El Tribunal Supremo ha emitido una sentencia por la que condena a un año de cárcel y a seis años y medio de inhabilitación a Jorge Strabwerry, líder del grupo Def con Dos, por publicar unos tuits que, según ese órgano judicial: "...alimentan el discurso del odio, legitiman el terrorismo como fórmula de solución de conflictos sociales y, lo que es más importante, obligan a la victima al recuerdo de la lacerante vivencia de la amenaza, el secuestro o el asesinato de un familiar cercano".
Parece que lo más importante para el Supremo no resulta tan "importante" para alguna de las víctimas (citadas en uno de los tuit):
Incoherencias aparte, no olvidemos que este mismo tribunal fue el que declaró ilegales las cláusulas suelo, dejando bien claro que las sentencia no tenía carácter retroactivo (planteamiento que no tiene ni pies ni cabeza y que ha sido rebatido, de manera reciente, por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea), el trasfondo del asunto reside en el empeño de ciertos estamentos y personas en coartar la libertad. Unos lo hacen usando lo políticamente correcto (aquí, además de los mantras progres, incluyo casos como el empeño que Ciudadanos o el PP han puesto para impedir actuaciones de grupos musicales) , mediante un linchamiento en Twitter o en medios de comunicación afines. Otros, como en el caso que abordamos, lo hacen creando leyes represivas o interpretándolas ajustándolas a su entender o ideología. Tal vez, en este aspecto el caso más mediático sea el de los dos titiriteros, encarcelados por, según el juez Moreno (el mismo que los liberó sin cargos), un delito de enaltecimiento del terrorismo. De nuevo el delito de enaltecimiento del terrorismo, que junto con los delitos de odio constituyen un cajón de sastre, que, en manos no adecuadas, puede ser utilizado, no sólo por jueces, fiscales y abogados, para acallar opiniones contrarias, humor grueso o perspectivas distintas de entender la vida.
Tal vez merezca la pena resaltar que desde que ETA dejó de asesinar ha habido más condenas por enaltecimiento del terrorismo que cuando ETA asesinaba.
Tal vez merezca la pena resaltar que desde que ETA dejó de asesinar ha habido más condenas por enaltecimiento del terrorismo que cuando ETA asesinaba.
Ese mismo delito ya ha sido utilizado para condenar a un tuitero por utilizar la muerte en atentando de Carrero Blanco, un año y medio de cárcel, y también se ha utilizado para encausar a otra tuitera, cuestión que hasta a una descendiente de Carrero Blanco le resulta carente de todo fundamento. Parece claro que resulta más fácil cargar contra personas que utilizan que utilizan el sentido del humor, o lo que sea, desde ciertas atalayas.
Lo mismo ocurre con políticos, periodistas (o eso dicen ellos), artistas y demás tropa que cargan contra personas, o grupos, que representan lo que ellos consideran que se sale de la norma. El caso de Ciudadanos en Valladolid, intentando prohibir una actuación de, ¡qué casualidad!, Def con Dos, el del Ayuntamiento de Madrid, con la connivencia de la subdelegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, haciendo lo mismo con Soziedad Alkohólica o el de Los chicos del maíz en Sevilla muestran a las claras como funciona la represión. Pero esta represión también va en sentido contrario; grupos que se amparan en el progresismo o la igualdad realizan campañas para que se prohiban conferencias, seminarios, etc., consiguiendo ejercer una descomunal presión, en especial entre políticos y rectores universitarios (que conducen a la universidad hacia un pensamiento único, prostituyendo la esencia de la universidad). En España tenemos ejemplos varios y variados de charlas prohibidas o boicoteadas, en nombre de vete tú a saber que ideología.
Como se puede comprobar, en este país, y en otros, se prohíbe pensar. Mejor dicho, se prohíbe manifestar que se puede tener ideas contrarias a lo establecido. En realidad, no se prohíbe, sólo se persigue a los disidentes, cuando, en primer lugar, se tiene una posición de fuerza y, además, cuando no se tiene la capacidad de derrotar al oponente con argumentos. No estoy diciendo con esto que aquel a quien se persigue tenga la razón, sólo digo que aquel que persigue no es capaz de aportar argumentos mejores que el perseguido (aunque existan), debido a su incapacidad o a su predisposición a abusar de su posición. Y este punto resulta crucial: el abuso de posición frente a quien sólo manifiesta ideas, o humor, divergente. Se machaca a quien a aquel con el que se puede, porque para el que lo hace sus ideas pueden suponer un peligro si calan entre más personas.
