viernes, 11 de enero de 2013

INDEFENSIÓN APRENDIDA

Debo reconocer que cuando en mi cabeza apareció el tema de esta entrada no albergababa duda alguna de que el concepto a tratar hoy serviría para alumbrar un tema relacionado con la educación. Pero hete aquí que, una vez madurado el esquema de dicha entrada, surge un nuevo enfoque sobre el asunto. Un enfoque, una perspectiva, del concepto más amplia y que, por tanto, afecta a una mayor parte de los ciudadanos de este precioso y único planeta. Veamos a lo que me refiero.
Hace unos cuantos años, con total seguridad más de diez, escuché por primera vez un término que, por desgracia, no puede estar más de moda: indefensión aprendida.
No parece muy difícil, analizando las dos palabras que forman el término, intuir su significado: la incapacidad para responder ante determinados estímulos. Incapacidad fruto de la experiencia. ¡Bingo! Aunque no estaría de más hacer un poco de historia y alguna precisión.
En 1975 Martin Seligman publica un libro donde aparece por primera vez este concepto. Basándose en experiencias, realizadas si mal no recuerdo, con ratones el autor defiende que, tras un período prolongado de "castigo" a los ratones, en el que las diversas conductas emitidas por los ratones no sirven para parar ese castigo, continuo y totalmente arbitrario, los animales se vuelven apáticos, depresivos y, entre otras cuestiones, tienen dificultades para adquirir nuevos aprendizajes.
Se me olvidaba decir que la lectura del libro dejaba traslucir que el comportamiento con el grupo de ratones con el que se experimentaba se podía tildar como de cruel; de bastante cruel. Ya imagina el amable lector: descargas eléctricas a todo trapo y con cualquier excusa.


Arrinconando el asunto de la ética, a mi me pareció un tema fascinante y, de hecho, elegí leer el libro del que hablo, podía haber escogidos otros sobre temas, a priori, más atractivos, y hacer un trabajo sobre el asunto. ¿Por qué? No lo sé. Sólo puedo decir que el tema me resultaba atractivo. De la misma manera que puede afirmar que en mi campo de trabajo, la educación especial, el campo de la discapacidad auditiva no me motiva en absoluto. Para gustos los colores.
Sé, que con posterioridad, otros autores, muy pocos, han tratado sobre el asunto y han alegado ciertas matizaciones al planteamiento incial de Seligman (alegaciones que no recuerdo y que, lo reconozco, no me he molestado en buscar). En todo caso, el cuerpo central del concepto se matizaba, pero no se derrumbaba con dinamita. 
Una vez presentado, grosso modo, en que consiste el concepto, merece la pena analizar algunas cuestiones, seguramente obvias para el estimado lector, pero sobre las que creo necesario enfatizar. Estos tres aspectos son: lo imprevisible del castigo, la incapacidad del individuo para evitarlo y lo continuo en el tiempo.
La imprevisibilidad del castigo, no estando asociado a ningún evento a ningún tipo de conducta genera en el individuo una especie de alerta continua que, con el transcurrir del tiempo, se acaba convirtiendo en apatía, dejadez, ante un hecho que puede, y lo va a hacer, ocurrir en cualquier momento sin una explicación o antecedente claro al porqué del mismo.
El segundo aspecto, la incapacidad del individuo para evitarlo, parece determinante. Cualquiera que sean las condiciones adversas a las que se enfrenta una persona o un animal, sí son capaces de luchar contra ellas con una razonable expectativas de éxito la lucha continuará con mayor o menor vigor, eso va en cada uno, pero continuará. Entre otras cosas porque la emisión de una serie de conductas puede evitar ese dolor, ese castigo. En el experimento de Seligman los ratones no pueden hacer nada contra el castigo y acaban "cediendo" ante las circunstancias.
También merece la pena reseñar que hasta que ese abandono llega el individuo emite todo un arsenal de respuestas, buscando encontrar la correcta para evitar ese sufrimiento, ese castigo. Tal vez, cuando el repertorio se agote, aunque uno intuye que las búsqueda de respuestas a medida que pasa el tiempo sea cada vez menos entusiasta, sea cuando el individuo caiga en ese estado depresivo.


