Aparecen muchas mujeres iraníes con el rostro descubierto, siguiendo a su selección en los estadios donde juega su once nacional. Esta visión choca con la realidad del país persa, donde este tipo de manifestaciones resultan impensables. Las teocracias siempre han sostenido que unos dioses imponen unas normas. La vida dictamina que, salvo caso puntuales, las personas quieren disfrutar de la vida o, aunque vean como a su equipo se le anula un gol, que le hubiese proporcionado un valioso empate en la fase de liguilla.
Resulta incontestable que en las selecciones de los países europeos, desde hace tiempo, no existe una uniformidad racial (o como se diga). Jugadores, nacidos en Europa, pero con padres o abuelos de origen africano forman parte de una buen parte de selecciones europeas, en especial aquellas que no provienen del bloque de Este. Sin embargo, en los combinados africanos o asiáticos no sucede que haya una parte de jugadores blancos, como mucho algún seleccionador o ayudante. Tal vez esta radiografía futbolística deje bien a la claras como ha sido la historia del mundo durante los últimos dos siglos.
Una parte significativa de los jugadores que conforman las selecciones de los países de las que proceden los inmigrantes que se juegan la vida en el Mediterráneo juegan, sin problemas de papeles o visados, en países que no acogen a los inmigrantes que se juegan la vida en pateras. Al final todo se trata de un problema económico: quién genera dinero a espuertas tiene las puertas abiertas, quien genera dinero en la economía sumergida (a mayor gloria de algún empresario mafioso) tiene un mar para ahogarse.
Hasta el momento no han hecho acto de presencia los cafres rusos, que bajo la bandera de la ultraderecha, provocaron peleas y disturbios en recientes competiciones. A pesar de la alarma previa generada por los medios de comunicación parece que Putin ha cuidado mucho la imagen del país y ha tomado medidas para que estos fascistas no hagan de las suyas. Desconozco si esto se ha conseguido negociando con ellos o mediante coacción, pero parece claro que es posible controlar, la menos en gran medida, a los neonazis que utilizan el fútbol como excusa para ejercer la violencia.
Escucho a ciertas personas hablar de que este país está desmovilizado e idiotizado debido al Mundial. Siempre me sorprende escuchar hablar de este país, pareciera que se conocen todos los demás países con pelos y señales, para incidir en algo que no le gusta al orador. Parece notorio que un mundial de fútbol, como unas olimpiadas supone un evento tan importante que "paraliza" a una infinidad de habitantes de una buena parte de los países del mundo. Pero, tranquilos, que cuando acabe el mundo lo teóricos de la revolución se pondrán al frente de la masa, ya carente de distracciones, y empezarán el asalto del Palacio de Invierno, para dar todo el poder a los soviets. Aunque, tal vez, haya que esperar al final de las vacaciones, porque los ideólogos es posible que se hayan ido a disfrutar de un merecido descanso.
Tras lo ocurrido en el partido España-Marruecos y en el Irán-Portugal en los últimos minutos se puede explicar parte del éxito de este tipo de eventos. En los dos o tres minutos todo puede cambiar de manera sorprendente, para bien de unos y mal de otros. La sorpresa, el suspense, la tristeza y la alegría repentina, forman parte de este espectáculo, y de otros similares, aportando algo tan poderoso como fugaz a nuestras vidas.
Resulta incontestable que en las selecciones de los países europeos, desde hace tiempo, no existe una uniformidad racial (o como se diga). Jugadores, nacidos en Europa, pero con padres o abuelos de origen africano forman parte de una buen parte de selecciones europeas, en especial aquellas que no provienen del bloque de Este. Sin embargo, en los combinados africanos o asiáticos no sucede que haya una parte de jugadores blancos, como mucho algún seleccionador o ayudante. Tal vez esta radiografía futbolística deje bien a la claras como ha sido la historia del mundo durante los últimos dos siglos.
Una parte significativa de los jugadores que conforman las selecciones de los países de las que proceden los inmigrantes que se juegan la vida en el Mediterráneo juegan, sin problemas de papeles o visados, en países que no acogen a los inmigrantes que se juegan la vida en pateras. Al final todo se trata de un problema económico: quién genera dinero a espuertas tiene las puertas abiertas, quien genera dinero en la economía sumergida (a mayor gloria de algún empresario mafioso) tiene un mar para ahogarse.
Hasta el momento no han hecho acto de presencia los cafres rusos, que bajo la bandera de la ultraderecha, provocaron peleas y disturbios en recientes competiciones. A pesar de la alarma previa generada por los medios de comunicación parece que Putin ha cuidado mucho la imagen del país y ha tomado medidas para que estos fascistas no hagan de las suyas. Desconozco si esto se ha conseguido negociando con ellos o mediante coacción, pero parece claro que es posible controlar, la menos en gran medida, a los neonazis que utilizan el fútbol como excusa para ejercer la violencia.
Escucho a ciertas personas hablar de que este país está desmovilizado e idiotizado debido al Mundial. Siempre me sorprende escuchar hablar de este país, pareciera que se conocen todos los demás países con pelos y señales, para incidir en algo que no le gusta al orador. Parece notorio que un mundial de fútbol, como unas olimpiadas supone un evento tan importante que "paraliza" a una infinidad de habitantes de una buena parte de los países del mundo. Pero, tranquilos, que cuando acabe el mundo lo teóricos de la revolución se pondrán al frente de la masa, ya carente de distracciones, y empezarán el asalto del Palacio de Invierno, para dar todo el poder a los soviets. Aunque, tal vez, haya que esperar al final de las vacaciones, porque los ideólogos es posible que se hayan ido a disfrutar de un merecido descanso.
Tras lo ocurrido en el partido España-Marruecos y en el Irán-Portugal en los últimos minutos se puede explicar parte del éxito de este tipo de eventos. En los dos o tres minutos todo puede cambiar de manera sorprendente, para bien de unos y mal de otros. La sorpresa, el suspense, la tristeza y la alegría repentina, forman parte de este espectáculo, y de otros similares, aportando algo tan poderoso como fugaz a nuestras vidas.
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