"Los problemas y los conflictos no desaparecerán,
seguirán siendo una parte inherente
a los intentos de cambiar (o mantener)
cualquier cosa en este mundo".
David Allen
La ucronía es una opción ventajista cuando se trata de situaciones como la descrita. Nadie, o casi nadie, hubiese sentido remordimientos porque alguien hubiese asesinado a un personaje como Adolf Hitler, un genocida, pero ¿qué hubiese ocurrido si en 1937, antes del comienzo de la II Guerra Mundial, se hubiese a esas mismas personas el asesinato del líder naz, sin conocer las consecuencias de la política genocida del Hitler? La respuesta sería que una mayoría se opondrían a su asesinato; aunque ya existiesen campos de "reeducación", persecución a los judíos, se hubiesen producido los asesinatos de la Noche de los Cuchillos Largos (donde además de a líderes de las SA se asesinaron a líderes políticos conservadores)... Pero, a cambio, las "cosas funcionaban".
En otras palabras: mientras la situación es sostenible para una mayoría, se obvia lo que les ocurre a los demás. Mejor vivir, disfruta de lo que se ofrece (que en el caso de la Alemania nazi, en esas fechas, era bastante más de lo que tenían siete años antes) que enfrentarse a la situación, evitando el conflicto y, con él, la inseguridad.
Esa idea de evitar el conflicto, de sólo actuar si se tiene todos los ases en la manga, sigue constituyendo uno de los ejes centrales de nuestra sociedad, o de una parte de ella. Desde un punto racional en determinadas ocasiones puede resultar lo más normal del mundo. Depende de que ganancia la, en ocasiones, puede resultar mucho menor que la pérdida y el esfuerzo no resulta pertinente. Incluso pude suceder que el aspecto a dilucidar no resulte trascendente y no merezca la pena iniciar un conflicto. En ambos casos, e intuyo que en alguno más, la falta de determinación para abordar situaciones conflictivas puede resultar justificada. Sin embargo, existe una corriente ideológica (o como el lector la quiera llamar) que postula que se debe evitar el conflicto a toda costa. Y entonces surge la pregunta ¿qué es el conflicto y para qué sirve?
Parece obvio que el conflicto se produce cuando dos o más personas, o grupos, tienen intereses que chocan entre sí, produciéndose posturas, al menos en un principios, difíciles de encajar. Además, para que se produzca el conflicto ambos puntos de vista deben hacerse notar al "contrario". El conflicto es producto, y consecuencia, de las relaciones sociales. Se produce en todos los ámbitos de la sociedad: la familia, la escuela, el trabajo, los grupos de amigos... De hecho, la existencia de unas leyes tienen su base en evitar, y penar, una serie de situaciones conflictivas (siempre favoreciendo a las élites dominantes).
Respecto a para qué sirve es mucho más complejo. A veces sirve para avanzar (todas las conquistas sociales nacieron del conflicto), mientras que en otras ocasiones puede crear situaciones de fricción que pueden llegar a enquistarse (hermanos que no se hablan por una herencia o situaciones similares). Sea como sea, el conflicto existe y forma parte de la vida en sociedad. Querer obviarlo es cuestión de necios, por muy bienintencionados que sean. No sólo eso, en determinadas ocasiones puede resultar inadecuado. Imaginemos que un maestro está con un grupo de niños en su clase y una parte de ellos empiezan a subirse por las mesas, tirarse los estuches... El docente deberá actuar e, incluso, es posible que deba castigar a algún niño, que podrá reaccionar, dependiendo de la edad, de forma airada.
Otro ejemplo lo podemos encontrar cuando un padre o una madre debe hacer valer su autoridad en determinadas ocasiones. Pongamos por caso cuando un niño debe irse a la cama y no quiere o cuando unos padres tienen un conflicto con un adolescente por el horario de llegada o por el orden de su cuarto. El conflicto de intereses existe, lo que resulta normal y no es malo. Al contrario es necesario, porque unos y otros están conviviendo, rozando y por eso existe. Además, en el caso de los ejemplos presentados, el conflicto surge por la distinta visión que unos y otros tienen y por el distinto rol que unos y otros tienen. Mientras que el de los adultos es guiar, enseñar, el del joven es vivir, descubrir, aprender y, en ocasiones, a no resulta fácil guiar, enseñar ni descubrir y aprender. Y de esos intereses contrapuestos nace el problema. Lo ideal sería solventar el problema con diálogo, llegando a acuerdos, pero, en determinadas ocasiones, resulta imposible y cuando esto ocurre no debemos olvidar que los adultos tienen una serie de responsabilidades sobre niños y adolescentes, por mucho que estas responsabilidades puedan resultar, a veces, dolosas y generar muchas dudas en la figura de autoridad a la hora de tomar ciertas decisiones.
