y otros de vergonzoso origen.”
Aristóteles
Aristóteles
Hace poco tuve ocasión de asistir a un curso relacionado con las redes sociales en Internet. Además de conocer alguna plataforma educativa muy interesante, presencié y participé en alguno de los minicoloquios, espontáneos, que surgían entre los participantes en la actividad formativa. En mi modesta opinión, lo más interesante. No sólo por lo que allí se dijo, si no también por los diferentes enfoques que existían sobre el uso de las redes sociales.Como el lector podrá imaginar los asistentes, que lo hacíamos de manera voluntaria, nos encontrábamos allí porque queríamos aprender cuestiones que deseábamos poner en práctica. Sin embargo, la frecuencia de su uso, así como su significación no generaba unanimidad entre los asistentes.
Pero no quiero aburrir al lector con una cuestión personal y disquisiciones que, en algún caso, ni tan siquiera recuerdo con precisión. Lo que me ha motivado a escribir esta entrada es una reflexión sobre los nuevos modos que, la mayoría, hemos adoptado a la hora de comunicarnos y sus consecuencias.
Una buena parte de nosotros utilizamos alguna de estas aplicaciones: Facebook, WhatsApp (los grupos creados en esta aplicación son una auténtica red social), Istagram, Twitter... Estas aplicaciones se caracterizan por su inmediatez y por la interactividad.
La inmediatez que supone colgar algo en esas redes y, acto seguido, aparecer en Internet o, en el caso de WhatsApp en el/los móvil/es de las personas interesadas.
La interactividad derivada de poder comentar publicaciones ajenas o propias. Así como de recibir mensajes de otras personas, opinando sobre nuestras aportaciones. Tal vez, en este aspecto deberíamos hacer referencia a las limitaciones del lenguaje escrito, a pesar del uso de emoticonos que puedan "matizar" la información aportada por el emisor. El lenguaje escrito resulta aún más "abierto" a las interpretaciones del receptor, pudiendo dar lugar a equívocos. Pero esa cuestión se la dejaré a los expertos en la materia, pues a mí me desborda.
Existe una tercer cuestión, poco o nada comentada, que resulta crucial: el marco ético aceptable que consideran las empresas dueñas de las aplicaciones. Así, de corrido, parece un poco lioso. Pero con un ejemplo espero ser capaz de explicarme.
Uno recuerda un vídeo de System Of A Down, titulado B.Y.O.B., colgado en Youtube (otra red social) en el que se censura un momento del mismo en el que Malakian utiliza la palabra fuck. Resulta curioso que se censure un vocablo, que en el contexto de la canción puede traducirse como coño o cojones (¿de dónde coño/cojones eres tú?), y se permita escuchar el resto de la letra, un alegato contra esta sociedad de consumo, contra los políticos y la religión, donde se llega a decir que vivimos en una nación fascista, que puede "herir la sensibilidad" de otra gente.
Algo parecido ocurre con una canción de Calle 13, No hay nadie como tú (una canción de amor), cuando René nombra tres drogas.
En Facebook el cuerpo desnudo, que no siempre es pornografía, también resulta un tabú, censurando publicaciones donde aparece el mismo de manera artística.
Creo que con estos ejemplos el lector habrá comprendido a lo que me refería cuando hablaba del marco ético que crean las empresas dueñas de las aplicaciones. En otras palabras, de lo que permiten hablar y no hablar y de cómo debemos hacerlo.
Es posible que exista un aspecto que también debemos tener en cuenta a la hora de hablar de las redes sociales: el anonimato. Tras un perfil, que incluso puede incluir una fotografía de una persona, se puede esconder cualquiera.
Podríamos extendernos en cuestiones sobre la cantidad de información, la credibilidad de la misma y otro tipo de matices trillados cuando se habla de redes sociales, pero con lo expuesto hasta el momento creo tener suficiente para seguir desarrollando mi entrada.
Cuando los "expertos" hablan de las redes sociales no dudan en referirse a la peligrosidad de las mismas y es aquí donde me entra la risa floja. Las redes sociales, al igual que la televisión, los videojuegos y otro tipo de cuestiones similares no resultan peligrosas ni beneficiosas per se. Las que resultan peligrosas, o maravillosas, son las personas que utilizan esas redes sociales. El ciberacoso, el grooming o cualquier otra forma de ensañarse con alguien, lo llevan a cabo personas. Personas que muestran un lado horrible de sí mismas, aprovechándose de ciertas aplicaciones para machacar a otras personas. En este sentido, el anonimato, o presunto anonimato, así como el "confundirse" con la masa o la lejanía física del agredido ayudan a perpetrar todo tipo de tropelías, o a crear el caldo de cultivo para cometerlas (por ejemplo el grooming).
Resulta obvio que tomar medidas ayuda a que esto no ocurra o, al menos, a dificultar ser blanco de desaprensivos; pero nada lo asegura.
Deberíamos pensar que las redes sociales sólo reproducen lo que ocurre en la sociedad (a pesar de que mucha gente sólo se empeñe en mostrar las cosas "buenas" que le suceden) y los comportamientos de las personas que las utilizan. A través de ellas podemos descubrir y conocer a personas maravillosas, a gente que no te aporta nada y a auténticos depravados. como en la vida real. Las redes sociales son las personas que las utilizan y sus aspectos positivos y negativos. Tal vez, lo que haya variado es la cantidad de gente que puede acceder a esa información y la inmediatez con la que se accede.
Unido a todo ello existe un componente que, desde mi punto de vista, sí resulta muy típico de las redes sociales: si no recibes y redistribuyes las "novedades", no eres nadie en las redes y, por ende, tienes una vida social poco atractiva. Esa necesidad de hacer ver que se está a la última resulta preocupante cuando se trata de reenviar información que puede dañar a otras personas. No se piensa en el dolor que se puede generar. Lo que se valora es estar metido en la ola de lo que se lleva. En otras palabras, no se valora la información. Se prioriza poseerla y hacérselo notar a los demás. En el fondo se trata de un reflejo de la sociedad: una mayoría que con su silencio, o con la propagación de la información contribuye a la desgracia de otros.
Cabe destacar la puesta en práctica en Finlandia de una campaña para sensibilizar, y movilizar, a todos aquellos, especialmente adolescentes, que son testigos de este tipo de ciberacoso. Se trata de que esa mayoría silenciosa tome partido por los agredidos y no calle, o difunda, información que pueda destrozar la vida de otras personas.
En el fondo, las redes sociales las hacemos las personas y no son más que un reflejo de nosotros mismos. Cuando nos demos cuenta de ello creo que habremos dado un paso adelante, pues dejaremos de culpar a entes abstractos de nuestras tropelías, o de nuestros aciertos y reconoceremos que vivimos en una sociedad formada por seres imperfectos, algunos de ellos muy crueles.
Un saludo
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