Por último, la continuidad en el tiempo es un factor clave. Más en concreto la emisión de respuestas de castigo hasta que el individuo "cede" y desiste de toda resistencia. Una ejercicio desmesurado, pero corto, de castigo lo que puede generar es desconfianza en el individuo. Un ejercicio continuo genera indefensión.
Es evidente que la intentada del castigo necesario para que un individuo llegue a ese estado de dejación varía en función de cada individuo. Siendo más fácil alcanzar ese estado de abatimiento en unos que en otros.
¿Por qué y, sobre todo, para qué todo este rollo? Para intentar explicar la realidad.
Todas las consignas que nos lanzan desde los poderes económicos/políticos y sus mamporreros mediáticos se caracterizan por la estúpida idea de que nuestras vidas, nuestro futuro, está en manos de los mercados. De los mercados que invierten en deuda pública, en empresas, del libre mercado, de las exigencias de los mercados, del mercado... Y aunque políticos, medios y economistas patológicos nos ponen, de vez en cuando, el ejemplo de los emprendedores, ellos mismos se encargan de recordarnos que los bancos no conceden créditos, que las ventas disminuyen cada mes... Por tanto, el individuo medio, en líneas generales, sigue a expensas de esos mercados, que ellos mismos, los tres grupos citados antes, se encargan de que sean unos arcanos inextricables. Es más, el mensaje que lanzan sobre la crisis, estafa, y su resolución resulta ser igualmente ambiguo y desdibujado, cuando no confuso.
Todo ello unido y suficientemente compactado nos puede conducir a la conclusión, a la que mucha gente, por desgracia, ha llegado, de que no se puede hacer nada para cambiar el estado de las cosas. "No vale protestar en la calle", "votar a quien se vote da lo mismo", "las huelgas no sirven para nada"... Lo que, en el fondo, se trata de un estado depresivo, de una apatía, a la hora de reivindicar nuestros derechos sociales, los que nos han robado.
Ellos lo que han hecho es crear la situación de estafa, que ellos denominan crisis, con sus políticas. Culpabilizar al ciudadano de su propia avaricia genocida (la de economistas, gobernantes y mamporreros mediáticos) y crear un sistema, mediante la pérdida de derechos, donde el castigo sea continuo (perder derechos y subir impuestos y tasas a todos por igual) e imprevisible (abaratamiento del despido, leyes represivas contra las respuestas ciudadanas...). Todo lo cual intenta contribuir a un estado social de indefensión aprendida.


Sin embargo, a diferencia de las ratas del experimento, los humanos contamos con una característica esencial para abordar este problema: la capacidad de organizarnos para afrontar una situación harto peligrosa. A pesar de que los genocidas que intentan implantar el modelo neoliberal/fascista busquen, por todos los medios, que el individualismo sea el motor de la vida social, el ser humano, por naturaleza, tiende a ser un animal social y a organizarse como tal animal social. Esta organización social conlleva, al menos desde el Neolítico, o tal vez antes, una organización vertical, con jefes y subordinados, pero, desde mucho antes también ha existido una organización horizontal, donde la comunión de intereses, la solidaridad, el respeto han constituido una forma de organizarse socialmente. Tal vez sea por ello que los ciudadanos nos organizamos para revertir esta situación, este ataque continuo que pretende sumirnos en la indefensión social aprendida. Es aquí donde radica nuestra fuerza, en resistir organizándonos contra otras personas, por muy deleznables que éstan sean. Luchamos contra iguales, que tienen más medios, pero son iguales, no contra experimentadores con más inteligencia (uno diría que muchos de los que nos castigan carecen de una inteligencia básica, casi tanto como de escrúpulos),  que son más altos o más fuertes. Todo consiste en como nos organizamos y cuanto somos capaces de aguantar.
Un saludo.

P.D.: Esta entrada se inspiró en una persona que trabajaba en educación que ponía en práctica algunas, o todas, estas estrategias con alguno de los niños con los que trabajaba. A ella, como a toda la gente que actúa de esta manera, sólo les deseo lo peor en este mundo.

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