martes, 14 de agosto de 2018

HACER, PENSAR...

"Un hombre con una nueva idea
es un loco,
hasta que triunfa".

Mark Twain


Hace un tiempo circularon unas imágenes en las que unos niños sostenían la  divertida idea que defendía que los huevos tienen su origen en el frigorífico. Así, a primera vista, no deja de ser una ocurrencia más de unos niños, pero, salvando el nivel cognitivo, tiene bastante que ver con una manera, bastante común, de interpretar la realidad. Bastan un titular o dos de prensa, cuando no de un programa sensacionalista, para interpretar la realidad.
No, querido lector, no voy a volver a hablar de personajes de la carcundia patria como Losantos, Ignacio Escolar (su visión, real o fingida para sacar rédito, de las relaciones hombre/mujer no disgustarían a muchos curas nacionalcatólicos) o demás tropa abominable, que mancilla el nombre de la información. El objetivo de esta entrada, veremos si lo consigo, es algo un poco distinto: hablar de la casi imposibilidad de tener tiempo para realizar actividades desde el principio hasta el final. Actividades que van desde lo material a lo intelectual.
El análisis simplista de los niños, que se basa en lo inmediato, recuerda bastante nuestra forma de actuar y pensar. Si algo tiene un pequeño defecto compramos un objeto similar nuevo y tiramos el viejo. Si quiero hacer tal o cual cosa (desde una comida nueva a arreglar un pequeño problema con el ordenador) mejor compro o pago por ello, en vez de dedicar parte del tiempo a probar, experimentar, a veces equivocarnos y, si sale bien o medianamente bien, sentirnos orgullosos de nuestra pequeña/gran hazaña.
Ese aspecto de intentarlo, de enfrentarse a algo nuevo, de lograr pequeñas/grandes satisfacciones por nuestro trabajo (manual o intelectual) lo estamos perdiendo. Nos estamos convirtiendo, en muchos aspectos, en seres humanos capaces de buscar todo aquello que necesitamos a cambio de dinero, despojando de valor a los objetos que poseemos y a nuestra propia capacidad de cambiar las cosas con nuestro esfuerzo.
Se puede pensar que estamos faltos de tiempo y que resulta mejor dedicar los escasos momentos del día o de la semana que no tenemos obligaciones a descansar... por ejemplo viendo una serie de una cadena norteamericana o jugando al FIFA. Consumiendo algo que nos dan precocinado y que, por hache o por be, se ha puesto de moda.
Cierto que siguen existiendo personas, no pocas, que dedican parte de su tiempo a realizarse con actividades completas, pero la tendencia es la contraria. En una sociedad industrial, que se asienta sobre el consumo de objetos y de ideas simples, no conviene mucho que la gente se arregle sus cosas, haga parte de sus objetos de uso cotidiano o no, indague en profundidad sobre asuntos y formas de pensar distintas (que no tienen que ser acertadas). Se trata de satisfacer lo inmediato, con la mayor facilidad posible. Si te puedo llevar la comida a casa, aunque sea explotando a quien lo hace, mejor que mejor, pues te lo doy todo hecho, sólo falta que te lo comas tú (acto que, por el momento, no pueden hacer por ti).
Alguien podrá alegar que vivimos en una época con poco tiempo para nosotros y mucho para el trabajo remunerado. En determinados casos puede ser, y es, cierto; pero, también existe una cultura del ocio basado en consumir los productos que nos venden como lo mejor de lo mejor.
Por supuesto, no propugno la necesidad de seguir los pasos de Gandhi en aspectos como tejerse la propia ropa. Sin embargo, si creo que existe una deshumanización cuando todo lo que conseguimos lo hacemos a cambio del dinero que nos dan a cambio de vender nuestra fuerza de trabajo, en muchas ocasiones puesta al servicio de actividades repetitivas o en condiciones que socavan la dignidad.
Trabajar, conseguir dinero a cambio de ese trabajo, consumir lo que nos venden como fuente primordial de placer. Trabajar, conseguir dinero a cambio de ese trabajo, consumir lo que nos venden como fuente primordial de placer... Trabajar para consumir lo que nos obligan a producir a cambio de nuestro tiempo. O, mejor dicho: trabajar para consumir la parte del producto que nos obligan a producir. Porque ese es el problema: hemos perdido la perspectiva del proceso global de producción. Somos conocedores de una parte, por lo general ínfima, del objeto que producimos, vendemos...
Tal vez, esto forme parte de la alienación de este capitalismo que se alimenta de nosotros y al que alimentamos nosotros con nuestros hábitos. Lo que sí puedo afirmar es que algo se pierde cuando somos incapaces, por mentalidad, más que por posibilidad real, de producir bienes materiales o intelectuales completos, o lo más completos posibles, por nuestros propios medios. Estamos vendidos a lo que nos quieran ofrecer o a lo que con nuestro ingresos podamos acceder. Y, tal vez, conseguir los mayores ingresos posibles se haya convertido en una forma de realización, porque nos permite acceder a objetos a los que otros no pueden acceder con su dinero. Competir contra el otro, en vez de competir contra uno mismo, pidiendo ayuda si es necesario, para realizar un buen objeto o una actividad intelectual. Competencia contra el otro, contra satisfacción personal por lo logrado por y para uno mismo.
Un saludo.

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