"Rockin'In the free world..."
Neil Young
Una de las cuestiones más importantes de cualquier suceso vital importante debería ser los aprendizajes que extraemos de lo ocurrido. Por supuesto, este período que estamos viviendo, que en unos años figurará en los libros de Historia, resulta propicio para extraer conclusiones que debiésemos tener en cuenta, para bien o para mal, en nuestro presente y en nuestro futuro.
Considerando lo ocurrido, a uno se le ocurren algunas conclusiones sobre lo acontecido durante estos meses, con las que, tal vez, el lector pueda estar de acuerdo, o no, pero que creo necesarias reflejar negro sobre blanco para, al menos, hacer pensar a quien tenga a bien leerlo.
En primer lugar, me gustaría hacer una distinción entre el ámbito público y el ámbito individual. Lo que voy a escribir a continuación se refiere a aquello visible y, en general, colectivo o referido a algunos colectivos. Sobre lo que acontece a cada persona de modo individual nada tengo que decir, pues lo desconozco.
Una vez realizada esta aclaración me gustaría comenzar a tratar sobre algunas de esas enseñanzas extraídas de este periodo de pandemia.
En primer lugar me gustaría aclarar que no hemos salido mejores, como el presidente del Gobierno de este país dijo tras los duros meses que vivimos durante la primavera del año pasado. Hemos salido, en general, exactamente iguales, o casi, pero menos, porque unos cien mil conciudadanos han fallecido, víctimas del virus. Si restamos el mayor o menor miedo a infectarnos, el resto de cuestiones importantes de nuestra vida han variado poco, o nada, siendo la única diferencia notable, los problemas psicológicos que en ciertas personas ha generado esta situación.
También parece importante hacer referencia al tipo de sociedad en la que vivimos. Para una parte de las personas la llegada de un virus con esta capacidad letal, un elemento más de la naturaleza, ha supuesto una bofetada de realidad. Por una parte porque nos ha bajado del pedestal a la especie humana; somos tremendamente vulnerables y, por otro lado, porque esa sociedad del placer inmediato, siempre pagado con el dinero obtenido con nuestro trabajo, no era más que una ficción, creada para consumir. Nos vendieron la irrealidad de que todo se podía conseguir sin gran sufrimiento. Todo los no podrían arreglar sin gran sufrimiento, porque el sufrimiento era una palabra maldita, y, de repente, hemos comprobado que existe la vulnerabilidad, la incertidumbre que, incluso, existe en las soluciones a la situación. Baste como ejemplo lo que ocurre con las vacunas. Ante un riesgo ínfimo ciertas personas, en su derecho, prefieren no "arriesgarse". Deberíamos aprender que la incertidumbre y el riesgo forman parte consustancial de la existencia y que nada ni nadie puede evitarlo. Quizás, si fuésemos consciente de ello disfrutaríamos más de la vida.
Por otra parte, la existencia de los negacionistas deja a las claras la gran diversidad de ideas y opiniones sobre cualquier tema que existe en las sociedades. Pero también deje entrever la existencia de un porcentaje de la población que creen en ideas mágicas, entendiendo como ideas mágicas aquellas que solo se sustentan en la fe de quienes las defienden. Las personas que defienden este tipo de posturas suelen utilizar argumentos tipo: demuestra que esto no es así o esto en lo que creo es así porque lo digo yo. Pero la cosa no funciona así. En realidad la cuestión es, y debería ser: yo soy negacionista y te demuestro que estás equivocado por esto, por esto y por esto otro y puedes comprobar en cualquier momento, mediante pruebas objetivas, que lo que digo es cierto. Esto funciona así y, mientras alguien alegue que yo debo demostrar que lo que él dice es falso, sin haberme aportado antes ninguna prueba que verifique su veracidad, lo único que sostiene una teoría es el pensamiento mágico. Lo cual deja claro también lo poco que muchos de nosotros conocemos sobre como funciona la Ciencia y el método científico y esto sí que nos debería preocupar, y mucho.
Otro aspecto, que ya recogí en otra entrada, es la importancia que los trabajadores de a pie, en muchos casos muy mal pagados, tienen, y no solo para la Economía, sobre todo para el funcionamiento de la sociedad. Un transportista, un celador, una cajera, el que envasa la comida para perros, las personas de ayuda a domicilio... Todos ellos son fundamentales para nuestro día, pero, por lo general, en los medios se da voz a imbéciles que no han trabajado en su vida y que dicen saber mucho de Economía o de otras ramas del conocimiento, o del desconocimiento, afines. Si tras lo ocurrido los trabajadores no se han dado cuenta de su poder es que no hemos salido mejores; más bien seguimos igual de alienados.
Por supuesto, no conviene olvidar a los profesionales de la bronca (políticos, periodistas y demás chusma), que no dejan pasar cualquier oportunidad, por muy trágica que esta sea, para sembrar la discordia, la división y el odio. Y no, no hemos salido mejores, porque si lo hubiésemos hecho esta chusma estaría en el fondo del Mediterráneo y hubiésemos ensalzado a aquellos que durante este tiempo han actuado pensando en el bien colectivo. Pero seguimos escuchando a la misma chusma en los mismos medios, esparciendo la misma mierda.
Me gustaría concluir con una nota positiva. Muchas personas se han volcado con los más necesitados, conocidos o no, buscando con su tiempo, dedicación y/o esfuerzo mejorar la vida de los demás. Este hecho, que ya ocurría, pero que se ha acentuado durante estos meses, deja bien a las claras que mucha gente es admirable y que dentro de muchas personas existe algo admirable, muy lejano del triunfador que nos venden los medios. Personas que, a cambio de nada, buscan hacer un mundo mejor para los demás. Personas que siempre han estado ahí y siempre estarán.
Un saludo.
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