Resulta evidente que aquellos que viven muy bien no tienen ningún interés en que se cuestione su modus vivendi (entre los que viven muy bien hay algunas asociaciones subvencionadas con fondos públicos y muchos cargos políticos. Recuerdo que el chollo en Política antes era la Cultura - Barón Rojo tiene una canción donde lo refleja a la perfección-, ahora el chollo es la Igualdad) y el sistema: los diferentes poderes, así como los medios de comunicación y los que acaparan la riqueza, están interesados en acallar a quienes, para bien o para mal (repito no siempre están acertados), pueden cuestionar muchas de las verdades inamovibles del sistema, haciendo pensar al personal, aunque sólo sea para rechazar dichas ideas. Este comportamiento ha llegado a ser tan normal, que, en algunos casos, ya no muestran pudor alguno a la hora de hostigar a personas que nada han hecho para merecer cárcel o campañas en su contra, que les impiden, por ejemplo, ejercer su profesión.
Un saludo.
Lo mismo ocurre con políticos, periodistas (o eso dicen ellos), artistas y demás tropa que cargan contra personas, o grupos, que representan lo que ellos consideran que se sale de la norma. El caso de Ciudadanos en Valladolid, intentando prohibir una actuación de, ¡qué casualidad!, Def con Dos, el del Ayuntamiento de Madrid, con la connivencia de la subdelegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, haciendo lo mismo con Soziedad Alkohólica o el de Los chicos del maíz en Sevilla muestran a las claras como funciona la represión. Pero esta represión también va en sentido contrario; grupos que se amparan en el progresismo o la igualdad realizan campañas para que se prohiban conferencias, seminarios, etc., consiguiendo ejercer una descomunal presión, en especial entre políticos y rectores universitarios (que conducen a la universidad hacia un pensamiento único, prostituyendo la esencia de la universidad). En España tenemos ejemplos varios y variados de charlas prohibidas o boicoteadas, en nombre de vete tú a saber que ideología.
Como se puede comprobar, en este país, y en otros, se prohíbe pensar. Mejor dicho, se prohíbe manifestar que se puede tener ideas contrarias a lo establecido. En realidad, no se prohíbe, sólo se persigue a los disidentes, cuando, en primer lugar, se tiene una posición de fuerza y, además, cuando no se tiene la capacidad de derrotar al oponente con argumentos. No estoy diciendo con esto que aquel a quien se persigue tenga la razón, sólo digo que aquel que persigue no es capaz de aportar argumentos mejores que el perseguido (aunque existan), debido a su incapacidad o a su predisposición a abusar de su posición. Y este punto resulta crucial: el abuso de posición frente a quien sólo manifiesta ideas, o humor, divergente. Se machaca a quien a aquel con el que se puede, porque para el que lo hace sus ideas pueden suponer un peligro si calan entre más personas.
Resulta evidente que aquellos que viven muy bien no tienen ningún interés en que se cuestione su modus vivendi (entre los que viven muy bien hay algunas asociaciones subvencionadas con fondos públicos y muchos cargos políticos. Recuerdo que el chollo en Política antes era la Cultura - Barón Rojo tiene una canción donde lo refleja a la perfección-, ahora el chollo es la Igualdad) y el sistema: los diferentes poderes, así como los medios de comunicación y los que acaparan la riqueza, están interesados en acallar a quienes, para bien o para mal (repito no siempre están acertados), pueden cuestionar muchas de las verdades inamovibles del sistema, haciendo pensar al personal, aunque sólo sea para rechazar dichas ideas. Este comportamiento ha llegado a ser tan normal, que, en algunos casos, ya no muestran pudor alguno a la hora de hostigar a personas que nada han hecho para merecer cárcel o campañas en su contra, que les impiden, por ejemplo, ejercer su profesión.
Un saludo.
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