Resultan cuanto menos sorprendentes algunas de las informaciones que escuchamos en los últimos tiempos, que se nos presentan como certezas, habiendo en dicha certeza un gran componente de subjetividad, todo diría yo. Muchas de las afirmaciones realizadas por políticos, economistas y opinadores profesionales son una mera caricatura acientífica de lo que debería ser algo que ellos consideran como ciencia: la Economía.
Por ello considero que no estaría de más hacer un repaso a algunas de las sandeces que se divulgan por tierra, mar y aire, intentando desenmascarar su vaguedad.
En estos días inciertos se nos vende como imprescindible una reforma laboral que agilice el mercado de trabajo, parece que le van a apuntar a un gimnasio. Todos los teóricos defensores del neoliberalismo coinciden en señalar que dicha reforma no va a crear trabajo inmediatamente, aunque a medio y largo plazo sí que beneficiará a los trabajadores. No voy a remontarme a las palabras del anterior Ministro de Trabajo (hubiera sido más apropiado llamarlo de desempleo) sobre la incidencia de la anterior reforma laboral en el aumento de las contrataciones, ninguna según sus propias palabras, pero resulta evidente que una reforma laboral que no sirve para atacar el problema en su momento más agudo, posiblemente después tampoco, sirve de bien poco. Los más de cinco millones trescientos mil parados lo están ahora, no dentro de tres o cuatro años, por lo que parece que esta medida, cuya mayor virtud va a ser el recorte de derechos de los trabajadores, se encamina más a satisfacer a los teóricos del neoliberalismo, políticos alemanes incluidos, que ha solucionar con prontitud el problema que azota a nuestro país: el paro. Respecto a lo de crear empleo a medio y largo plazo es algo tan etéreo, e incomprobable, como decir que lo mejor que podíamos hacer era mandar a todos los políticos a una isla desierta en el Índico y comenzar de cero. Aunque esta segunda opción seguro que cuenta con más adeptos que la reforma laboral. En el fondo, una vez más, todo es palabrería y oportunismo, pues si todo empieza a funcionar de nuevo no va a ser por la reforma laboral, aunque, evidentemente, los defensores de esta medida lo achacarán a ella. En el fondo, como muchos se empeñan en que la Economía sea una pseudociencia utilizan lo correlacional, lo que ocurre tras algo que se hace, pero no se puede demostrar que sea a causa de lo que ocurre (si me caigo un día en una calle, no me tengo porque caer cada vez que pase por esa calle, la causa puede ser un pisar una cáscara de plátano), como causal: si yo hago algo, seguro que va a ocurrir una cosa determinada. Si me tomo diez copas voy a dar positivo en un control de alcoholemia. Evidentemente, esta alteración del método científico sirve para cubrir su nula credibilidad.
Era y es necesario invertir dinero público en la banca privada para que el sistema funcione. Este soniquete es una de las mayores estupideces e hipocresías que los tipos que nos gobiernan y los economista lanzan diariamente. La lógica dice que si has invertido bastante más de un billón de euros en la banca privada en Europa y esta sigue sin funcionar, lo normal es crear una banca pública que engrase el sistema convenientemente, pues la banca privada es incapaz de cumplir con su función. De la misma manera si un país como EE.UU. consigue, invirtiendo dos terceras partes de dinero destinados al funcionamiento del sistema, que el paro descienda en dicho país, parece lógico que, al menos, una parte sustancial del dinero destinado a los bancos debería haber ido destinada a la economía real, a la inversión productiva. En el fondo se trata de priorizar entre ciudadanos y banca. Todos sabemos lo que han decidido los políticos europeos, aunque EE.UU. también lo ha hecho, pero parece que Obama, o sus asesores, tuvieron un poco más de perspectiva sobre donde invertir el dinero para repartir la riqueza.
