Este final de curso ha resultado, por motivos varios, mentalmente agotador. Mentiría si dijese, escribiese, que el único motivo de tal situación deriva del trabajo; otras circunstancias de mi vida privada han aportado una intensidad, no siempre positiva, que han producido un desgaste que ha ido acumulándose y generando un cierto cansancio físico, y como ya he anticipado, mental o anímico.
Reconozco que con la excepción de la entrada anterior, en la que colgué las fotografías de mi Pucela, el blog se había convertido , al menos en la última semana y pico, en una condena, tal vez sea más preciso utilizar la palabra rutina, con la que debía cumplir de manera regular, debido a un extraño sentido del deber hacia el blog, hacia mí y hacia los lectores. De hecho, aunque las ideas que articulaban las entradas fluían con facilidad, sentía que en este momento no deseaba hurgar, una y otra vez, en la estulticia de estos tipos, sin escrúpulo alguno, que intentan destrozar día a día nuestras vidas.
Fue durante esta época cuando comprendí la realidad sin aditivo alguno: el conjunto de imbéciles que detentan el poder no difieren en nada de esos niños que quieren ser los líderes de la clase a costa de lo que sea. Abstrayéndose del día a día, ése que nos nubla la inteligencia, no resulta difícil llegar a la conclusión de que unos tipos, ni mejores ni peores que nosotros (bueno, sí, bastante peores que muchos de nosotros) han "luchado" por ocupar un poder que nos pertenece a todos. Lo han hecho con la única finalidad de situarse en el poder. Lo de poner en práctica un proyecto se ha convertido en una excusa como otra cualquiera. En el fondo, y en la superficie, unos tipos que podíamos ser cualquiera de nosotros (ellos no son más listos que nosotros, sólo más ambiciosos), han optado por creerse imprescindibles y, como consecuencia de ello, y de su imbecilidad, nos han conducido a esta situación. Pero si algo resulta evidente es que se trata de tipos de carne y hueso, a los que si nos encontráramos por la calle no dedicaríamos ni un segundo de nuestra atención.
Tal vez ahí radique nuestro error, en considerar a esa pandilla de políticos, economistas patológicos y mamporreros mediáticos como tipos especiales, que se encuentran en posesión de un aura especial que les ha conducido al lugar donde están hoy en día, o donde han estado en tiempos pasados. En esta sociedad, la nuestra, existían unos puestos de responsabilidad, que habían de cubrirse de manera democrática o, en el caso de la empresa privada, por méritos. Sin embargo, la realidad se ha mostrado algo más prosaica, y dichos puestos de representación y poder han ido ocupados por tipos cuya ambición les han empujado hasta ese lugar, pero que, en ningún caso, son superiores, ni tan siquiera en su supuesta especialidad, a muchos de nosotros.
Por tanto, decidí no tomarme en serio a estos tipos, tan del montón como puedo ser yo, que, en el fondo, nos han conducido hasta el desastre porque se trata de unos gachós como cualquiera de nosotros, tal vez con mucha más ambición. Seguro que en nuestro círculo más próximo encontramos tipos como Losantos, Rajoy, de Guindos... Personajes que insultan, mienten, dejan que todo ocurra pero no hacen nada o se consideran expertos en algo, pero no tienen ni idea. En el fondo, estos personajillos constituyen un reflejo de nuestra sociedad, de nuestro círculo de amigos, conocidos y relatados, por lo que parece oportuno dejar de buscar justificaciones sesudas a sus actos. Basta con analizar sus medidas y determinar la conveniencia, o no, de las mismas, sin buscar en sus decisiones una trascendencia o articulación metafísica que los ciudadanos normales no alcanzamos a comprender. Simple y llanamente optan por una u otra forma de afrontar las situaciones, o de no afrontarlas, porque son seres humanos, tan limitados como nosotros, y, por tanto, con una capacidad de errar significativa.
Propongo al amable lector que cuando un político, economista patológico o mamporrero mediático le indigne se le imagine sentado en la taza del váter y entonces comprenderá que sólo hay que responder a los disparates que propone, pues no merece la pena tomarse a esos botarates en serio, pues no dejan de ser unos seres humanos, llenos de ambición, pero con muchas, muchísimas, limitaciones intelectuales y, en muchos casos, morales.
Un saludo.
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