Como adelanté en la entrada de ayer, hoy abordaremos el tema de la representatividad, de lo que un primer momento definí como violencia intelectual. Dicho así queda muy chulo, violencia representativa o violencia intelectual. Pero ¿a qué narices me refiero cuando hago referencia a estos conceptos? Veámoslo.
Cuando elegí la palabra representatividad o representativa,lo hice con toda intención, pues deriva de representar, o lo que es lo mismo: sustituir a alguien o hacer sus veces, desempeñar su función o la de una entidad, empresa, etc, o bien: Ser imagen o símbolo de algo. En cristiano, ser portavoz de los deseos, anhelos o pensamientos de una persona o colectivo. Tal vez lo más importante de dicho concepto sea que el representante no habla en función, exclusivamente, de sus deseos, anhelos o pensamientos, su función es la de altavoz, la de amplificador de las voces silenciosas, pero reales, de personas o colectivos. En nuestra sociedad elegimos a unas personas para que hagan escuchar nuestra voz en los diferentes órganos de representación, y de poder, de nuestra presunta democracia. Sin embargo, por desgracia, lo único cierto es que elegimos a unos tipos, a su vez elegidos generalmente a dedo dentro de cada partido, que dicen representarnos. Tipos que cuando llegan al poder se vuelven sordos ante las demanadas de los electores y mudos en los órganos de representación, vulnerando de esta manera toda norma ética y, que nadie lo olvide, la Constitución que dicen respetar, pues el artículo 23 dice: "los ciudadanos tienen derechos a participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes, libremente elegidos...". Esta falta de complumiento con sus obligaciones es una forma más de violencia: violencia hacia el ciudadano que queda mudo, desnudo de palabra, en los órganos de decisión política.
Si ya esta cuestión reviste gravedad, no ayudan tampoco las formas de estos secuestradores de la legitimidad ciudadana. Cuando hablo de las formas no me refiero a lo de pagarse viajes, pensiones o vivir a cuerpo de rey, no. Más bien me refiero a la distancia física e intelectual que han creado nuestros teóricos representantes, la mayoría de ellos, con nosotros, los ciudadanos. Distancia física, pues suelen ir rodeados de escoltas, que no dejan que el "vulgo" se acerque a sus protegidos (esta norma se rompe en períodos electorales y durante las inauguraciones). Alguien podrá alegar que es por seguridad. Uno considera que no es ni medianamente normal que todos los ediles de ciertos ayuntamientos tengan derecho a protección por parte de escoltas. Me viene el caso del ayuntamiento de Valencia, donde los concejales electos de IU, o como se llame en esas tierras, han renunciado a su escolta. En el fondo, parece que se trate de distanciarse, de diferenciarse del ciudadano de a pie mediante este tipo de protección. De todas formas, y a modo de conclusión en este apartado, resulta curioso que nuestros representantes sean unos tipos a los que difícilmente podemos acceder, como lo prueba el hecho de que no tuvieron ningún recato a la hora de lanzar a los antidisturbios contra ciudadanos indignados en Valencia, Salamanca o Barcelona, donde el colega Mas, ese neoliberal de manual, aprendiz avanzado del propio Goebbels, que utiliza la Senyera para intentar despistar, no tiene ningún recato en justificar, por segunda vez, sus ganas de machacar al personal disidente. Los de un lugar y otro son ciudadanos que querían hacer constar que desaprueban el sistema político actual, que rechazan los recortes de derechos. ¿Cómo van a saber nuestros representantes que deseamos los ciudadanos si no se "dignan" a saber de nosotros, de nuestras necesidades? ¿Cómo va a saber de nuestro malestar si ante cualquier atisbo de manifestación de nuestra preocupaciones en su cercanía sueltan a las fieras? Obviamente, de ninguna manera.
Lo mas curioso del asunto es que una buena parte de estos representantes no "reciban" a las personas que representan, pero no muestren ningún pudor cuando se reunen con dictadores, dictadorcillos y tiranos varios, especialmente si vienen con el zurrón lleno. Desde un punto de vista ético es deplorable. Desde una perspectiva democrática es desmoralizador.
