Tengo el convencimiento de que estas palabras a más de un lector le harán recordar la famosa canción de Extremoduro "Jesucristo García". "Soy Evaristo, el rey de la baraja, hago milagros, convierto el agua en vino..." comienza el referido tema, y, por extrañas asociaciones mentales, lo he vinculado al milagro que nos intentan vender en estos días de pillaje organizado y justificado.
Uno siente que sus vísceras ocupan lugares insospechados cuando escucha largar al barbado gallego y a sus acólitos sobre la salvación a la que nos han conducido en estos dos años escasos de privaciones, pérdidas de derechos, persecuciones y mentiras.
Escucho, a modo de conmemoración de la victoria electoral que ocurrió hace dos años, largar al personal afín a los que se encuentran en la Moncloa, loas sin cuento sobre la buena actuación del Desgobierno pepero, que nos salvó del rescate. El rescate, ese monstruo que parecía abalanzarse sobre todos nosotros sin remisión. Imagino, por ir acotando el terreno, que se refieren al rescate de las cuentas públicas y no al rescate, que finamente pagaremos entre todos, del sector bancario, financiero o como coños lo quieran llamar. Aunque, por cierto, el rescate del sistema financiero ha acabado en las cuentas públicas. En otras palabras, lo estamos pagando entre todos. Por tanto, me desdigo de lo dicho con anterioridad, y afirmo que hemos sido rescatados, porque el dinero prestado para "reflotar" cajas y bancos lo devolvemos entre todos.
Realizado este matiz volvamos al asunto de los mesías que nos han tocado conocer y sufrir en estos días de padecimientos sin cuento.
Parece que entre todas las cabezas pensantes de las que se ha rodeado el gallego nos han librado de un rescate. Rescate, pasta que pondrían distintos países, entre ellos nosotros ( España es el cuarto contribuyente neto de la U.E.. en este tipo de tinglados), para evitar que el tipo de interés al que nos prestaban el dinero "los mercados" siguiera subiendo sin medida. ¿Qué hizo al respecto el Desgobierno de Rajoy? Alzar leves protestas en los foros europeos y hablar de ajustes, demandados según ellos por el bendito mercado. Que uno se pregunta si el mercado tiene sacerdotes propios que interpreten sus señales o sirve para interpretarlas cualquier vidente nocturno televisivo.
Sin embargo, un tipo que provenía de lo más profundo de ese mercado, que dirigía en Europa el banco que ayudo a que las cuentas de Grecia fuesen maquilladas, sí que hizo algo: cumplir con su deber. En efecto, el tal Mario Draghi, a la sazón el mandamás del Banco Central Europeo, realizó unas declaraciones que venían a decir: especuladores, como sigáis por el mismo camino vamos a empezar a imprimir dinero, comprar deuda pública y vamos a poner las cosas en su sitio. Las palabras textuales, como resulta obvio, no se asemejaban en nada a las aquí escritas, pero el mensaje que encerraban las declaraciones del italiano coincidía con lo dicho aquí hace unas líneas. Como ya había acontecido en otros países como EE.UU., Suiza o el Reino Unido, los especuladores dieron media vuelta y avanzaron. En otras palabras, dejaron de hacer su agosto con la deuda de países como España o Italia. Bastó esa admonición del colega para que, de repente, el mercado dejase de hostigar la deuda de los países del Sur, y de algún otro. Parece que el mercado no pedía reformas, sólo quería ganar dinero a espuertas. Cosa que imagino que todos los insignes economistas que hablan del mercado sabrán que es la finalidad última de todos y cada uno de los inversores que conforman lo que conocemos como mercado.
Por tanto, querido Mariano y compañía, del rescate nos salvó un tipo italiano, que había contribuido, no ha muchos años, a enfangar la realidad económica del continente. Ni habéis convertido el agua en vino, ni nada que se le parezca. Simplemente os habéis aprovechado la circunstancia de que hasta los más convencidos neoliberales han comprendido que el laissez-faire no se trata más que de una estupidez, que llevada a sus últimos extremos puede destrozar continentes enteros.
Por lo demás, vuestro milagro consiste en que una cuarta parte de los trabajadores españoles se encuentren en paro. O, tal vez, en haber privado de derechos a los trabajadores, a los pensionistas, a los funcionarios, a los parados, a los dependientes, a los estudiantes, a los enfermos crónicos, a los... ¿a quién no? A los ricos.
Bendito milagro aquél que llena los comedores sociales, hace de la caridad una necesidad, castiga a enfermos, ancianos y desvalidos.
No, vosotros no haces milagros, como no sea con la oratoria (que utilizáis para intentar desfigurar la realidad a vuestro antojo). No, vosotros no convertís el agua en vino. No, vosotros no conocéis a los que se marginan. Pero, sin embargo, sí, los mercaderes ocuparon nuestro templo y todo lo que hacéis pivota en torno a que los mercaderes ocupen nuestras vidas y nos roben nuestro tiempo, nuestra dignidad, nuestros derechos y nuestra felicidad.
Un saludo.
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