En esta tercera parte de esta trilogía o tetralogía, aún no lo he decidido, titulada "Sociedad al desnudo", intentaré identificar las ideas, los valores reales que empapan todo el movimiento retrógrado y despersonalizador que sufrimos día a día.
Si se analizan de manera desapasionada los mensajes que con insistencia recibimos de los medios de comunicación, que no de información, la gran mayoría están cortados por el mismo patrón: lo importante es producir, cuanto más y más barato mejor, consumir no da la felicidad, pero es lo más cercano que vas a estar de ella, debemos pensar que somos unos privilegiados por disfrutar del nivel que disfrutamos, los problemas nunca son del sistema, siempre se deben achacar a que los ciudadanos no hacemos los suficientes sacrificios, lo trascendental ha de ser crear riqueza, si ésto ocurre la felicidad nos alcanzará a todos, la empresa privada muestra el camino de la eficiencia y el buen hacer...
¿Ha observado el lector algo en común en todos estos mensajes? Efectivamente, todo gira en torno al dinero, a lo que se ha dado en llamar economía. Escribo lo que se ha dado en llamar economía, pues en los últimos tiempos lo que se conoce como economía dista mucho de la administración y gestión de unos recursos limitados, que en eso consiste la economía, no en la especulación y la forma de justificarla, que es lo que pretenden hacernos creer que es la economía, eso es pesebrismo, idiotez y avaricia disfrazada de ciencia.
En definitiva, parece que lo único, o al menos lo primordial, fuera acumular dinero y lo que se denomina generar riqueza. En otras palabras, medir la vida en función de la cantidad de dinero que se atesora, de lo que se puede adquirir. El patrón calidad de vida, según las teorías de esta gentuza, ha pasado a medirse en función de aspectos materiales. El valor de una persona viene determinado por su posición económica, por su ambición, por el triunfo. ¡Qué valores tan pobres los de estos funestos personajes!
Pobres valores los que intentan transmitirnos unos y otros, intentándonos hacer creer que nuestro bienestar radica en poseer bienes materiales, a ser posible en mayor cantidad que el vecino.
Pobres valores aquellos que defienden que lo importante es el éxito, especialmente el éxito laboral, que implica reconocimiento social.
Pobres valores los que abogan por la inmediatez de los resultados al precio que fuere, sin importar que alcanzar nuestras metas destruya a otras personas, nuestro hábitat o a nosotros mismos.
Pobres valores los que anteponen lo económico a ser persona. Los que anteponen una visión economicista de la vida a la necesidad de respetar a los demás, que son nuestros iguales y de que todos, hayamos nacido donde hayamos nacido, tengamos asegurado un nivel de vida mínimo, sólo por el hecho de ser personas.
Todo parece danzar de manera macabra en torno a la idea de riqueza, personal y, al menos en teoria, colectiva. Todo en nuestra vida parece que debe estar subyugado a este ideal obsceno y deshumanizador, totalmente alejado de aquello que nos ha llevado a ser lo que somos: la especie humana. El tiempo vital, los sentimientos, las necesidades de afecto, el ocio, el descanso, la familia... todo, todo queda relegado por la necesidad de generar bienes, de consumir, de ganar dinero, de acaparar; necesidad que han creado unos pocos para satisfacer sus ansias de poseer más y más, de robar a manos llenas. Tal vez ahí radique la cuestión: las ganas de acaparar nos hace perder de vista otros valores, valores humanos: el amor, la amistad, disfrutar de la vida, compartir, solidaridad, enfadarnos,contentarnos, ver crecer a nuestros hijos, enterrar a nuestros mayores y tener tiempo para llorarlos, tener posibilidad de disfrutar con nuestros amigos... En definitiva, las pequeñas y grandes cosas que conforman todas y cada una de nuestras vidas. A cambio nos pretenden imponer valores basados en la competitividad (es curioso que las grandes empresas hayan descubierto que, en muchos casos es más práctico, y barato, cooperar con la competencia y desarrollar soluciones comunes, más efectivas y económicas, mientras que a nosotros intentan hacernos creer que lo importante es competir. Competir por un puesto de trabajo, por la casa más grande, por la tía más buena...), en la falta de solidaridad, en el individualismo, en la adoración a lo material (no confundir lo inmaterial con las religiones. Lo inmaterial son los sentimientos, la autoestima, la amistad, el amor...).