También existe, o pretenden imponernos, una distancia intelectual. Entendiendo por distancia intelectual el intento de hacernos creer que se mueven en un mundo complejo, casi un arcano, vedado a nuestra inteligencia de pobres mortales. Un mundo de indescrifables reglamentos, leyes, pactos y demás parafernalia, sólo al alcance de unos pocos elegidos, ellos. Un mundo, a ellos les gustaría que fuera un universo, creados por ellos y para ellos, con la única finalidad de sentirse diferentes, tal vez superiores. Pero se olvidan de algo que hace que todo resulte a la vez curioso y tragicómico; se olvidan de que ese conglomerado de verdades inescrutables para el ciudadano versan sobre asuntos que conforman nuestro día a día. Asuntos como la educación, la sanidad, las pensiones, los salarios de los funcionarios, la ayuda a los dependientes... Y no sólo eso, además ese conglomerado de estupideces varias no tendría ningún sentido si no fuera porque se crearon para dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos. Me gustaría que el lector reflexionara sobre el vídeo que a continuación podemos ver.
Yo no tengo ningún problema en aportar mi conclusión al amable lector, que es la siguiente: un tipo que no ha hecho nada en su vida que no sea vivir de puta madre a costa de todos, se permite el lujo de ningunear a una ciudadana, considerando que sólo busca publicidad. En el fondo lo que el vástago del tipo campechano muestra es una pretendida superioridad intelectual, totalmente irreal, considerando que una ciudadana que demanda respuestas no está capacitada para entender su "depurado" discurso. A ésto me refiero cuando hablo de superioridad intelectual, al menos teórica. Dicha distancia intelectual, presunta siempre, se apoya en términos acuñados por nuestros representantes como responsabilidad (a qué nos suena), decisiones difíciles, bienestar futuro o cualquier otro tipo de palabras o conjuntos de palabras creadas para maquillar la realidad, creadas para intentar hacernos creer que no comprendemos la causa por la que adoptan decisiones que atentan contra la voluntad mayoritaria. En el fondo palabras o conjuntos de ellas creadas para justificar su mal hacer, cargando sobre nuestra presunta candidez intelectual la falta de comprensión de sus "heróicas" decisiones, que en realidad son un desmán tras otro.
En resumen: nuestros representantes no tienen intención alguna de cumplir con su cometido: representarnos y para ello han creado barreras, unas físicas e intelectuales, que les permiten justificar su inacción, sus incumplimientos, su desvergüenza. Se trata de un código moral cimentado en los nuevos preceptos, cuasi religiosos, que nos intentan imponer políticos, medios de comunicación y mamporreros varios. Preceptos o verdades presuntamente inmutables que rezan que lo importante no es el ser humano, las personas, ¡Menudo error! Lo importante, lo trascendente son las ideas, intangibles y mutables como ellas solas, debiendo estar todo supeditado a esas ideas redentoras. En el fondo todo se basa en el desprecio hacia los semejantes, al menos en el desprecio hacia los que no ocupan un mismo rol en la sociedad. Pero ésto, los valores imperantes y los valores humanistas, es tema para mañana.
Un saludo.
Si ya esta cuestión reviste gravedad, no ayudan tampoco las formas de estos secuestradores de la legitimidad ciudadana. Cuando hablo de las formas no me refiero a lo de pagarse viajes, pensiones o vivir a cuerpo de rey, no. Más bien me refiero a la distancia física e intelectual que han creado nuestros teóricos representantes, la mayoría de ellos, con nosotros, los ciudadanos. Distancia física, pues suelen ir rodeados de escoltas, que no dejan que el "vulgo" se acerque a sus protegidos (esta norma se rompe en períodos electorales y durante las inauguraciones). Alguien podrá alegar que es por seguridad. Uno considera que no es ni medianamente normal que todos los ediles de ciertos ayuntamientos tengan derecho a protección por parte de escoltas. Me viene el caso del ayuntamiento de Valencia, donde los concejales electos de IU, o como se llame en esas tierras, han renunciado a su escolta. En el fondo, parece que se trate de distanciarse, de diferenciarse del ciudadano de a pie mediante este tipo de protección. De todas formas, y a modo de conclusión en este apartado, resulta curioso que nuestros representantes sean unos tipos a los que difícilmente podemos acceder, como lo prueba el hecho de que no tuvieron ningún recato a la hora de lanzar a los antidisturbios contra ciudadanos indignados en Valencia, Salamanca o Barcelona, donde el colega Mas, ese neoliberal de manual, aprendiz avanzado del propio Goebbels, que utiliza la Senyera para intentar despistar, no tiene ningún recato en justificar, por segunda vez, sus ganas de machacar al personal disidente. Los de un lugar y otro son ciudadanos que querían hacer constar que desaprueban el sistema político actual, que rechazan los recortes de derechos. ¿Cómo van a saber nuestros representantes que deseamos los ciudadanos si no se "dignan" a saber de nosotros, de nuestras necesidades? ¿Cómo va a saber de nuestro malestar si ante cualquier atisbo de manifestación de nuestra preocupaciones en su cercanía sueltan a las fieras? Obviamente, de ninguna manera.