Resulta obvio que en relaciones en los que las personas o bandos enfrentados se encuentran en un plano de poder similar, la solución no depende tanto de la autoridad, como de la capacidad de llegar a acuerdos. Diría más, la autoridad puede resultar contraproducente para solucionar este tipo de situaciones, pues genera resentimiento y que el problema permanezca larvado, socavando las relaciones entre los miembros enfrentados.
Sin embargo, existen situaciones en que el conflicto debe ser resuelto por la fuerza, y sé que lo que voy a decir hará chirriar la mente de buen rollito de alguno, pero ser pusilánime puede resultar fatal en determinadas circunstancias. Si alguien te va a agredir físicamente y te puedes defender, parece obvio que no haces mal (a no ser que seas Gandhi). Sin embargo, cuando esta autodefensa se hace contra elementos terroristas, por ejemplo el Estado Islámico, ya hay más prejuicios por parte de ciertos sectores. Con excusas como que nos metemos donde no nos llaman, que todo es culpa de Occidente (los gobiernos occidentales tienen su pare de culpa, más culpa algunos, como la tienen las élites locales y parte de los ciudadanos de esos países que siguen a los líderes corruptos a pies juntillas) o que los vendedores de armas se están forrando (lo cual es verdad) no podemos hacer nada de nada. Además, ellos son gente de paz, excepto cuando les toca a ellos de cerca o cuando se intenta razonar sobre ciertas cosas que, en algún caso, son de descalificación personal fácil, ellos que tan pacíficos son. A veces el conflicto se convierte en autodefensa: o ellos o nosotros.
Antes de concluir me gustaría terminar oponiéndome de manera rotunda a esas tesis del buenismo y de los papanatas que hablan del buen rollo a todas horas y en todo lugar que, de igual manera, debemos evitar que los niños vivan situaciones conflictivas, pues pueden acabar siendo pasto de psicólogos. Quienes defienden esa ñoñería deberían mirarse ellos mismos y comprobar que dentro de sí existe un conflicto, entre lo que dicen y como viven. Entre la palabrería y su realidad. Los niños saben que existen los conflictos, de echo ellos los generan muchas veces, bien con adultos, bien con sus iguales. Lo que debemos hacer no es presentarles un mundo rosa, donde siempre se pueden salir con la suya. Al contrario, deben ser conscientes de que existen los conflictos y que existen varias formas de gestionarlos (diálogo, imposición, espera temporal en busca de mejor ocasión...), así como que a veces se gana y otras se pierde. Tal vez una de las cosas más importantes que puede aprender un niño es a gestionar los sentimientos cuando no se gana. Ser consciente de que, en ocasiones, no se puede salir con la suya y que eso no significa un drama o un fracaso, simplemente forma parte de la vida.
Un saludo.
En otras palabras: mientras la situación es sostenible para una mayoría, se obvia lo que les ocurre a los demás. Mejor vivir, disfruta de lo que se ofrece (que en el caso de la Alemania nazi, en esas fechas, era bastante más de lo que tenían siete años antes) que enfrentarse a la situación, evitando el conflicto y, con él, la inseguridad.
Esa idea de evitar el conflicto, de sólo actuar si se tiene todos los ases en la manga, sigue constituyendo uno de los ejes centrales de nuestra sociedad, o de una parte de ella. Desde un punto racional en determinadas ocasiones puede resultar lo más normal del mundo. Depende de que ganancia la, en ocasiones, puede resultar mucho menor que la pérdida y el esfuerzo no resulta pertinente. Incluso pude suceder que el aspecto a dilucidar no resulte trascendente y no merezca la pena iniciar un conflicto. En ambos casos, e intuyo que en alguno más, la falta de determinación para abordar situaciones conflictivas puede resultar justificada. Sin embargo, existe una corriente ideológica (o como el lector la quiera llamar) que postula que se debe evitar el conflicto a toda costa. Y entonces surge la pregunta ¿qué es el conflicto y para qué sirve?
Parece obvio que el conflicto se produce cuando dos o más personas, o grupos, tienen intereses que chocan entre sí, produciéndose posturas, al menos en un principios, difíciles de encajar. Además, para que se produzca el conflicto ambos puntos de vista deben hacerse notar al "contrario". El conflicto es producto, y consecuencia, de las relaciones sociales. Se produce en todos los ámbitos de la sociedad: la familia, la escuela, el trabajo, los grupos de amigos... De hecho, la existencia de unas leyes tienen su base en evitar, y penar, una serie de situaciones conflictivas (siempre favoreciendo a las élites dominantes).
