viernes, 15 de junio de 2018

DE SALÓN

"Nunca odies a tus enemigos,
no te permite juzgarles".

 El Padrino


Hace unos días leía algo muy gracioso en una red social. Una usuaria de la misma colgó un tuit criticando al Vaticano por no hacer nada para acoger a las personas que huyen de sus países y que se encuentran en el Aquarius. Alguien respondió con un enlace en el que se podía leer que lo que decía no era cierto y que, incluso, este caso ha creado roces entre el nuevo Gobierno de Italia y algún cardenal. La respuesta de la que persona que escribió el primer tuit fue la esperada: ¿por qué no les acogen en el Vaticano? Fue la esperada, porque, por supuesto, la tuitera en cuestión ni se había molestado en leer el articulo, en el que ponía que el Papa había mandado a las parroquias del lugar donde fuesen dar acogida a las personas que viajaban en el Aquarius.  Sin embargo, este suceso me hizo pensar, y mucho, sobre lo que subyacía detrás de toda esta visión anticlerical. Y esta entrada va sobre eso.
Para empezar, los que me conocen saben que huyo de cualquier religión o creencia mágica. Respeto a quienes la profesan, pero igual que intento no influir en ellos, agradezco, y exijo, que ellos no intenten venderme a mí sus creencias. Ya me condeno, si fuera el caso, yo solito, aunque pienso que ni unos ni otros vamos a tener un alma inmortal que pueda corroborar mi error.
No creo en ninguna religión porque todas las religiones se basan en lo mismo: legitimar un poder temporal apelando a lo espiritual. En otras palabras: justificar el poder a través de una ficción, aprovechándose de ello  la casta sacerdotal para medrar en este mundo y crear un mundo a su imagen a semejanza. Eso contra lo  que la Razón,en el siglo XVIII, clamaba.
Con lo expuesto en el párrafo anterior no quiero decir que todos los creyentes ni toda las personas que forman parte de la casta sacerdotal sean unos sinvergüenzas o unos aprovechados. Al contrario, existe gente seguidores de una u otra religión, con sus virtudes y sus defectos, que luchan por hacer realidad lo de construir un mundo mejor. Y en eso me diferencio de los anticlericales, por lo general de salón (algunos acaban casándose o  bautizando a sus hijos), creo que en todos los lugares existe gente que si hace honor a esos valores que defienden. Desconozco si, desde un punto de vista porcentual, son muchos o pocos, pero los hay y conozco alguno. En el fondo, esta visión de las cosas vuelve a retrotraer a la Razón: no existen verdades absolutas, ni cuestiones buenas o malas per se. Esa idea de bondad y maldad absolutas, encarnada en ideas o personas, que la Razón intentó enterrar, volvió a reaparecer con el Romanticismo y arraigó con fuerza, hasta la fecha de hoy.
La perspectiva del Romanticismo tiene una gran ventaja sobre la Razón: se apela a los sentimientos y a lo absoluto, no se necesitan datos, ni análisis sobre ellos. Resulta suficiente con decir: esto es bueno, esto es malo. La verdad no tiene importancia; lo trascendental es la idea. Esta visión simplista de los hechos resulta muy conveniente para quien tiene el poder.
Vamos a volver a la Razón y a su lucha por separar la verdad, de lo mágico. Durante los últimos tres siglos, al menos en Occidente, ha existido una lucha entre aquellos que apuestan por la explicación científica de los hechos (con todas sus rectificaciones)  y aquellos que apelan a libros inspirados por dioses para la comprensión de la realidad. Huelga decir que la Ciencia ha ganado la batalla, a pesar de creacionistas y otro tipo de gente de este jaez. Es más, el sistema capitalista no podría haber funcionado sin el desarrollo, en los últimos tiempos acelerado, de la Ciencia. La religión, al menos en Occidente, ha quedado en el ámbito de lo particular, aunque intente seguir teniendo protagonismo, cuestión que consigue colocando a algunos de sus fieles más ortodoxos en gobiernos y entidades económicas relevantes, para hablar de moral, pero seguir engrasando el sistema neoliberal, como el resto de sus compañeros no religiosos.
Por tanto, queda muy bien hablar de la hipocresía del Vaticano, de los cardenales, obispos y todo lo que se quiera, pero su importancia no resulta fundamental para explicar lo que ocurre en muchos casos, y en el de los acogidos en el Aquarius menos. 
Si abandonásemos el Romanticismo y volviésemos a la Razón, deberíamos qué está haciendo Francia, el primer país que bombardeó a Libia (el hecho de que no compraran Gadafi los carísimos cazas Rafale a Francia o de que existieran turbios manejos que ocultar, con Sarkozy implicado, pueden tener algo que ver) con los refugiados. Digo Libia, porque antes de la caída del dictador Gadafi, Libia acogía a muchos de los emigrantes que hoy llegan en pateras (algo más de dos millones de personas eran emigrantes en la Libia de Gadafi, contando con los mismos derechos sociales, que eran los más avanzados de África) y, porque además, la caída de Gadafí llevó a cosas como éstas:

http://www.lavanguardia.com/internacional/20180217/44855501757/la-guerra-y-el-contrabando-dominan-libia-7-anos-despues-de-la-revolucion.html

