jueves, 25 de enero de 2018

COSAS DEL BARRIO

Estas fiestas de Navidad estuve unos días en casa de mis padres, tradición obliga, en la ciudad de la que soy natural. Para los que no me conocen conviene aclarar que se trata de una capital de provincia, con varios centenares de miles habitantes censados. Tiene bastante industria para su tamaño, por mucho que algunos de mis paisanos se quejen, y un sector servicios bastante potente.
Voy a aportar algún dato más que considero necesario para una mejor comprensión de la entrada. Desde la casa de mis padres hasta el centro se tardan unos quince, veinte minutos andando. Además, por si eso fuera poco, la distancia al campus universitario es más o menos similar, existiendo tres facultades a menor distancia aún. Los edificios en el que viven es uno más de aquellos construidos hace cincuenta o sesenta años, de los que se construían a toda velocidad, todos iguales, para acoger la inmigración que llegaba desde las zonas rurales de la provincia y desde otras provincias, para aportar mano de obra a las empresas que se implantaron en la ciudad en la década de los 50 y 60. Existen edificios algo más modernos, pero ninguno baja de los treinta, treinta y pico años de edad. Como dato anecdótico decir que estos son los únicos que tiene plaza de garaje.
Espero que con esta descripción el lector se haga una idea del barrio en el que viven mis mayores... y otros muchos mayores. Digo esto porque uno de esos días en los que estuve allí fui a una mercería del barrio, que estaba llena de clientes de avanzada edad. Un hijo que acompañaba a su madre y yo éramos los más jóvenes, y, puedo asegurar, que ambos ya peinamos canas desde hace tiempo.
Esa situación que he descrito me hizo pensar sobre varios aspectos en los que nunca había depositado mi atención, pero que se encontraban ahí desde hacia tiempo, como, tras reflexionar sobre el asunto pude comprender.
Lo primero que me llamó la atención era la edad media del barrio. A pesar de que los inmigrantes de países extranjeros y algunos jóvenes, sobre todos universitarios que viven de alquiler, contribuyan a rebajar esta media, la cantidad de ancianos es bastante grande. No resulta infrecuente conocer que tal o cual vecino ha muerto hace poco, con una edad avanzada. Una parte significativa de los críos de mi generación que se criaron por esa zonas han emigrado. Algunos lo han hecho a zonas periféricas de la ciudad de nueva construcción; otros a los pueblos aledaños, buscando casas más grandes y más baratas que las que podían encontrar en la ciudad. Algunos otros, como el que suscribe, nos largamos hace tiempo por cuestiones laborales.
No quiero dar una imagen distorsionada del barrio. El parque, cuando hace bueno, tiene mucha vida. Sigue habiendo parejas con hijos, pero también hay muchos ancianos. Cuando yo jugaba con diez años en ese parque, en el parque, aún con tierra, había parejas jóvenes y, sobre todo, niños a mansalva. Era impensable que esa barrio, que aún tenía zonas de huertas, fuese un lugar donde la subida de pensiones de un gobierno fuese asunto crucial.
Que exista mucha gente mayor no puede definirse más que como un hecho, sin ninguna connotación. Sólo una observación, que me lleva a pensar que las que fueron hacen medio siglo las zonas de expansión de la ciudad, a día de hoy, se han convertido en lugares en que siguen viviendo las personas que crearon ese barrio, que le dieron vida. Ellos hicieron lo que una generación después han realizado sus hijos en otras zonas de la ciudad o en pueblos cercanos, algunos casi anexos a la ciudad. El reto es saber si los nietos de esos primeros colonizadores volverán a ocupar el espacio de sus abuelos o seguirán afianzando la expansión de la ciudad que les vio crecer. Imagino que dependerá de las condiciones económicas y de la evolución, estado de conservación o degradación, de esa zona.
Sé que en otras ciudades, por ejemplo Madrid, los snobs pudientes han contribuido a hacer resurgir zonas, y, en algún caso, en volverlas a dejar caer, pero no tengo una bola de cristal, ni creo en su efectividad para hacer predicciones, por lo que no puedo aventurar la evolución de ese barrio. Aunque, desde mi punto de vista. creo que se debería considerar la posibilidad de facilitar, desconozco como, que esos barrios de aluvión de los sesenta se rescaten para la gente joven a medio plazo. Disponen de muchos servicios: colegios, centros de salud, polideportivos, zonas verdes... Alguien tiene que recuperar esas zonas, que suelen encontrarse bien situadas, porque los inmigrantes (que ya no viene a nuestro país con la misma celeridad que antes), o la segunda generación de ellos, ya españoles todos o casi todos, intuyo que no van a ser suficientes para llenar todos estos barrios.
Por otra parte me llamó la atención algo que había obviado durante años, cuando iba a las tiendas, esas que se denominan pequeño comercio: a pesar de haber supermercados en el barrio, mucha gente mayor prefiere ir a la carnicería, a la mercería, a la pescadería, a la frutería, que, visto desde fuera, no parecen tener problemas, en líneas generales, para sobrevivir. Tiendas, de las de siempre, con lustros o décadas de antigüedad, que, en muchos cambios, cambian de dueño por jubilación del dueño. En una sociedad de "emprendedores", del éxito, las pequeñas tiendas resisten dando servicio a la gente de toda la vida. Personas fieles, a las que llaman por su nombre y que preguntan al tendero por sus hijos, o que son preguntados por el tendero por esa piedra en el riñón del mes pasado. Sin embargo, aunque en los supermercados del barrio, de grandes cadenas regionales o internacionales, se pueden observar ancianos, la edad media de la persona que compra es menor y, aunque algunas cajeras (en los que yo he visto son mujeres) tienen confianza con algún cliente, la relación se suele limitar a algunas dudas sobre un producto y poco más.
Tal vez no tengamos tiempo para ir a varias tiendas. O, tal vez, el tiempo lo queramos invertir en otras cosas, ni mejores ni peores. O, tal vez, todo cambia, como esas huertas de mi barrio, en las que ahora hay un colegio, un polideportivo y varios edificios. Seguro que a muchos también les impactó ver como ese espacio de cultivo se convertía, hace ya décadas, en una nueva zona de la ciudad.
Un saludo.

P.D.: Todavía estamos esperando que aparezca Miguel Indurain en uno de sus conciertos, que, según ellos, siempre se comprometía a ir, pero nunca acudía. Al menos eso decían cuando empezaban los conciertos siempre tarde, debido a que estaban esperando al navarro.


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