sábado, 16 de noviembre de 2013

LOS MÍOS Y LOS SUYOS

Durante esta semana un tal David Fernández, diputado del Parlamento de Cataluña, se ha convertido en noticia por esgrimir, si es que tal verbo se puede utilizar en estas circunstancias, una sandalia frente al compareciente en una comisión parlamentaria, el ex todo Rodrigo Rato.
Uno se enteró de tal hecho cuando escuchó al "ecuánime" Carlos Herrera describir el hecho a su manera: cargando contra el parlamentario, salvaguardando la integridad de el ex ministro,   ex dirigente del FMI y de Bankia. En efecto, querido hombre de la caverna, resulta más grave que un fulano cuestione a Rato sobre el simbolismo de la sandalia, y de su uso inadecuado, en los países árabes, que haber diseñado una política económica que ha llevado a un país al caos económico o que haber respaldado unas directrices neoliberales que han supuesto la quiebra del sistema. O, de nuevo en el plano nacional, haber permitido que se estafe a miles y miles de ciudadanos con las preferentes.
 Sí, querido lector, resulta mucho más ofensivo y dañino sujetar una sandalia en la mano, que abocar a millones de personas a la ruina y la desesperación. Total, los ricos ven aumentar día a día sus ingresos, qué importa el resto de la chusma. Lo deleznable de este asunto resulta ser que un fulano, de manera acertada o no, usara un tipo de calzado de una manera no adecuada.


Este ejemplo ilustra a la perfección la gran falacia que resulta todo ésto que conocemos como crisis; donde parece cobrar más importancia una manifestación, una huelga, o cualquier tipo de acción de protesta, que el coro de fariseos que han provocado esta gran estafa y que la están gestionando de aquella manera, siempre favorable a sus intereses y a los de la minoría que les respalda. Pero no sólo lo han gestionado conforme a sus intereses, sino que han conseguido revestir esas conductas de rapiña de legitimidad. En otras palabras: han dado cobertura moral a sus actuaciones, que pueden definirse de muchas maneras, pero nunca como morales.
En la actualidad existen leyes en nuestro país que castigan con dureza convocar movilizaciones, o los conocidos como escraches. Sin embargo, un fulano cuyas actuaciones han generado el empobrecimiento generalizado de una nación puede comparecer con total tranquilidad en un parlamento, donde reside la legitimidad del pueblo, sin haber sufrido consecuencia alguna, aún, por sus actuaciones.


Los causantes de la crisis: los poseedores del gran capital, y sus gestores, los economistas patológicos, con la ayuda de los grandes medios de comunicación, que no de información, y de una clase política, cortada por el mismo patrón, han concedido, o lo han intentado, a la injusticia, a la desigualdad,a la avaricia y a la pobreza generalizada, una patente de corso. Todo vale con tal de que las grandes cifras, sean ésta lo que sean (un mero artificio contable, desde mi punto de vista), resulten las adecuadas. En otras palabras: el fin justifica los medios. Y el fin, casualmente, coincide con los intereses de una minoría extraordinariamente acaudalada y con el de sus voceros.
Fruto de este tipo de moral resulta más plausible, y justificable, especular con el precio de los alimentos, condenando a decenas de millones a las personas que manifestarse frente a la sede de la soberanía nacional. Cualquier persona con un mínimo de sensibilidad y de dignidad no tendrá ningún tipo de problema para saber cual resulta la opción moral, ética me atrevería a decir, correcta. Sin embargo, una minoría consideran la primera opción como la más válida y efectiva para conseguir el mayor grado de "desarrollo" económico.
Obviamente estos mismos tipos, o algunos de ellos, no dudan en que vender armas a países inmersos en conflictos, bien internos, bien entre ellos, resulta una opción viable y aconsejable, pues crea riqueza.


Esta, querido lector, es la moral que intentan vendernos como útil, necesaria, a la que no podemos renunciar de manera alguna por "nuestro" bien. El empobrecimiento generalizado, la concentración en pocas manos de cada vez más riqueza, la deshumanización de los ciudadanos, considerando al dinero como el Becerro de Orto que todos reverenciar, forma parte de una nueva religión que nos quieren vender como la única. Sin embargo, su religión encubre la desigualdad, la miseria, la explotación, el dolor, la deshumanización, el miedo, la tiranía... Y para ocultarlo sólo necesitan encontrar, y mostrar a la opinión pública, a otros malos: un tipo con una sandalia, unos manifestantes, unos tipos que hacen escraches, un periodista díscolo, un medio de comunicación independiente, un partido político que no transija con sus postulados, los funcionarios, los pensionistas, un tipo con una sandalia en la mano...
Para separar el grano de la paja, desde mi punto de vista, basta con un sencillo razonamiento: considerar si lo que hacen unos y otros benefician a una gran mayoría o unos pocos. Si lo que hacen los unos beneficia, de manera inmediata y palpable, a una mayoría, ésos son los míos. Si lo que hacen los otros se basa en vaguedades, grandes cifras y, de entrada, beneficia a unos pocos, que luego "tendrán a bien" repartir, ésos no son de los míos.
Un saludo.

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