A pesar de que el dictador avisara, antes de ser asesinado, de lo que podría pasar si le dejaban caer, y que, por desgracia, está ocurriendo. Vaticinaba que ell Mediterráneo iba a ser un autopista de gente huyendo de sus países, en parte por la pujanza de Al Qaeda, que se encuentra instalada en la actualidad, además del ISIS, en Libia y en otros países africanos.

http://www.publico.es/internacional/gadafi-europa-sera-invadida-miles.html

Por supuesto, de las mafias que transportar, en condiciones inhumanas, a los que huyen y de las mafias que esclavizan a personas en Libia, algo impensable hace una década en ese país, no tienen culpa de lo que ocurre. Resulta más moderno culpar al Vaticano, porque es más cómodo y nos evita pensar en lo que está ocurriendo con los cristianos en Egipto (perseguidos y asesinados por los radicales islámicos) o nos permite analizar la cuestión de fondo: ¿por qué huyen? ¿Qué podemos hacer para que no tengan esa necesidad? ¿Qué medidas urgentes debemos exigir a nuestros gobiernos o a organismos como la UE o la ONU, que viven de nuestros impuestos? Pero entiendo que resulta más fácil echar la culpa al lucero del alba y a quien no piensa como tú. Siempre resulta más fácil criticar que proponer. Otra rémora de ese romanticismo de buenos y malos.
De igual forma, si se apelase a la Razón y no al ideal romántico, nos preguntaríamos que están haciendo Gran Bretaña, Francia o EEUU por acoger a los inmigrantes sirios que huyen de la que guerra azuzada por ellos, entre otros. Ya se habló en este blog sobre los correos de Hillary Clinton hablando sobre Siria y seguir avivando la guerra por cuestiones de geoestrategia o la existencia de militares de cuerpos de élite estadounidenses y británicos al lado de las tropas sirias "rebeldes" (como el lector asiduo sabrá en la entrada: Siria, un complejo entramado, podrá encontrar una información bastante amplia sobre el asunto, por lo menos sobre lo que ocurría hace un año y medio). Pero esto no importa, importa más un viejo argentino y sus secuaces, que intentar parar los genocidios que se producen en nuestro alrededor.
Por supuesto, estos románticos no se preguntan por qué descendió el número de inmigrantes que llegaban a nuestro país en la época de ZPpero. Es posible que si en vez de utilizar ese espíritu maniqueo de buenos y malos indagasen sabrían que los convenios económicos con Marruecos y Malí (el país del mundo con mayor tasa de esclavitud) que suscribió su gobierno, sirvió para llenar bolsillos y parar, a veces de manera poco acorde con los Derechos Humanos, la emigración de personas procedentes de países situados en el sur de África. De hecho, cuando el eterno presidente de Malí ganó por enésima vez las "elecciones", uno de los pocos gobiernos en felicitarlo fue el de ZPpero.
Todos estos datos parecen importar poco a mucha gente, que apuesta por el maniqueismo, por el ideal romántico.
Desde hace tiempo considero que el mayor fracaso del sistema educativo español, no conozco los demás, es no formar a personas en los postulados de la Razón. La incapacidad para variar el pensamiento, en función de los datos que, además, se deben buscar, para tener una idea lo más completa de asuntos trascendentales. La distinción entre lo correlativo (lo que ocurre a la vez que otra suceso, pero no lo motiva) y lo causal., se plantea crucial. Así como profundizar en los hechos y, sobre todo, la ausencia de verdades absolutas maniqueas, ancladas a los sentimientos, que impiden ver los matices, a veces fundamentales, para abordar las soluciones a los problemas.
Resulta fácil manipular a alguien que acomoda todas las interpretaciones a sus verdades absolutas. Que tiene enemigos que sirven para acoplarlos a cualquier tragedia. Si yo fuera un tipo del FMI o de FEDEAS estaría encantado de que gente así se postulase como la alternativa., porque esa gente no comprende que la verdadera cuestión reside en el reparto de la riqueza, que es, en lo esencial,  lo que proporciona o quita derechos, provoca guerras, que expulsa a las personas de sus hogares, provoca hambre, que hace emigrar a quienes la sufren y, en fin, provoca que los que viven bien, puedan perder el tiempo echando la culpa a los demás.
Un saludo.

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