jueves, 20 de junio de 2013

PROFESIÓN: AYUDAR A SER PERSONAS

Como cualquier otra persona que se dedica a la docencia, durante estas fechas llega el momento del papeleo y del balance de los logros, y errores, habidos durante este curso. 
Desde un punto de vista personal puedo decir que estos últimos diez meses, a pesar de ciertas dudas y vacilaciones, han constituido uno de los períodos profesionales más provechosos en mis casi dos décadas dedicadas a esta historia de la educación, o lo que sea ésto que hago casi a diario. No se trata de lanzarme flores, ni de que el lector lo haga. Más bien intento transmitir algo que para mí supone una certeza y un motivo de orgullo (e incluso de satisfacción, dicho sea sin campechanía alguna). Además, como resulta fácil de suponer, si este curso constituye un punto álgido de mi carrera profesional, o yo lo considero así, ocurre así porque en otras ocasiones, por lo que fuere, no he conseguido llegar a ese nivel profesional. 


Pero, a pesar de lo que pudiese parecer, el tema de la entrada de hoy no gira en torno a mí, ni a mi desempeño profesional presente, pasado o futuro. Si me he permitido el lujo de aburrir al amable lector con mis cuitas se debe a que, fruto de lo acaecido este año, he escuchado una frase que me ha marcado sobremanera y sobre la que deseo reflexionar, sin enrollarme demasiado. Hablando con mi pareja sobre uno de los chavales con los que trabajo, al que mi media naranja conoce, ella dijo una frase que me llenó y me hizo ver algo que no había sabido entender hasta ese momento. ¿Cuál es la frase? Sorpresa... no me acuerdo exactamente de las palabras ni del orden de las mismas, pero sí del mensaje que subyacía, que rezaba más o menos así: has conseguido que... se desarrolle como persona. Tal vez sea necesario aclarar que hablamos de un niño con una discapacidad severa, que requiere de de apoyos extensos y/o generalizados para poder desarrollar su vida.
Fue en ese momento cuando comprendí que me puedo permitir el puto lujo, mi especialidad, y mis convicciones,  así me lo permiten, de ahondar en el desarrollo de aquellos aspectos de la persona del alumno que más me interesan y que más útiles le pueden ser a este para abordar los retos de la escolarización y/o de su vida diaria, dentro y fuera del cole. Un puto lujo, como ya he dicho, para un tipo tan inconformista y mentalmente anárquico como yo. 


Tal vez por ello me siento dichoso de haber conseguido, junto con la ayuda de otros compañeros, que los alumnos más pequeños con los que trabajo hayan cambiado. Cambiado de tal manera que sus padres han descubierto en sus hijos unas pequeñas personas nuevas, con las que pueden relacionarse de otra manera, mucho más "normalizada". Consiguiendo, además, que sientan que el esfuerzo, el trabajo diario, que es lo único que les he prometido a ellos desde el primer momento, merece la pena porque les permite ayudar a crecer a sus hijos como persona. 
No niego que, a veces, dudas, te preguntas si estás equivocado o si los métodos que empleas con alguno de ellos son los adecuados. Pero debo decir que tras los malos momentos, una sonrisa, un examen aprobado, el reconocimiento de una madre que te ve por la calle o  enel cole y se dirige a ti para contarte lo que ha progresado su hijo, borra cualquier duda. Y, querido lector, yo, que no soy muy dado al sentimentalismo, puedo asegurar que esa sonrisa, ese comentario, ese examen o ese baile con el resto de compañeros de clase me llena sobremanera, porque, en el fondo, he ayudado a que ese niño sea distinto y esa madre tenga la necesidad de contar, porque se siente feliz, que su hijo o hija son distintos, son personas distintas, a las que ven crecer y a las que ayudan a crecer. 


Este curso he dejado una cuestión a medias, no dependía por completo de mí, pero sé que el próximo año escolar la cuestión se puede resolver de forma positiva. Si eso ocurriese habría contribuido a que un niño fuese visto de forma totalmente diferente por todo su entorno, el próximo y el más remoto. Sé que si eso ocurriese, lo espero con todo mi alma, la condición de un niño cambiaría por completo, hasta extremos impensables para el lector, e incluso para algún profesional, y en ese momento sé que, de manera silente y por dentro, derramaría un torrente de lágrimas fruto de la felicidad.  
Un saludo.

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