Igualmente la idea del recorte del déficit como algo necesario y urgente se ha instalado en nuestras vidas como consecuencia de las últimas opiniones neoliberales. Esta letanía es tan absurda que los datos bastan para desmontarla. EE.UU. tiene un déficit abismal y creciente, Japón, tres cuartas partes de lo mismo. Reino Unido idem, aunque la economía de este país va de mal en peor, especialmente desde que Cameron empezó a aplicar una política de recortes salvaje. Bélgica, que crece al 3%, otro ejemplo... Entonces ¿por qué hay que reducir el déficit? Creo que era Sampedro que hablaba de unos tipos que querían cobrar lo que prestaban a otros, pero no creo que se trate sólo de eso. Evidentemente, un país no se puede endeudar ad infinitum, pero tampoco puede permitir que los prestamistas los saqueen a modo, con la complicidad de las agencias de calificación y los medios de comunicación, encargados de distorsionar convenientemente la realidad. Uno ve que en estos movimientos existen dos aspectos: los meramente económicos, lucrarse cuanto más rápido y más mejor, y los ideológicos. En este último sentido lo que se pretende lanzar es un mensaje que sonaría algo así: o seguís lo que os decimos, generalmente medidas encaminadas a enriquecer a unos pocos y perjudicar a la mayoría, o la ruina está ahí, a la vuelta de la esquina. Si a todo ésto añadimos la concepción que de ciertos países, los llamados PIGS e Italia, tienen los dirigentes económicos y políticos, especialmente los conservadores, de Centroeuropa y de parte del Norte del mismo continente, tenemos el caldo de cultivo perfecto para hundir países. La solución, políticas de reducción de deuda a medio y largo plazo, que, a la larga, será más efectiva que las políticas actuales, como podemos comprobar en Portugal y Grecia y, ante todo, priorizará lo fundamental: la calidad de vida del ciudadano. Pero parece que a ciertas personas no les importan que millones de ciudadanos se vean cada vez más hundidos en la miseria. Para ellos sólo somos parte de los PIGs.
Las empresas y los bancos no son O.N.G.s. es la cantinela favorita en los últimos tiempos de algunos empresarios y banqueros. Efectivamente, son empresas privadas cuyo objetivo es ganar dinero con sus negocios. Por lo que pediría a estos tipos, que sueltan muy a menudo el citado dicho ante los requerimientos de ciudadanos y periodistas, que se abstengan de pedir dinero público -bien recibido de forma directa, bien mediante exenciones fiscales, bien mediante publicidad pagada por todos-. Como dice el dicho: O todos moros, o todos cristianos.
Pero si algo me fastidia sobremanera es escuchar la imbecilidad que reza: hemos vivido por encima de nuestra posibilidades, especialmente cuando se dirige a los ciudadanos. No señores. Ustedes nos hicieron perder poder adquisitivo, el I.P.C. aumentó significativamente más que los salarios en este país, dándonos a cambio créditos baratos que generaban consumo. Cuando nos vendían los créditos todo eran facilidades. Dichos créditos sirvieron para consumir y, obviamente, para generar empleo. En ese momento parecía que no estábamos despilfarrando y éramos la envidia de Europa por nuestro crecimiento (estábamos en la Champions, dijo el otro). Pero todo era ficticio y estalló. Sin embargo, los que concedían créditos, aquellos que ahora tienen que hacer el enésimo reajuste de su sector de negocios, no nos avisaron de ello, ni pareció importarles. Los políticos tampoco hicieron en su momento ademán alguno de acabar con la situación. Los sindicatos siguieron con sus políticas pactistas con empresarios y políticos. Y ahora ¿somos nosotros los culpables? o, al menos ¿los principales culpables? El sistema económico, tras la deriva tomada en las últimas décadas, nos abocaba a ésto y, tarde o temprano, debía llegar. No somos tan culpables los ciudadanos como los que han consentido que se produjeran la condiciones para que todo estallaran. Por tanto, una vez más, se trata de desviar la atención sobre los verdaderos culpables.