Lo mas curioso del asunto es que una buena parte de estos representantes no "reciban" a las personas que representan, pero no muestren ningún pudor cuando se reunen con dictadores, dictadorcillos y tiranos varios, especialmente si vienen con el zurrón lleno. Desde un punto de vista ético es deplorable. Desde una perspectiva democrática es desmoralizador.
También existe, o pretenden imponernos, una distancia intelectual. Entendiendo por distancia intelectual el intento de hacernos creer que se mueven en un mundo complejo, casi un arcano, vedado a nuestra inteligencia de pobres mortales. Un mundo de indescrifables reglamentos, leyes, pactos y demás parafernalia, sólo al alcance de unos pocos elegidos, ellos. Un mundo, a ellos les gustaría que fuera un universo, creados por ellos y para ellos, con la única finalidad de sentirse diferentes, tal vez superiores. Pero se olvidan de algo que hace que todo resulte a la vez curioso y tragicómico; se olvidan de que ese conglomerado de verdades inescrutables para el ciudadano versan sobre asuntos que conforman nuestro día a día. Asuntos como la educación, la sanidad, las pensiones, los salarios de los funcionarios, la ayuda a los dependientes... Y no sólo eso, además ese conglomerado de estupideces varias no tendría ningún sentido si no fuera porque se crearon para dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos. Me gustaría que el lector reflexionara sobre el vídeo que a continuación podemos ver.
Yo no tengo ningún problema en aportar mi conclusión al amable lector, que es la siguiente: un tipo que no ha hecho nada en su vida que no sea vivir de puta madre a costa de todos, se permite el lujo de ningunear a una ciudadana, considerando que sólo busca publicidad. En el fondo lo que el vástago del tipo campechano muestra es una pretendida superioridad intelectual, totalmente irreal, considerando que una ciudadana que demanda respuestas no está capacitada para entender su "depurado" discurso. A ésto me refiero cuando hablo de superioridad intelectual, al menos teórica. Dicha distancia intelectual, presunta siempre, se apoya en términos acuñados por nuestros representantes como responsabilidad (a qué nos suena), decisiones difíciles, bienestar futuro o cualquier otro tipo de palabras o conjuntos de palabras creadas para maquillar la realidad, creadas para intentar hacernos creer que no comprendemos la causa por la que adoptan decisiones que atentan contra la voluntad mayoritaria. En el fondo palabras o conjuntos de ellas creadas para justificar su mal hacer, cargando sobre nuestra presunta candidez intelectual la falta de comprensión de sus "heróicas" decisiones, que en realidad son un desmán tras otro.
En resumen: nuestros representantes no tienen intención alguna de cumplir con su cometido: representarnos y para ello han creado barreras, unas físicas e intelectuales, que les permiten justificar su inacción, sus incumplimientos, su desvergüenza. Se trata de un código moral cimentado en los nuevos preceptos, cuasi religiosos, que nos intentan imponer políticos, medios de comunicación y mamporreros varios. Preceptos o verdades presuntamente inmutables que rezan que lo importante no es el ser humano, las personas, ¡Menudo error! Lo importante, lo trascendente son las ideas, intangibles y mutables como ellas solas, debiendo estar todo supeditado a esas ideas redentoras. En el fondo todo se basa en el desprecio hacia los semejantes, al menos en el desprecio hacia los que no ocupan un mismo rol en la sociedad. Pero ésto, los valores imperantes y los valores humanistas, es tema para mañana.
Un saludo.
2 comentarios:
Genial tu entrada, Paco. Me parece acertadísima. La utilización de las instituciones públicas para castigarnos, culparnos, engañarnos y, en algunos casos, vejarnos, es la peor de las violencias que puede ejercer un político contra el ciudadano, peor que la física.
Gracias, Isa.
En este aspecto los políticos catalanes, especialmente el tal Puig, no están dando una lección tremenda. El tal Puig, paradigma de personaje limitado que accede a un cargo público ha llegado a utilizar el concepto kale borroka para definir los incidentes de Barcelona, donde los instigadores, como aparece en Youtube, fueron policías de paisano. Cuando escuchas a alguien utilizar ese término consideras que sí, que la kale borroka existe, en la forma de procesar la información y de aprehender el mundo que tienen ciertas personas.
Espero que nos veamos pronto los cuatro o los cinco.
Un saludo.
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