11 de septiembre del 2016
Hoy hace tres años que reposas en esta tumba. Como cada año en esta fecha vengo a visitarte, porque nunca te olvidaré, pase lo que pase. Me diste algunas de las mejores cosas y momentos de mi vida. Además de nuestros tres hijos, lo más importante, compartimos experiencias, lugares, sonrisas, miradas... que, sin duda, se pueden calificar como parte de lo mejor que me ha sucedido en la vida. Sin embargo, la vida sigue y hace unos meses conocí a otra mujer, Ana, que me ha vuelto a hacer sonreír; me ha devuelto las ganas de viajar, de ir al teatro, al cine.
Podría utilizar el tópico: seguro que es lo que ella querría; verme feliz. No sé si eso es lo que hubieses deseado, intuyo que sí, pero la vida, mi vida, sigue y Ana ha conseguido que vuelva a disfrutar de ella.
Te seguiré teniendo siempre en mi memoria, al igual que todo aquello que vivimos juntos y que tanto me llenó en su momento. Te seguiré viniendo a visitar, y no por compromiso. Seguiré viéndote a ti cuando vea a nuestros hijos, en especial cuando mire a Raquel (es idéntica a ti), pero también amaré de nuevo, compartiré sonrisas con otra persona, haré el amor con ella y viajaré a sitios desconocidos y a otros que compartí contigo, construyendo nuevos recuerdos.
Siento si puedo parecer frívolo o un tipo que no respeta tu memoria. No creo que se trate de eso. Sólo es vivir.
Necesitaba contarte esto, no quería engañarte sobre ello. En el fondo, de alguna manera, te sigo siendo fiel.
11 de septiembre del 2015
Hoy hace dos años que reposas en esta tumba. Como cada año en esta fecha vengo a visitarte, porque nunca te olvidaré, pase lo que pase. Te sigo echando de menos, mucho. La casa, nuestra casa, sigue teniendo un vacío, tu vacio, imposible de llenar. No he vuelto a dormir en nuestra habitación desde que te fuiste; me es imposible. aunque, por fin, entro en ella con cierta regularidad, en especial cuando tengo que coger cierta ropa o calzado, que reconozco no usé durante mcuho tiempo, por no querer remover recuerdos y sentimientos.
Ahora necesito más ropa porque tengo un poco de más de vida social. Los jueves voy a un cinefórum. Aunque muchas veces las películas son un rollo, al menos salgo de casa y estoy con otras personas.
He vuelto a asistir a las comidas y las cenas de empresa. Ya sabes, una por trimestre. Y de vez en cuando voy con alguno de nuestros hijos y con su familia a comer o a cenar. No son grandes cosas, pero desde hace un tiempo sentía la necesidad de salir, de relacionarme y, poco a poco, lo voy haciendo. Reconozco que, en ocasiones, me cuesta mucho franquear la puerta de casa, pero hago de tripas corazón y me obligo. Reconozco que, a veces, siento en lo más hondo de mí un vació inmenso, que aparece de improviso, en cualquier lugar y momento, llenándome de tristeza y de pesar por tu falta. Creo que he aprendido a convivir con él y, en cierta manera, a domesticarlo. Tal vez por ello parece que,en los últimos tiempos, esa sensación aparezca cada vez con menor frecuencia. Aunque no dudo que siempre habrá dentro de mí un hueco dedicado a añorarte.
Hoy hace un año que reposas en esta tumba. Cada año en esta fecha vendré a visitarte, porque nunca te olvidaré, pase lo que pase.
Estos trescientos sesenta y cinco días han estado marcados por tu pérdida y por el dolor que ha generado la misma. Durante mucho tiempo me he sentido dentro de una nebulosa particular, ajeno a lo que ocurría a mi alrededor. Al principio me molestaba todo, hasta las palabras que no iban dirigidas a mí. El trabajo ni tan siquiera era una rutina a la que aferrarse para seguir en contacto con el mundo. Era, más bien, un recordatorio de que seguía vivo, y tú no. Durante meses sólo deseaba estar en casa, en la habitación que fue de Daniel (en la nuestra no entro), con las persianas bajadas. Sólo deseaba dejar pasar el tiempo, mientras el dolor me corroía por dentro. Te mentiría si te dijese que sigo haciendo lo mismo. Desde hace tres o cuatro meses veo algunos programas en televisión y escucho algo de música, pero sigo sin salir apenas de casa. Para qué, si no puedo hacerlo contigo. Nuestros hijos se están portando muy bien. Vienen a verme a casa con frecuencia, me invitan a comer a sus casas, ofertas que siempre declino, y me animan para que salga, para que me distraiga. Me siento orgulloso de como hemos educado a nuestros hijos y, cuando pienso eso, te echo aún más de menos. ¡Hemos hecho tantas cosas juntos! He construido mi vida junto a ti y ahora me doy cuenta de que no sé vivir sin ti.
Ahora necesito más ropa porque tengo un poco de más de vida social. Los jueves voy a un cinefórum. Aunque muchas veces las películas son un rollo, al menos salgo de casa y estoy con otras personas.