Me gustaría hacer constar una realidad muchas veces obviada: cuando todo se basa en acumular nunca se consigue lo suficiente, siempre se tiene menos que alguien (principio de privación relativa) y la lucha por acumular, por acaparar, nunca tiene fin, siendo todo lícito para conseguirlo. Nunca es suficiente lo conseguido, siempre se puede poseer más. Mientras tanto, en el fragor de la batalla inacabable la vida se va consumiendo en pos de un ideal esquivo, que jamás llegará a conseguirse, pues nunca nada será lo suficiente para colmar las espectativas, siempre se debe aspirar a ser más, a comprarse lo último, aunque no sepamos usarlo. Este anhelo de aspirar a más se convierte en aspirar a menos, a nada. O tal vez mejor, a deshumanizarnos.
La vision de la realidad, los valores que desean imponernos, se basan en que lo primordial en nuestras vidas debe ser lo relacionado con el trabajo y los frutos del mismo, obviando la autentica esencia del asunto: somos personas con muchas facetas y necesidades de todo tipo (las afectivas entre ellas) que trabajamos para conseguir un sustento y vivir, cada uno de acuerdo a sus ideas y valores,y por ésto mismo, por ser personas, no nos pueden considerar robots, creados con el único fin de producir y consumir.
Incluso los bufones neoliberales que sutentan estas teorías, han variado algunos conceptos durante estos últimos años, siempre buscando el beneficio propio, o de sus amos. Cuando yo empecé a trabajar, hace unas dos décadas, el capital humano, la formación del trabajador y su implicación, estaba visto como algo beneficioso no sólo para el trabajador, si no para la empresa, que se aprovechaba y disfrutaba de este capital. En la actualidad el valor del trabajador, al menos según los postulados neoliberales, es nulo, considerando a éste poco más que un robot fácilmente reemplazable. La despersonalización de estos absurdos profestas del esclavismo ha llegado a esos extremos. Ni tan siquiera respetan a los que les hacen ricos. Exclusivametne sienten admiración por su becerro de oro: el éxito, el triunfo, lo más inmediato posible, la acaparación de riquezas. El resto, los seres humanos, han sido desdibujados para convertirse en números, en soldados reemplazables en la guerra que es su concepción de la vida.
Afortunadamente, muchos consideramos esos valores como miserables, como verdades absolutamente falsas, como elaboraciones fecales de mentes enfermas, cuyo único fin es anteponer su ambición, su avaricia, al ser humano, en cierta forma a sí mismo. Una sociedad en la que los valores económicos, materiales, se anteponen a los propios seres humanos, que son los que componen esa sociedad, es una sociedad enferma, que tarde o temprano se verá devorada por sus propias contradicciones.
Me gustaría concluir con un vídeo relacionado con el trabajo y su evolución futura. Creo que el planteamiento central del vídeo describe a la perfección alguno de los problemas con los que nos encontramos en este momento y comos utilizan un problema real, al que no saben dar solución, para intentar implantar sus mentiras.
Un saludo.
En definitiva, parece que lo único, o al menos lo primordial, fuera acumular dinero y lo que se denomina generar riqueza. En otras palabras, medir la vida en función de la cantidad de dinero que se atesora, de lo que se puede adquirir. El patrón calidad de vida, según las teorías de esta gentuza, ha pasado a medirse en función de aspectos materiales. El valor de una persona viene determinado por su posición económica, por su ambición, por el triunfo. ¡Qué valores tan pobres los de estos funestos personajes!
Pobres valores los que intentan transmitirnos unos y otros, intentándonos hacer creer que nuestro bienestar radica en poseer bienes materiales, a ser posible en mayor cantidad que el vecino.
Pobres valores aquellos que defienden que lo importante es el éxito, especialmente el éxito laboral, que implica reconocimiento social.
Pobres valores los que abogan por la inmediatez de los resultados al precio que fuere, sin importar que alcanzar nuestras metas destruya a otras personas, nuestro hábitat o a nosotros mismos.
Pobres valores los que anteponen lo económico a ser persona. Los que anteponen una visión economicista de la vida a la necesidad de respetar a los demás, que son nuestros iguales y de que todos, hayamos nacido donde hayamos nacido, tengamos asegurado un nivel de vida mínimo, sólo por el hecho de ser personas.
