miércoles, 8 de mayo de 2013

HÉROES ANÓNIMOS Y UN VILLANO CONOCIDO

Con el paso del tiempo, de los años, la vida te va ofreciendo nuevas experiencias, algunas traumáticas, de las que se obtienen conclusiones, tanto positivas como negativas. En los últimos tiempos, como ya dije, murió un familiar que necesitó cuidados paliativos durante sus últimas semanas de vida. Reconozco que ese mundo lo conocía de oídas, ahora tampoco sé mucho sobre él, y no me parecía especialmente "atractivo". Sin embargo, fruto de lo que he comentado con anterioridad, me aproximé un poco más a ese tipo de actuaciones, cuyo objetivo no es otro que procurar que cualquier de nosotros, o de los nuestros, tengan una muerte lo más humana posible. De hecho, en el caso que me atañe, mi familiar falleció sin apenas dolor, gracias a un coma inducido en su último día de vida.


En esta época convulsa, en que un trabajador representa poco más que un número para algunos, uno no puede dejar de sentir, y expresar de manera pública, la admiración que siente por todos aquellos que con su trabajo ayudan a morir dignamente a un ser humano. Médicos, ATS, auxiliares y, por qué no decirlo, hasta el personal de limpieza, contribuyen con su esfuerzo diario a que tanto las personas moribundas, como los familiares, vivan esos trágicos momentos con la mayor calidad de vida posible. Pocos profesionales pueden tener, a priori, tan poca gratificación como éstos. Sus pacientes no van a salir del trance, a pesar de todo el empeño que puedan poner los profesionales, y, difícilmente (tal vez me equivoco) nadie ajeno al sistema sanitario les va a agradecer su labor. Sin embargo, considero que estas personas que trabajan, bien de manera ambulatoria, bien en una unidad, merecen el máximo reconocimiento de todas y cada una de las personas bien nacidas. Su labor, que no suele aparecer en los medios, contribuye a dignificar la vida de los seres humanos hasta el último segundo de su vida.


Por todo lo expuesto anteriormente, no me cabe duda de que personajes como el tipo que fue detenido conduciendo ebrio hace bien poco por Madrid (cometiendo, presumiblemente, un delito, debido a la tasa de alcohol en sangre del fulano) , Miguel Ángel Rodríguez, merece todo el desprecio que cada persona de bien pueda acumular. Este pollo, que se atrevió a acusar de nazi al doctor Montes, por su trabajo, ayudando a pacientes terminales en sus últimos momentos, muestra la calidad moral que atesora, siendo capaz de denigrar, sin prueba alguna, a un trabajador, a un colectivo entero, por cuestiones de ideología, no importándole las consecuencias de la campaña en la que participaba para muchas personas que se encontraban en un momento en que se encontraban, más que nunca, necesitados de ayuda. 
Este fulano, que ejercía de periodista en Valladolid, en el Norte de Castilla (gloriosa cabecera donde han trabajado Don Miguel Delibes, Manu Leguineche...), e iba de izquierdista, conoció a José María Aznar López, en su viaje desde Madrid hasta Madrid, pasando por Logroño, Soria y Valladolid, dejándose convencer por las artes del madrileño (Aznar es nacido y criado en Madrid).  A partir de ese momento este tipo secundó al gachó que mejoró su golf gracias al dinero público, que acaba de devolver, en todas sus andanzas. Fruto de ello no dudó en seguir a pies juntillas las diferentes campañas de la extrema derecha aznariana, no dudando en mentir sobre la autoría del mayor atentando habido en España o, como en el caso que nos ocupa, sobre la honorabilidad profesional de una persona que nada tenía que ocultar, como demuestra el siguiente enlace:

http://elpais.com/elpais/2011/04/25/actualidad/1303719423_850215.html

Resulta doloroso que alguien enturbie, de manera espuria, la biografía de un sanitario dedicado a ayudar a que la muerte, inevitable, de seres humanos sean lo más "humanas" (perdón por repetir el término) posible.
Pero, afortunadamente, personajes como Miguel Ángel Rodríguez, desde mi punto de vista un parásito, no tienen la responsabilidad de ayudar a que lo inevitable ocurra de la mejor manera posible. Por lo que me gustaría concluir esta entrada obviando a ese ser miserable y agradeciendo a todos aquellos que conviven con la muerte ajena sus desvelos, haciendo más fácil la vida y el tránsito hacia el final de enfermos y familiares. De todo corazón, ¡gracias!
Un saludo.

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