He vuelto a asistir a las comidas y las cenas de empresa. Ya sabes, una por trimestre. Y de vez en cuando voy con alguno de nuestros hijos y con su familia a comer o a cenar. No son grandes cosas, pero desde hace un tiempo sentía la necesidad de salir, de relacionarme y, poco a poco, lo voy haciendo. Reconozco que, en ocasiones, me cuesta mucho franquear la puerta de casa, pero hago de tripas corazón y me obligo. Reconozco que, a veces, siento en lo más hondo de mí un vació inmenso, que aparece de improviso, en cualquier lugar y momento, llenándome de tristeza y de pesar por tu falta. Creo que he aprendido a convivir con él y, en cierta manera, a domesticarlo. Tal vez por ello parece que,en los últimos tiempos, esa sensación aparezca cada vez con menor frecuencia. Aunque no dudo que siempre habrá dentro de mí un hueco dedicado a añorarte.
11 de septiembre de 2014
Estos trescientos sesenta y cinco días han estado marcados por tu pérdida y por el dolor que ha generado la misma. Durante mucho tiempo me he sentido dentro de una nebulosa particular, ajeno a lo que ocurría a mi alrededor. Al principio me molestaba todo, hasta las palabras que no iban dirigidas a mí. El trabajo ni tan siquiera era una rutina a la que aferrarse para seguir en contacto con el mundo. Era, más bien, un recordatorio de que seguía vivo, y tú no. Durante meses sólo deseaba estar en casa, en la habitación que fue de Daniel (en la nuestra no entro), con las persianas bajadas. Sólo deseaba dejar pasar el tiempo, mientras el dolor me corroía por dentro. Te mentiría si te dijese que sigo haciendo lo mismo. Desde hace tres o cuatro meses veo algunos programas en televisión y escucho algo de música, pero sigo sin salir apenas de casa. Para qué, si no puedo hacerlo contigo. Nuestros hijos se están portando muy bien. Vienen a verme a casa con frecuencia, me invitan a comer a sus casas, ofertas que siempre declino, y me animan para que salga, para que me distraiga. Me siento orgulloso de como hemos educado a nuestros hijos y, cuando pienso eso, te echo aún más de menos. ¡Hemos hecho tantas cosas juntos! He construido mi vida junto a ti y ahora me doy cuenta de que no sé vivir sin ti.
11 de septiembre de 2013
Desde hace un par de horas reposas en tu tumba. Esta fecha permanecerá por siempre grabada en mi memoria. Cada año vendré a visitarte este día, porque nunca te olvidaré, pase lo que pase.
Buscaba aliviarme escribiendo a solas, pero siento el mismo vacío, el mismo dolor, el mismo sufrimiento que antes de encender el portátil. Pero lo que más me asusta es ese momento en que mi cerebro a parecido funcionar de forma limpia, sin estar condicionado por los sentimientos. Ese instante, en que he tenido la lucidez parar saber que nunca más estarás junto a mí me ha desgarrado por dentro; ni tan siquiera he tenido fuerzas para llorar.
Podría hablarte de toda la gente que ha venido a tu funeral o de otras cosas relacionados con el mismo, pero creo que no tiene la más mínima importancia, ni para ti ni para mí. Al menos parar mí. Desea que acabase todo para sentir, a solas, todo el dolor, el vació, el sufrimiento. Sabes que no me importa manifestar mis sentimientos en público, al menos entre la gente de confianza, pero en esta ocasión sentía, siento, la necesidad de mortificarme a solas. De seguir viviéndote así, porque sé que es la única manera de vivir contigo a partir de ahora, porque sé que siempre te encontrarás dentro de mí.
11 de septiembre de 2012
Nunca olvidaré este día. La celebración de nuestro aniversario ha sido maravillosa. Los dos solos, como antes de ser padres, en este hotel al que tanto ansiábamos volver, dedicándonos el uno al otro. Después de tanto años me alegra comprobar que todo sigue igual entre nosotros que el primer día. Hemos abordado retos inmensos, tal vez el mayor criar a nuestros hijos; hemos pasado por algunas situaciones que nos han separado; hemos vivido juntos momentos de triunfo y de fracaso, pero, hoy, muchos años después nos encontramos aquí, juntos, con ganas el uno del otro.
La felicidad absoluta no existe, lo sé, pero si algo es capaz de desencadenarla, al menos en mí, esa eres tú.
Desde hace un tiempo he comenzado a pensar que no sería capaz de desenvolverme en la vida sin ti. No se trata de que me aportes seguridad, que también, sabios consejos, que también, o consuelo en situaciones conflictivas, que también. En realidad hablo de algo más importante. Hablo de que he acabado siendo tú y sé que en tu caso pasa algo similar, has acabando siendo yo.
Desconozco si se trata de sólo de amor, aunque digan que el amor desaparece tras un tiempo yo sigo sintiendo lo mismo que el primer día, o de algo más fuerte y construido para aguantar una eternidad, lo único que puedo decirte es que no puedo vivir sin ti y no sería capaz de hacerlo.
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