Una palabra bien elegida
puede economizar no sólo cien palabras,
sino cien pensamientos.
Henry Poincaré
Estas Navidades he visto una película que dejaba bastante que desear. Sin embargo, debo reconocer que contenía un fragmento, muy divertido, que me impresionó de manera muy positiva. La escena se situaba en una oficina de empleo (¿desempleo?) francesa, donde el funcionario de turno abría los ojos sobre las expectativas laborales de la protagonista, una mujer que rondaba los cuarenta años, con amplia experiencia en su campo laboral y titulación universitaria. Tras su discurso sobre el mercado laboral y las posibilidades de encajar en el mismo de su interlocutora, el hombre hizo una observación precisa y cargada de muy mala uva. Aunque no puedo citar las palabras textuales el mensaje que descerrajó fue el siguiente: Olvídese de ser coaching, porque resulta absurdo que una persona que con cuarenta años no ha conseguido un empleo estable y esté en paro, se dedique a dar consejos a otra persona sobre como debe solucionar su vida. ¡Touché... y hundido!
En efecto, parece muy fácil, colgarse de un nombre, a ser posible en inglés, o, en su defecto, un neologismo, y empezar a sentar doctrina; eso sí, a cambio de un buen número de euros.
Cuando un mes después alguien me contó que había vivido una experiencia con un gurú, que prometía el oro y el moro, siempre que siguiese sus indicaciones, que su jerga estaba poblada de palabros opacos y que ante la pregunta: ¿tiene experiencia en esto? La respuesta, como no podía ser de otra manera, se puede definir como una larga cambiada, me acordé de lo narrado en el primer párrafo. Un par de semanas después, ante la escasez de ideas, me pareció un buen tema para rellenar una entrada y en ello andamos.
Hace unos cuantos años escribí sobre la jerga de los economistas, que desvirtúan el lenguaje para hacerlo inaccesible al común de los mortales, con la intención de hacer incomprensible su labor. Lo mismo hacen los políticos, en especial los que se denominan progresistas. En un intento por no encarar los problemas, tomando decisiones, utilizan palabros vacíos de contenido que suenan de manera grandilocuente, con la intención de ocultar su inacción y su capacidad ad infinitum para ocupar una poltrona, con su correspondiente, y abultado, sueldo. Pero hoy me apetece abordar el caso de todos estos vendehumos, mercachifles del siglo XXI, que sólo proporcionan palabras, a cambio de sajar de manera conveniente a quien acude a ellos.
Para empezar, estos coaching, muchos asesores laborales, gurús de diferentes corrientes filosóficas y demás tropa de verbo fácil y bolsillo ávido, parten de un hecho innegable: la necesidad que el individuo, o individuos, tienen de mejorar. Parten de una necesidad real, aunque, a veces, esta necesidad pueda ser inducida por la publicidad de estos trileros, o también pueda deberse a una percepción errónea del sujeto que acude a estos filibusteros del lenguaje. A partir de este momento, se pone en marcha un mecanismo creado para envolver al cliente, haciéndole cada vez más dependiente del iluminado de turno. ¿A nadie le extraña que existan terapias milagrosas (en especial para la cuenta corriente de quienes las llevan a cabo) que se prolonguen en el tiempo años y años y el individuo nunca aprenda a abordar los problemas por sí mismos? Tal vez, como he escrito un poco más arriba, todo se deba a que el verdadero éxito de estos guías del espíritu, del emprendimiento o de la vida realizada sea crear dependencia en el cliente.
Una vez generada esta dependencia, vender el "producto" resulta fácil. Pero no sólo resulta fácil vender su mercancía, también resulta fácil evitar la evaluación de todo el proceso y, sobre todo, de los logros. O, en algunos casos, posponer la evaluación lo suficiente para haber extraído todo el jugo posible al cliente.
Un ejemplo de esto último son todas aquellas empresas enfocadas a la inserción (también se podría decir reinserción en algunos casos) en el mundo laboral. Te asesoran sobre como buscar trabajo, sobre como crear una empresa para que tenga éxito... Pero, ¿ofrecen datos reales sobre el nivel de éxito de las personas que siguen sus consejos? ¿Ofrecen estudios comparados entre las posibilidades de éxito que tienen quienes siguen, y quienes no lo hacen, sus aprendizajes? ¿Ofrecen una valoración real de la gente que ha recibido su doctrina?
En el fondo, la gran virtud de sanadores, coaching, guías para el éxito personal y profesional y tropa aledaña no es otra que atrapar, con florida sintáxis, a personas, o colectivos, carentes de algún aspecto, bien sea afectivo o material, que les ayude a transitar por este mundo. No importan tanto las soluciones como envolver el producto de manera adecuada.
Si sirve para algo, yo tengo una teoría: desconfío, por sistema, de todo aquel discurso que, por la complejidad de su vocabulario, no pueda comprender una persona sin estudios como mi madre. El lenguaje nació para entenderse y no para crear barreras. Aquel que utiliza las palabras para crear distancias oculta algo.
Un saludo.
En el fondo, la gran virtud de sanadores, coaching, guías para el éxito personal y profesional y tropa aledaña no es otra que atrapar, con florida sintáxis, a personas, o colectivos, carentes de algún aspecto, bien sea afectivo o material, que les ayude a transitar por este mundo. No importan tanto las soluciones como envolver el producto de manera adecuada.
Si sirve para algo, yo tengo una teoría: desconfío, por sistema, de todo aquel discurso que, por la complejidad de su vocabulario, no pueda comprender una persona sin estudios como mi madre. El lenguaje nació para entenderse y no para crear barreras. Aquel que utiliza las palabras para crear distancias oculta algo.
Un saludo.
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