mas aun la vida pro que ocn ellos no hay tiempo que perder! son una maravilla! besos a los tres!a ver si por fin se pega este comentario leches queno lo he conseguido esta manana! besines!!
Enorawena ;-) Debe ser algo precioso
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