Respecto a para qué sirve es mucho más complejo. A veces sirve para avanzar (todas las conquistas sociales nacieron del conflicto), mientras que en otras ocasiones puede crear situaciones de fricción que pueden llegar a enquistarse (hermanos que no se hablan por una herencia o situaciones similares). Sea como sea, el conflicto existe y forma parte de la vida en sociedad. Querer obviarlo es cuestión de necios, por muy bienintencionados que sean. No sólo eso, en determinadas ocasiones puede resultar inadecuado. Imaginemos que un maestro está con un grupo de niños en su clase y una parte de ellos empiezan a subirse por las mesas, tirarse los estuches... El docente deberá actuar e, incluso, es posible que deba castigar a algún niño, que podrá reaccionar, dependiendo de la edad, de forma airada.
Otro ejemplo lo podemos encontrar cuando un padre o una madre debe hacer valer su autoridad en determinadas ocasiones. Pongamos por caso cuando un niño debe irse a la cama y no quiere o cuando unos padres tienen un conflicto con un adolescente por el horario de llegada o por el orden de su cuarto. El conflicto de intereses existe, lo que resulta normal y no es malo. Al contrario es necesario, porque unos y otros están conviviendo, rozando y por eso existe. Además, en el caso de los ejemplos presentados, el conflicto surge por la distinta visión que unos y otros tienen y por el distinto rol que unos y otros tienen. Mientras que el de los adultos es guiar, enseñar, el del joven es vivir, descubrir, aprender y, en ocasiones, a no resulta fácil guiar, enseñar ni descubrir y aprender. Y de esos intereses contrapuestos nace el problema. Lo ideal sería solventar el problema con diálogo, llegando a acuerdos, pero, en determinadas ocasiones, resulta imposible y cuando esto ocurre no debemos olvidar que los adultos tienen una serie de responsabilidades sobre niños y adolescentes, por mucho que estas responsabilidades puedan resultar, a veces, dolosas y generar muchas dudas en la figura de autoridad a la hora de tomar ciertas decisiones.
Resulta obvio que en relaciones en los que las personas o bandos enfrentados se encuentran en un plano de poder similar, la solución no depende tanto de la autoridad, como de la capacidad de llegar a acuerdos. Diría más, la autoridad puede resultar contraproducente para solucionar este tipo de situaciones, pues genera resentimiento y que el problema permanezca larvado, socavando las relaciones entre los miembros enfrentados.
Sin embargo, existen situaciones en que el conflicto debe ser resuelto por la fuerza, y sé que lo que voy a decir hará chirriar la mente de buen rollito de alguno, pero ser pusilánime puede resultar fatal en determinadas circunstancias. Si alguien te va a agredir físicamente y te puedes defender, parece obvio que no haces mal (a no ser que seas Gandhi). Sin embargo, cuando esta autodefensa se hace contra elementos terroristas, por ejemplo el Estado Islámico, ya hay más prejuicios por parte de ciertos sectores. Con excusas como que nos metemos donde no nos llaman, que todo es culpa de Occidente (los gobiernos occidentales tienen su pare de culpa, más culpa algunos, como la tienen las élites locales y parte de los ciudadanos de esos países que siguen a los líderes corruptos a pies juntillas) o que los vendedores de armas se están forrando (lo cual es verdad) no podemos hacer nada de nada. Además, ellos son gente de paz, excepto cuando les toca a ellos de cerca o cuando se intenta razonar sobre ciertas cosas que, en algún caso, son de descalificación personal fácil, ellos que tan pacíficos son. A veces el conflicto se convierte en autodefensa: o ellos o nosotros.
Antes de concluir me gustaría terminar oponiéndome de manera rotunda a esas tesis del buenismo y de los papanatas que hablan del buen rollo a todas horas y en todo lugar que, de igual manera, debemos evitar que los niños vivan situaciones conflictivas, pues pueden acabar siendo pasto de psicólogos. Quienes defienden esa ñoñería deberían mirarse ellos mismos y comprobar que dentro de sí existe un conflicto, entre lo que dicen y como viven. Entre la palabrería y su realidad. Los niños saben que existen los conflictos, de echo ellos los generan muchas veces, bien con adultos, bien con sus iguales. Lo que debemos hacer no es presentarles un mundo rosa, donde siempre se pueden salir con la suya. Al contrario, deben ser conscientes de que existen los conflictos y que existen varias formas de gestionarlos (diálogo, imposición, espera temporal en busca de mejor ocasión...), así como que a veces se gana y otras se pierde. Tal vez una de las cosas más importantes que puede aprender un niño es a gestionar los sentimientos cuando no se gana. Ser consciente de que, en ocasiones, no se puede salir con la suya y que eso no significa un drama o un fracaso, simplemente forma parte de la vida.
Un saludo.
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