Todo parece danzar de manera macabra en torno a la idea de riqueza, personal y, al menos en teoria, colectiva. Todo en nuestra vida parece que debe estar subyugado a este ideal obsceno y deshumanizador, totalmente alejado de aquello que nos ha llevado a ser lo que somos: la especie humana. El tiempo vital, los sentimientos, las necesidades de afecto, el ocio, el descanso, la familia... todo, todo queda relegado por la necesidad de generar bienes, de consumir, de ganar dinero, de acaparar; necesidad que han creado unos pocos para satisfacer sus ansias de poseer más y más, de robar a manos llenas. Tal vez ahí radique la cuestión: las ganas de acaparar nos hace perder de vista otros valores, valores humanos: el amor, la amistad, disfrutar de la vida, compartir, solidaridad, enfadarnos,contentarnos, ver crecer a nuestros hijos, enterrar a nuestros mayores y tener tiempo para llorarlos, tener posibilidad de disfrutar con nuestros amigos... En definitiva, las pequeñas y grandes cosas que conforman todas y cada una de nuestras vidas. A cambio nos pretenden imponer valores basados en la competitividad (es curioso que las grandes empresas hayan descubierto que, en muchos casos es más práctico, y barato, cooperar con la competencia y desarrollar soluciones comunes, más efectivas y económicas, mientras que a nosotros intentan hacernos creer que lo importante es competir. Competir por un puesto de trabajo, por la casa más grande, por la tía más buena...), en la falta de solidaridad, en el individualismo, en la adoración a lo material (no confundir lo inmaterial con las religiones. Lo inmaterial son los sentimientos, la autoestima, la amistad, el amor...).
Me gustaría hacer constar una realidad muchas veces obviada: cuando todo se basa en acumular nunca se consigue lo suficiente, siempre se tiene menos que alguien (principio de privación relativa) y la lucha por acumular, por acaparar, nunca tiene fin, siendo todo lícito para conseguirlo. Nunca es suficiente lo conseguido, siempre se puede poseer más. Mientras tanto, en el fragor de la batalla inacabable la vida se va consumiendo en pos de un ideal esquivo, que jamás llegará a conseguirse, pues nunca nada será lo suficiente para colmar las espectativas, siempre se debe aspirar a ser más, a comprarse lo último, aunque no sepamos usarlo. Este anhelo de aspirar a más se convierte en aspirar a menos, a nada. O tal vez mejor, a deshumanizarnos.
La vision de la realidad, los valores que desean imponernos, se basan en que lo primordial en nuestras vidas debe ser lo relacionado con el trabajo y los frutos del mismo, obviando la autentica esencia del asunto: somos personas con muchas facetas y necesidades de todo tipo (las afectivas entre ellas) que trabajamos para conseguir un sustento y vivir, cada uno de acuerdo a sus ideas y valores,y por ésto mismo, por ser personas, no nos pueden considerar robots, creados con el único fin de producir y consumir.
Incluso los bufones neoliberales que sutentan estas teorías, han variado algunos conceptos durante estos últimos años, siempre buscando el beneficio propio, o de sus amos. Cuando yo empecé a trabajar, hace unas dos décadas, el capital humano, la formación del trabajador y su implicación, estaba visto como algo beneficioso no sólo para el trabajador, si no para la empresa, que se aprovechaba y disfrutaba de este capital. En la actualidad el valor del trabajador, al menos según los postulados neoliberales, es nulo, considerando a éste poco más que un robot fácilmente reemplazable. La despersonalización de estos absurdos profestas del esclavismo ha llegado a esos extremos. Ni tan siquiera respetan a los que les hacen ricos. Exclusivametne sienten admiración por su becerro de oro: el éxito, el triunfo, lo más inmediato posible, la acaparación de riquezas. El resto, los seres humanos, han sido desdibujados para convertirse en números, en soldados reemplazables en la guerra que es su concepción de la vida.
Afortunadamente, muchos consideramos esos valores como miserables, como verdades absolutamente falsas, como elaboraciones fecales de mentes enfermas, cuyo único fin es anteponer su ambición, su avaricia, al ser humano, en cierta forma a sí mismo. Una sociedad en la que los valores económicos, materiales, se anteponen a los propios seres humanos, que son los que componen esa sociedad, es una sociedad enferma, que tarde o temprano se verá devorada por sus propias contradicciones.
Me gustaría concluir con un vídeo relacionado con el trabajo y su evolución futura. Creo que el planteamiento central del vídeo describe a la perfección alguno de los problemas con los que nos encontramos en este momento y comos utilizan un problema real, al que no saben dar solución, para intentar implantar sus mentiras.
Un saludo.
2 comentarios:
Te mando el link de un vídeo que es un poco largo pero que a mí me parece interesante. Igual lo has visto ya.
http://www.youtube.com/watch?v=KX82sXKwaMg&feature=youtu.be
Hola, Isa.
Aún no he visto el vídeo, la verdad es que no hemos parado mucho este finde, pero lo haré y la próxima vez que nos veamos, espero que pronto, lo comentamos.
Un saludo para los dos.
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