jueves, 27 de septiembre de 2018

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (26-9-2018)

Como recordarás, querido diario, en mi anterior entrada te hablé sobre el asunto de los libros de texto y el material escolar. El abordaje que hice del asunto, o que intenté hacer, no tenía tanto que ver con la necesidad de libros de texto, como con la prioridad que, en determinados casos, se da a la educación de los hijos y los gastos que conlleva (a veces en cosas tan prescindibles como los uniformes escolares) y sobre el papel de los docentes en la sociedad.
Lejos de pretender que todo el mundo que se dedica a la Educación sea buen docente, aplicando un corporativismo hipócrita sobre el asunto, mi intención no era otra que incidir sobre estos dos aspectos. De hecho, yo me considero un docente con sus aciertos y sus errores, que, eso sí, intento no volver a cometer.
Pero, sufrido diario, ésto poco te puede importar y quiero explicar el porqué de todos estos preliminares.
Sucedió que al exponer mis ideas, tan buenas o malas como las de otros, algunas personas hicieron incidencia en, según ellas, dos errores de bulto en mi planteamiento:
- Los libros no sirven para la labor de aprender.
- Nadie puede imponer a los padres en qué gastar su dinero.
Sobre el primer aspecto no tengo una opinión clara. Tras muchos años dedicado a ésto he visto personas trabajar muy bien con y sin libros y también lo contrario. Por lo que los materiales, que sólo son unos mediadores, no constituyen, desde mi punto de vista, una cuestión que deba marcar la capacidad de enseñar del docente. No sólo éso, me resulta sorprendente, por no decir algo menos correcto, que se pueda valorar la labor de un docente por el uso, o no, de ciertos materiales. Recuerdo cuando se insistía en que las NNTT iban a suponer un paso decisivo para acabar con el fracaso escolar, porque los niños iban a aprender sin esfuerzo (¡qué manía con que el esfuerzo es algo pernicioso!). Las NNTT se usan con asiduidad y el índice de fracaso escolar ha descendido un poco, nada que permita tirar cohetes, pero no tengo nada claro que se deba al uso de dichas tecnologías.
Tal vez, en el caso del uso o no de libros o en el de las TICs, la visión de un cuerpo de docentes aposentados en la molicie sea un reflejo de lo que algunos de los teóricos de la LOGSE (que no era una ley tan mala como nos quieren vender) creían: los docentes no teníamos la capacidad suficiente, o, en otras palabras, no éramos los suficientemente buenos para desarrollar nuestro trabajo y por éso necesitábamos ayudas o soluciones mágicas. Ésto, en el fondo, es lo que subyace bajo esa forma de dar importancia supina a lo accesorio y no a la capacidad real de enseñar del docente.
Un buen profesional de la docencia es aquel que consigue que sus alumnos aprendan aquello que les transmite. Un excelente profesional es aquél que consigue que el mayor número posible de alumnos sientan curiosidad por conocer. Un increíble enseñante es el que consigue sacar lo máximo de todos sus alumnos. Lo demás queda muy bonito para un spot televisivo, para una revolución de pastel o para que cuatro desalmados vivan del cuento vendiendo sus ideas "infalibles".
Respecto a lo de imponer a los padres en qué gastar el dinero, pues es cierto, si prefieren comprar a sus hijos el último modelo de móvil, después de gastarse el dinero en libros de texto o cualquier otro tipo de material necesario para la vida académica, me parece genial y no seré yo quien afee esta forma de actuar. Pero, parece claro que, si por el monto de los ingresos de los padres un alumno no tiene concedida una beca, comprar y pagar el material educativo constituye una obligación de los padres, para satisfacer el derecho a la educación de sus hijos, recogido en la Constitución y en el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Si el precio de los libros es excesivo, cuestión con la que estoy de acuerdo en algunos casos, no depende de los docentes, que, cuando eligen los libros desconocen los precios, ocupándose sólo de la idoneidad del material para los alumnos. El problema del costo resulta una cuestión de las editoriales, de la empresa privada por tanto, y deberían ser los ciudadanos que tantas quejas tienen los que, a través de los cauces de participación democrática pertinente, profundizasen en ese asunto, al ser los libros de texto y resto de materiales artículos de primera necesidad.
La verdad, querido diario, no quería extenderme en exceso con el asunto, pero me parecía oportuno explicarte con detenimiento estos aspectos, para evitar malentendidos.
Me gustaría hacer una muy breve reseña a la llegada al nuevo Gobierno, que ha planteado acabar, de manera gradual, con los efectos de los recortes perpetrados por Rajoy y sus huestes, al menos en lo referente a los docentes y ratios, pero que, por el momento, no ha derogado nada sustancial de la LOMCE, porque parece que hay otras prioridades mucho mayores que la Educación de nuestro país.
Reconozco que no tengo ni idea de como debe ser una buena ley educativa, al menos en su totalidad, pero lo que si tengo claro son dos cosas:


  1. Las directrices europeas, neoliberales, sobre Educación van a marcar, como hasta ahora, todo, optando por una Educación cada vez más vacía de contenidos, que impida a nuestros alumnos tener unos conocimientos profundos y criterio propio. Este aspecto ya te lo contaré con más detenimiento en otra ocasión.
  2. La nueva ley debería partir de una negociación entre los partidos y los sectores implicados, para dejar de marear la perdiz y utilizar la Educación como un arma electoral.
Como dije, iba a ser breve y, por tanto, aquí acaban mis reflexiones por hoy. 
Nos vemos pronto, querido diario.

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