Me gustaría concluir con algo que hará saltar de la tumba al propio Milton Friedman, espero que se de un buen golpe con la tapa del ataúd en la cabeza. Hartos estamos de escuchar que el mayor problema para nuestra economía, y para otras muchas, es la falta de competitividad. No hace falta ser muy listo para saber que aquellos personajes que defienden dicha postura lo único que desean es que los trabajadores realicen su labor por menos dinero, bien sea mediante la bajada o congelación de salarios o mediante el aumento de la jornada de trabajo. Tampoco hace falta ser muy inteligente que los dos verdaderos problemas son otros bien distintos: el cada vez más desigual reparto de la riqueza y, uno del que se habla poco, pero que va a acabar colapsando el sistema tal cual está montado: la cada vez mayor escasez de recursos y, como consecuencia de ello, el encarecimiento de las materias primas. Por no extenderme en el asunto le remitiré al lector a un acontecimiento histórico que nos puso sobre aviso de las consecuencias de un encarecimiento de algún recurso fundamental: la crisis del petróleo del 73, que acabó con la falsa percepción de unos insumos baratos por siempre jamás.
Aunque pudiera extenderme más, considero que por hoy es suficiente.
Un saludo.
Un saludo.
4 comentarios:
Querido amigo, si el Pueblo tuviera algo más de educación política o preocupaciones por lo político, no deberíamos intranquilizarnos frente a esta sarta de estupideces que pretenden hacernos creer. Pero no es así. El problema radica en la falta de esa educación, que ahora se verá agudizada con la eliminación de la Educación para la Ciudadanía, y la enseñanza obligatoria de la religión (católica, por supuesto) en nuestros colegios.
La eliminación de la capacidad crítica, y la posibilidad de ir pergeñando un pensamiento propio, quedan así anuladas de inicio, que es lo que desea la casta política. Por tanto, mucho me temo que nos seguirán convenciendo de todo lo que quieran, porque además tienen los medios necesarios a su disposición. A nosotro nos queda ir haciendo la labor de zapa, para ver si algo se termina cayendo del entramado que tan bien montado tienen.
Salud y un abrazo.
Joder cuanta razon en este articulo. 100 % de acuerdo con el comentario de Carlos tambien.
En fin siempre quedara la cerveza y la lectura, la verdadera revolucion
Saludos
Yo me quedo con las palabras que he oído hoy en la radio del que es el presidente ilegítimo de Italia, el tal Mario Monti. Según este personaje el trabajo fijo y estable es un aburrimiento. Los jóvenes han de cambiar de trabajo constantemente porque es más divertido. Con argumentos como este, se nos viene encima la precarización del poco trabajo estable que puede quedar en territorio PIIGS. Así se consigue la competitividad: rebajando poco a poco nuestros derechos, sueldos y demás. Pronto Nike no se tendrá que ir al tercer mundo a fabricar sus productos. Europa se habrá convertido en el paraíso empresarial. Y me pregunto, ¿quién comprará entonces sus productos? Seremos todos del tercer mundo. Este sistema es insostenible se mire por donde se mire: la codicia y el agotamiento de los recursos hacen que nos planteemos un futuro bastante distinto.
Hola a todos.
Amigo Carlos, una vez más, no puedo estar más de acuerdo contigo en lo de la falta de educación de una educación que forme personas, no asnos. De hecho te adelanto que la entrada del sábado verá reflejado algo de esto de lo que hablamos.
Spasky, me alegro mucho de leerte por aquí, he leído tu último cuento y me ha gustado ese final nebuloso y sangriento ;). Lo de la cerveza es buena idea y lo de leer ten cuidado que te puede pasar como el tipo de la entrada de ayer. :)
Isa, gracias por todo, tú ya sabes, y lo del fulano italiano da que pensar. Un tipo, al que ponen ilegalmente ahí, es incapaz de mantener el estado de bienestar de su país, aunque le revistan con una aureola de sobriedad y eficiencia. Un ejemplo más de la zafiedad de estos neoliberales, mentirosos e incapaces a más no poder. ¿Buen gestor? Hasta que le ha tocado gestionar, en ese momento se ha mostrado como tipo ineficiente, que no es capaz de cumplir con el cometido que le encomendaron los que le pusieron de manera nada legal. A no ser que su cometido fuera que los que más tienen ganen mucho ganen aún más; entonces sí, está cumpliendo su cometido a las mil maravillas. Pero es más de lo mismo: personas que pasan,según los cánones noeliberales, por grandes hombre y no son más que teóricos de la nada.
Un saludo.
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